Aquella tierra llena de contrastes cuenta con una diversidad sorprendente, por lo que ofrece a todos sus visitantes experiencias tan diversas y únicas que es imposible encontrarlas en ningún otro lado. Bienvenidos a la tierra del sol naciente.

Entre luces de neón y tradiciones, la casa de los más amigables anfitriones, tiene una fascinante y polifacética cultura que raya en la paradoja:

Por un lado, resguarda tradiciones milenarias, mientras que por otro despliega una sociedad en constante cambio. Su pujanza va desde el desarrollo tecnológico, pasando por influyentes fads –modas o intereses que atraen una atención exagerada e intensa por un breve lapso de tiempo– que recorren el mundo entero,  hasta el nacimiento e imposición de tendencias que empujan constantemente los límites de lo posible. Sin duda estas  contradicciones constituyen uno de los principales factores que hacen de Japón un país tan fascinante.

Sus costumbres y comportamientos son igualmente admirables. Los japoneses sobresalen por su amabilidad y honestidad basándose en el honor, respeto y gratitud. Los gestos definen su carácter: una reverencia al saludar y al despedirse;  quitarse los zapatos cuando entran a alguna casa en señal de respeto; al dirigirse a otra persona, lo llaman por su nombre y le añaden al final san, un sufijo que denota un profundo respeto hacia el otro.

A los ojos del reconocido publi-relacionista Jaspar Eyars, CEO de Another Company:

La atención al detalle en Japón  no es superada por ningún otro país. Si se trata de alimentos, moda, arte, los museos, la cultura o la infraestructura  es casi imposible encontrar defectos; la importancia que se refleja a través de sus acciones y el orgullo en el producto final es sinceramente asombrosa.

Recorriendo una ciudad de paradojas

Al llegar a Tokio, el viajero acostumbrado al trato occidental se siente inmediatamente inclinado a reaccionar frente a sus amabilidades ofreciendo una gratificación. La primera sorpresa que me llevé en ese sentido sucedió al llegar a mi hotel, cuando el amable, delgado y pequeño chofer del taxi insistió en ayudarme con mi equipaje. Después de subirlo por las empinadas escaleras que llevaban al lobby del hotel, le ofrecí, como buen neófito occidental, la tradicional propina. El taxista me detiene y contesta con su debida reverencia: “Mrs Cossío San, this is my job, but I thank you.” Después de esta lección respecto al sentido del deber, quedé perpleja. Tenía que saber más, así que decidí preguntar a un tokiota el por qué se negaban a recibir propinas. El amable japonés, notoriamente acostumbrado a preguntas insensatas por parte de otros como yo, contestó: “lo que sucede es que, al final de todo, el dinero corrompe. Pero no se preocupe, las personas reciben un buen sueldo por el servicio que ofrecen”.

Y así me recibe el Oriente, con el choque entre las costumbres orientales versus las occidentales. Este código invisible con el que viven los japoneses me pareció admirable y me adentró de golpe en ese país donde uno va descubriendo y enamorándose cada minuto; donde el tiempo se convierte en un valor preciado y escaso frente a las  infinitas posibilidades por explorar y descubrir.

Así es que, una vez reunido el grupo y aprovechando el jet lag empezamos por el Mercado Tsukiji, donde se lleva a cabo la subasta de pescados entre restauranteros a las 5 AM y donde es posible desayunar el mejor y más fresco sushi. Saliendo del Mercado, no puede faltar un paseo por la antigua zona de Asakusa para acabar de sentirse en Oriente: es un verdadero deleite caminar por esta zona tan tradicional donde, entre templos y pagodas, se asoma intermitentemente el Tokio Skytree, la deslumbrante torre de difusión de más de 600m de altura; son imágenes  donde el pasado y el futuro se hacen presentes.

Buscábamos cambiar de mood y consideramos visitar alguno de los múltiples museos y colecciones de arte, como el Mori Museum en Roppongi, que por su décimo aniversario reunió la colección más importante de Andy Warhol, o el 2121 Design Center, diseñado por el arquitecto japonés Tadao Ando.

Sin embargo, es imposible cubrir todo el ecléctico panorama de Tokio en un sólo viaje, así que nos decidimos por experimentar el estilo de vida de la gente de la ciudad. Decidimos entonces pasar la tarde viendo pasar gente en el distrito de Harajuku, el punto de reunión de las kei, las tribus o contraculturas urbanas de la urbe. La  visita es obligada para los fanáticos de la moda, pues los jóvenes ofrecen ahí diariamente un espectáculo de looks estridentes y vanguardistas que sirven de inspiración a diseñadores y fashionistas alrededor del mundo. También se pasean por la zona algunos ejemplares más mainstream, aunque igual de llamativos, como las Lolita Kei, jóvenes vestidas en tonos rosas y sombreros ovejeros, que se pasean cual auténticas muñecas japonesas; al verlas pasar, muchos las consideran una curiosidad kawaiicute–. Otro grupo, mucho más excéntrico está compuesto por las cosplay, que viven y visten tal como los personajes favoritos salidos de algún video juego o de algún cómic anime o manga. A pesar de su estilo de vida, no todos ellos son considerados otakus o geeks, sino que sencillamente se dejan llevar por el estilo de la tribu en que participan sus amigos. Entre este improbable e inimaginable escaparate, rodeadas de pelucas azules, sombreros y crinolinas, es posible encontrar algunas de las tiendas más trendy del mundo.

Y como cada rincón de Tokio está lleno de contrastes, junto al vanguardista Harajuko nos topamos con la entrada al Templo Meiji. En ese espacio, completamente rodeado de bosque, es fácil olvidar en segundos lo que está afuera. Es imposible no sentirse transportado en el tiempo, inmerso en olores a incienso y sonidos de agua corriendo apacible; el silencio solemne te invita a una introspección inmediata, dándote un sentimiento  de paz que te invita a resguardar lo fascinante de esta cultura.

 El verdadero significado de la abundancia

¡Kampaii! También Japón  es un país de bebedores y como todo en tierras niponas, también la bebida está rodeada de rituales y tradiciones: nunca te sirvas tú mismo una bebida, siempre tu anfitrión o amigo la deben llenar al ras de la copa o incluso desbordarla, simbolizando abundancia y felicidad.

Aprendimos que una palabra clave a recordar es nomihouda, que significa “bebe lo que quieras”. Entre sakes cervezas y whiskey, en esta región de Oriente prácticamente no hay bares o antros como los que encontramos en nuestro país, pues en todos los lugares se acostumbra acompañar la bebida con alimentos.  Sin embargo, como buena ciudad cosmopolita siempre hay opciones y si lo que se busca es ir de fiesta lo mejor es programar una visita a Le Baron de París, que en esta ciudad, como en todas en las que hay un Le Baron, está la fiesta garantizada.

Más allá del mercado, cuando se trata de sushi gourmet no hay mejor lugar que el afamado Sukiyabashi Jiro, considerado el mejor del mundo en su especie. El chef y dueño Jiro Ono es prácticamente un tesoro nacional del Japón y por ello celebró sus 90 años en el 2015 con 3 estrellas Michelin. Como era de esperarse, todo el secreto del lugar radica en la calidad del pescado. Por causas ajenas a nosotros –un mandatario extranjero acaparó el restaurante– nos fue imposible encontrar reservación; sin embargo, como nos habían ya advertido que esto era habitual, nos dispusimos a visitar The Son of Jiro, la versión más casual del famoso restaurante. La fama de Jiro es tal que, para quienes como nosotros salen emocionados de este lugar, es posible aprender más sobre él en el gran documental titulado Jiro, Dreams of Sushi.

Lujo, poder y opulencia son las palabras correctas para describir las tiendas de Omotesando, Aoyama, Shibuya y Ginza.  Al recorrerlas, nos asombramos al descubrir que cada una de ellas es única y más impresionante que la anterior. El lujo en Japón es algo que realmente se toma en serio; por ello la alta costura, la moda y la arquitectura han crecido de la mano en los últimos años a tal grado que todas las grandes marcas internacionales han invitado a distinguidos arquitectos para diseñar sus extravagantes flagship stores y showrooms.

Sin duda una de las más impresionantes es el edificio Prada de Aoyama, una construcción de seis pisos diseñada por el prestigioso despacho de arquitectos suizo Herzog & De Meuron. Su fachada tipo membrana, que alterna vidrios convexos y cóncavos, convierte a esta tienda en el epicentro de Prada y es un verdadero templo para los amantes de la moda, la estética y el arte.

Otras tiendas y espacios que no se pueden dejar de mencionar son las de Tods de Omotesando, Sunnyhills en Aoyama, Dior Ginza, Armani Ginza, Hermès Ginza y las de Louis Vuitton de Ginza y de Omotesando. En ésta última se encuentra L’Espace de Louis Vuitton Tokio, donde se exhiben continuamente magníficas exposiciones de arte y moda; fue muy grato al visitarla encontrar una dedicada a  Steve McQueen.

Y por último Omotesando Hills centro comercial diseñado por Tadao Ando.

Hacia el corazón tradicional del sol naciente

Camino a Kyoto, me pareció contradictorio viajar durante un par de horas a bordo de un moderno tren bala para llegar al punto que resguarda el alma ancestral de Japón. Este lugar es casa de todo lo que asociamos con el Japón antiguo: ceremonias sagradas del  té, jardines zen, geishas, bosques de bambú, templos históricos, festivales tradicionales.  Con toda esta riqueza, lo más mágico de todo fue visitar Kinkakuji, el Pabellón Dorado, un edificio cubierto en lámina de oro que fungió primero como villa del  shogún Ashikaga Yoshimitsu, para convertirse  después en templo zen de la secta Rinzai. Un lugar que, literalmente, quita el aliento.

Otro espacio de postal es el Santuario Fushimi Inari, templo sintoísta localizado al sur de la ciudad  donde se encuentra el túnel de mil puertas en forma de arco o torii que nos guiaron a través de la montaña, donde proliferan figuras de zorros blancos, mensajeros de Inari.

 Naoshima, “La isla del Arte”

Solo en Japón pueden planear un lugar así. Esta isla, a la que se llega tras un trayecto de cinco horas  en tren bala y ferri desde la metrópoli, es como un lejano escondite del ruido, la tecnología y la velocidad de Tokio. Es un lugar ajeno a todo, un túnel del tiempo que nos transporta a un mundo ancestral y remoto y que, al mismo tiempo, se siente tan avanzado como viajar al futuro.

Aquí, a iniciativa de la Compañía de Publicaciones Bennese,  que cuenta con una de las más importantes colecciones de arte contemporáneo, se acordó con el entonces gobernador de la isla,  Chikatsugu Miyake,  usar la parte sur de la isla para crear un Centro Internacional de Arte. Para concretar ese sueño, invitaron al arquitecto minimalista Tadao Ando, quien en 1992  hizo realidad el Bennesse House Museum. Junto a ese centro de arte y vanguardia, se abrió también el hotel Benesse House, que nos alojó junto a invaluables piezas de arte, un magnífico restaurante y espectaculares instalaciones permanentes inimaginables. Para completar el complejo, en el 2004 el mismo Tadao Ando terminó también el Chinchu Museum, que está a 20 minutos caminado del hotel/museo.


Benesse House es una moderna construcción diseñada minuciosamente por Tadao. Cada una de sus lujosas habitaciones cuenta con audio Bose, así como con piezas originales de arte. La experiencia de pasar unos días en este hotel es única. Tan sólo al caminar por sus jardines nos vimos sorprendidos por enormes piezas de arte contemporáneo. Además, descubrimos que,  al ser  huéspedes del hotel, teníamos acceso a ciertas áreas exclusivas, como es el caso de un anexo llamado Oval diseñado por James Bondiam; ahí se encuentran 5 suites a las que sólo se puede llegar por un funicular y cuenta con un bar donde, acompañados de un buen sake, pudimos gozar de la vista de las costas de Naoshima.

En la mañana, tras desayunar junto a algunas espectaculares obras de Andy Warhol, nos dispusimos a explorar la isla. La movilidad es fácil, pues puedes moverte en los vehículos privados del hotel, en bicicletas o simplemente caminando.  Como escogimos la última opción, pudimos admirar con detenimiento una gran calabaza plantada a la orilla del mar, obra de la mundialmente reconocida artista visual Yayoi Kusama.

Por fin llegamos al museo Chinchu, donde fuimos bienvenidos por grandes trabajos de arte. Uno de los principales atractivos es la colección de lirios de Monet. El ritual y el respeto están tan arraigados en este lugar que, para poder verla, nos facilitaron  unos zapatos especiales que sirven para evitar lastimar el perfecto piso de mármol; así, la experiencia de entrar a ver los lirios se convirtió en un rito más sagrado que entrar a cualquier templo. También encontramos ahí obras de Walter de María  y tres instalaciones de luz de James Turrell. Al salir del Chinchu nos sumergimos en un estado meditativo, es algo que solo estando ahí puedes entender.

El arquitecto y diseñador de interiores Gerardo Sarur, comenta de Naoshima:

“Durante dos semanas de viajar a ciudades fascinantes como Tokio, Kioto y Osaka me desconecté un fin de semana para ir a un isla al sur de Japón ubicada en el distrito de Kawaga en el mar interior del Seto. Ésta pequeña isla se llama Naoshima y es aquí donde la arquitectura y el arte conspiran con la naturaleza, transportándote a algo increíble, probablemente mágico.”

Es en Naoshima donde nace Benesse Art Site, encargado de hacer destacar, en un ambiente de paz y tranquilidad, una nueva perspectiva para apreciar la arquitectura y el arte, mostrando a grandes arquitectos y artistas como Tadao Ando, Kazuyo Sejima, Ryue Nishizawa, Walter de María, Claude Monet, Lee Ufan, James Turrell, Yayoi Kusama, entre otros. Además de Naoshima, también existen Teshima e Inujima.

“Sin lugar a duda, es aquí donde he encontrado mi escondite perfecto.”

Japón reúne tal gama de experiencias y atracciones que sin duda es un lugar al que se tiene que regresar varias veces. Inclusive así es imposible,  poder entenderlo por completo. Es un enigmático sol naciente que nos deja siempre buscando regresar. Oscilando entre lo moderno, lo tradicional y lo histórico, entre la paz absoluta y la quietud, la gente, los templos, los espacios dedicados al arte y la moda, la gastronomía y la gente  hacen de esta tierra algo inolvidable. Entre sake, cherry blossoms y té verde, Japón embriagará por siempre tu memoria.

 

Fotos: Mercedes Martínez Cossío, Getty images, IG