Marylin Monroe fue quien lo dijo: “Los diamantes son el mejor amigo de las mujeres”. Y sí, ahora uno que usó ella podrá ser tuyo… Claro, si tienes el dinero para pagarlo.

Por Raquel Rivas

Aunque Marilyn Monroe murió un 5 de agosto de 1962, lo cierto es que todo lo que toca —o tocó— sigue valiendo millones y sus fans siguen pagando cantidades desorbitadas de dinero por sentirse más cerca de una de las actrices de Hollywood más importantes de todos los tiempos.

En esta ocasión, la firma de subastas Christie’s nos ha sorprendido con un espectacular diamante de 24.04 quilates y que fue propiedad de la actriz en el año 1953. De hecho, la preciada gema tuvo su momento de fama durante la presentación de la inolvidable película, Gentlemen Prefer Blondes.

La espectacular joya recibe el nombre de “Luna de Baroda” y cuenta la leyenda que la mismísima Monroe se quedó impresionada ante la belleza de la gema amarilla. Hasta ese momento, la actriz no había lucido nada parecido así que se quedó sin aliento y solo pudo alcanzar a decir “es maravilloso”.

Pero la realidad es que el diamante no le pertenecía a Marilyn, sino que era un préstamo de su amiga Meyer Rosenbaum. Lo último que se supo de la “Luna de Baroda” después de su salto al estrellato en forma de película es que fue subastado en los años cincuenta en Nueva York por la friolera cifra de $297,000 dólares.

Después de eso, el preciado diamante, que surgió de las legendarias minas de Golconda en la India, desapareció en manos de una colección privada, hasta hoy. De hecho, la pieza que hoy ya es considerada como histórica, será subastada el próximo 27 de noviembre en las oficinas que Christie’s en Hong Kong.

Los más afortunados pudieron ver la espectacular joya el mes pasado pues estuvo en exhibición en Los Ángeles. Además del diamante, quien logre dar la cifra más alta para hacerse de él, también obtendrá una fotografía de la rubia más guapa luciendo la gema, autografiada, por supuesto.

 

Artículo publicado originalmente en Grazia.es
*IMÁGENES: Getty Images y Cortesía