El perfume J’Adore L’Or  de Dior engloba lujo, feminidad, sensualidad y muchas flores especiales. Conoce aquí su historia.

Combinar flores y oro, diferentes riquezas de la naturaleza, no resulta inusual si lo imaginas desde el punto de vista de una de las casas de moda y fragancias con más tradición: Dior. J’Adore L’Or es un perfume que engloba lujo, feminidad, sensualidad y muchas flores especiales.

Para Monsieur Dior, el jazmín Grandiflorum y las rosas de mayo que se cultivan en Grasse son excepcionales. Por eso cuando en 1951 compró Château de La Colle Noire, en Montauroux, justo en el corazón de la región, tuvo la visión no sólo de decorar minuciosamente el interior del castillo, sino de cultivar en la propiedad flores llenas de aromas extraordinarios. En un brinco en el tiempo, fue en 2016 que Christian Dior Parfums le devolvió la gloria al château y en realidad a la propiedad, no sólo replicando la decoración que Monsieur había montado en su momento, sino recreando su jardín y replantando rosas de mayo y jazmín de Grasse. Christian Dior siempre pensó en tener sus propias flores: las flores Dior para los perfumes Dior.

El brillo de los ingredientes del bouquet que François Demachy depositó en J’Adore L’Or declara los absolutos de jazmín Grandiflorum afrutados, exuberantes, deliciosos y las rosas de mayo intensas, femeninas y sensuales. La vainilla de Tahití da los acentos especiados para terminar el hechizo, y junto con el Ylang Ylang provocan una danza seductora de flores que confunden los sentidos. J’Adore L’Or es una joya floral donde el oro armoniza la ecuación tanto en su tapón, en el detalle del largo cuello del ánfora y en su jugo.

Es como si se tratara de oro líquido que te invita a usarlo de inmediato, por cierto, todo hecho en Francia. La botella manifiesta el encuentro entre lujo y tecnología, no menos de cinco años se invirtieron en su ella.

Las flores de JÁdore L’Or

Las flores de J’Adore L’Or no sólo son las más bonitas, sino que están llenas de tradición y cumplen con belleza, aroma, estándares altísimos de calidad para cultivarlas, extraer su aroma y herencia. Todo se remonta a Grasse, esa tierra donde pocos tienen el privilegio de disponer de sus cosechas.

Tierra que se cuida con procesos ancestrales para que nutra y cultive aromáticas flores cuyas cualidades generan fragancias inesperadas. Christian Dior quería conservar no sólo las tradiciones sino las técnicas del lugar, por lo que formó un equipo de expertos agricultores de la región. Aquellos que aún lo recuerdan, no pueden olvidar su dedicación y encanto por las tierras de Grasse, además de que enfatizan la escala de su ambición: nunca se perdió una sola cosecha ni de sus viñedos, ni de sus flores. “Había flores por todas partes, ¡era increíblemente hermoso!”. Sin duda Monsieur Dior quería que sus perfumes fueran tan excepcionales como sus vestidos, pero las miles de flores plantadas tenían otro significado, eran también una declaración de amor por la naturaleza.