Aunque el Día de Muertos es una tradición típica de México, seguramente no te habías puesto a pensar sobre el verdadero significado. Deja que una española en México te lo cuente.

La primera vez que escuché hablar del Día de Muertos me quedé un poco descolocada —no voy a mentir—. ¿Preparar una ofrenda para los seres que habitan en el más allá y guiarles para que vuelvan a casa, aunque solo sea por una noche? Tenía que ser una broma, ¡ni que fueran Santa Claus! Sin embargo; con el tiempo aprendí que la muerte adquiere un significado diferente para México y su gente; un matiz mágico y espiritual que hace de esta tradición algo mucho más íntimo y especial que el ya comercial y —demasiado globalizado, para mi gusto— Halloween.

Si quieren sobrevivir al Día de Muertos “sin morir en el intento” —el chascarrillo era demasiado fácil— les recomiendo dominar los puntos principales.

En primer lugar, deberán saber que el Altar de Muertos es uno de los principales atractivos de este primero de noviembre. Un sinfín de recuerdos, comida y objetos personales guiarán a los difuntos en su travesía, así como los aromas, las velas y el arco de flores marcarán el camino hacia casa. Aprovecha los altares especiales que se posicionan de forma itinerante por la ciudad durante estos días, para conocer a fondo su significado y sus características principales.

Del lado de la gastronomía —parte primordial en la cultura mexicana, independientemente de la fecha— todo buen mexicano (y adoptado) debe realizar (y dominar) la cata anual del tradicional pan de muerto. Esponjoso, con ese “no sé qué que qué se yo” —más conocido como mantequilla— y espolvoreado por azúcar. Los más entendidos en el tema se irán por las panaderías tradicionales como La Esperanza y versiones más contemporáneas como el del Maison Kaiser; sin embargo, no podrás superar la prueba del Pan Muerto si no has probado el del Superama o el del Chedraui Selecto —el de siempre por favor, dejémonos de inventos de chocolate, relleno de cajeta y arcoíris multicolor—.

Aunque un gusto “culposo” anual, deberás saber que el original no es de azúcar sino de ajonjolí. De acuerdo a la tradición, el ajonjolí simula las lágrimas de las almas que no pueden descansar en paz.

Por otra parte, ¿qué sería de una fiesta sin su banda sonora original? Aunque no hay un himno como tal del Día de Muertos —que yo sepa—, hay una canción que representa a la perfección ese humor negro con el que los mexicanos miran a la muerte. Para los que han visto Coco, el filme de Disney, la respuesta es evidente; y para los que no, siempre podrán recordar su estribillo con esa desgarradora voz, firmada por una tal Chavela Vargas, que decía: “y aunque la vida me cueste llorona, no dejaré de quererte….”.

Así que ya saben; este primero de noviembre miren a la llorona de frente, abrácenla, tómense un tequila —o un mezcal si les va eso de las modas— con ella y brinden por los que están, por los que se fueron y por vuelven a casa por una noche —siempre y cuando logren guiarlos como es debido—.

*IMAGEN: Mondadori Photo