Uno de los chick flicks clásicos, Notting Hill, cumple 20 años desde su estreno y nos hace cuestionar si el enamoramiento comienza con un simple beso.

¿Pueden creer que Notting Hill haya salido hace 20 años? Más fuerte aún, ¿pueden creer que Julia Roberts tiene 51 años y Hugh Grant 58? ¡Julia Roberts tenía mi edad cuando hizo Notting Hill! Y yo siento que la vi en mis 20…

Notting Hill es una de esas películas que está en el inconsciente colectivo, siendo parte de nuestras referencias culturales y del acervo de chick flicks a las que recorremos cuando nos hace falta volver a creer en el amor, con un bote de helado de chocolate en las manos (o una copa de vino à la Bridget Jones, dependiendo de la gravedad del asunto).

Y es que Notting Hill lo tiene todo: a Hugh Grant (cuando era políticamente correcto), en el papel más adorable de la historia, un sencillo vendedor de libros que disfruta caminar por su barrio para llegar a su librería y aspirar el olor a libro viejo; una actriz famosa que demuestra que es una humana como cualquier otra, con sueños e ilusiones, en medio de la librería, pidiéndole a William que la ame; un grupo de amigos disfuncionales; un barrio espectacular de Londres; y una historia en la que al final, el amor siempre triunfa.

¡La chick flick por excelencia!

Pero como toda buena chick flick, siempre hay cosas que nos dejan pensando, como la increíble frase que le dice William cuando las cosas se complican: There are just too many pictures of you. Too many films”, para luego ir a sentarse al cine a verla, sintiéndose miserable toda la película. ¡Y es que sí! ¿Se imaginan cortar con alguien que aparece en todos los espectaculares, en la tele, en cualquier comercial? Si una sufre con un ex que no vuelve a ver, no me quiero ni imaginar cómo sería verlo hasta en la sopa…

Lo que nos lleva a reflexionar sobre un tema en el que nunca nos pondremos de acuerdo. El amor a primera vista, ¿existe? O mejor aun, el amor al primer beso, ¿existe?

William y Anna se ven por primera vez en la librería, y aunque no cruzan más palabras de las normales, es claro que Anna lo percibe como una persona amable, alguien lo suficientemente agradable como para decidir meterse a su casa cuando, momentos más tarde, chocan y él le tira un vaso de jugo encima. 

Como estamos en una de las mejores chick flicks de todos los tiempos, el departamento de William está justo a la vuelta, y ahí, cuando vemos a Anna bajar las escaleras con un coqueto top negro, está la mirada de fascinación de William, pero vamos… ¡fascinación! Una mezcla entre el cuerpazo de Anna Scott, incredulidad de que todo eso esté bajando por sus escaleras, y luego el hecho de que es Anna Scott. La misma mirada de aturdidas que pondríamos si nos encontráramos a Brad Pitt en la calle.

Lo curioso viene después, cuando Anna Scott decide, por algún impulso desconocido, darle un beso a este completo extraño que ha visto dos veces en su vida, las dos en el transcurso de la misma mañana, y del que no sabe nada más que trabaja en una librería y vive en Notting Hill. Pero se besan… ¡y el amor hace acto de presencia!

Claro que pasarán muchas otras aventuras hasta que le podamos llamar amor a lo que hay entre ellos, pero la pregunta es la misma: ¿te puedes enamorar de alguien con sólo besarlo?

Otra referencia a esta situación la encontramos en Friends, con Monica Geller y Pete (Jon Favreau), el excéntrico millonario con el que tiene una relación en la tercera temporada. Durante las primeras citas, Monica no siente la menor atracción por Pete, así que amor a primera vista no fue, pero la primera vez que se besan algo cambia para ella y de repente, ¡ya son novios!

Pues resulta que este “enamoramiento” post primer beso tiene una explicación científica bastante coherente, que le da validez a todas las chick flicks (y a muchas de nuestras relaciones).

El primer beso es determinante para saber si hay compatibilidad entre dos personas. De hecho, hay estudios que comprueban que 60 por ciento de las veces, los primeros besos no funciona, es decir, que desde ahí tu cabeza ya sabe que la relación no da.

¡Y es que nuestro cerebro es una máquina perfecta! Antes de besarnos, mientras nos acercamos a los labios del otro, nuestro cerebro está registrando información, como el olor de la persona, la forma en la que se acerca, qué hace con sus manos… Y en el caso de las mujeres, usamos toda la información para saber si es un candidato para reproducirnos (aquí es donde entran en juego nuestros instintos animales).

El olor corporal del otro juega un papel fundamental a la hora de decidir si el beso tiene futuro, y es que la mayor concentración de glándulas sebáceas de los humanos están cerca de la nariz, la cara y el cuerpo. Cada uno poseemos un olor específico y la nariz puede detectar hasta 9,000 moléculas del mismo, así que, al estar tan cerca de la otra persona en ese primer beso, el olor te ayuda a saber si hay compatibilidad. A esto hay que sumarle que la saliva masculina contiene testosterona, lo que dispara nuestra libido, preparándonos para un encuentro más íntimo (en caso de que el beso sea agradable).

Las hormonas también tienen un papel importante en todo esto, ya que si ese primer beso está siendo agradable para ambas partes, la dopamina se dispara, y esa es una de las hormonas responsables del enamoramiento (curiosamente, la dopamina afecta la misma parte del cerebro que la cocaína).

Luego entra en juego la oxitocina, otra de las hormonas que juegan un papel importante en las relaciones humanas, porque cuando la dopamina cae (digamos, cuando el enamoramiento pasa), la oxitocina aparece haciéndonos sentir afecto y apego por el otro. Pero en ese primer beso, tienes un poco de las dos, y a la mezcla entra la serotonina, que controla nuestras emociones y el flujo de información en el cerebro, dando paso a sentimientos obsesivo-compulsivos hacia el otro, si ya lo catalogamos como alguien con quien podríamos tener una relación (o reproducirnos, si lo vemos a nivel evolutivo).

Así que no es nada descabellado pensar que, tras ese primer beso, Anna Scott haya desarrollado una especie de apego/emoción/compulsión por William, misma que él sintió de vuelta en ese mismo beso, y que dio pie a que nosotros pudiéramos ser testigos de una de las grandes historias de amor modernas en un lugar llamado Notting Hill.

*IMAGEN: Film still Notting Hill