Como fue la boda de Prince Harry y Meghan Markle para el mundo, esta lo fue para Japón. Y tiene una historia de amor única, pues la princesa renunció a su título por amor.

Por Raquel Rivas

Quizá no ha sido una boda tan comentada como la de Prince Harry y Meghan Markle, o la futura boda de Marta Ortega con Carlos Torretta. De hecho, hasta que se celebró, no teníamos ni idea de ésta.

Pero en Japón, la boda entre la princesa japonesa Ayako y su novio, Kei Moriya, sí fue la boda del año. Ella lució un kimono uchiki de color amarillo claro (muy similar al que su hermana portó en su boda) bordado con flores rosas y hojas verdes y un hakama de color morado oscuro. Por su parte, Moriya eligió un abrigo negro de estilo occidental, pantalones a rayas grises y un sombrero de seda que pertenecía al difunto padre de Ayako, el Príncipe Takamodo.

Fueron mil personas los invitados que tuvieron la suerte de celebrar junto a los novios su enlace en el Santuario Meiji en Tokio. Y todos ellos gritaron “Banzai” —algo así como felicidad y mucho amor— cuando la pareja entró en el lugar.

Ayako es la hija menor de la princesa Hisako y el difunto príncipe Takamodo. Éste a su vez era primo del emperador Akihito. El problema es que su hoy marido, Kei Moriya, es “solo un empleado” de la compañía naviera Nippon Yusen KK, y no tiene sangre real.

Según manda la ley imperial de Japón, las mujeres de la familia real están obligadas a renunciar a sus títulos, estatus y subsidio si deciden casarse con alguien que no tiene vínculos familiares reales o aristocráticos (Ojo, la misma regla no aplica para los hombres…).

Lo que no perderá la exprincesa es su manutención que le dará el gobierno de manera anual y que asciende a más de $19 millones de pesos aproximadamente. Ahí es nada…

Artículo publicado originalmente en Grazia.es
*IMAGEN: Shutterstock