La escritora española de la posguerra Ana María Matute, no tenía reparo en asumirse como toda una entusiasta del gin tonic. Decía:

“Un gin tonic te da una lucidez bárbara”.

Y es que solo tal vez, tenía razón.
Lo que sí sabemos es que esta refrescante bebida nos recuerda el optimismo de un verano en el Mar Caribe o Benidorm. Liberados de cualquier compromiso o agobio. Estamos ahí, sumergidos en las burbujas reverberantes del agua quina y el sabor mediterráneo de la ginebra. ¿Qué más puede pedirse?

Y es que este trago que nos regaló Schweppe & Co, inspirado y creado por primera vez en Ginebra, Suiza, es el equilibrio perfecto entre la sensualidad y la frescura. Digestivo, con una alta aportación de ácido cítrico de  63,60 mg, además de calcio y vitamina A, este trago representa el triunfo mismo, cuando las tropas inglesas combatieron la malaria con la quinina, a la que muy astutamente agregaron ginebra en señal de victoria.

Como suele ocurrir con las cosas grandes de la vida, el secreto de un gin en su punto, depende de pequeños detalles a considerar:

1)    La importancia de la tónica es tanta como la ginebra misma, no escatimes en adquirir la mejor que te sea posible. La Scheweppes no tiene falla, por ejemplo.

2)    Antes de agregar el hielo y servir la ginebra, es importante que enfríes la copa en movimientos circulares por uno o dos minutos y te deshagas del hielo derretido, para nuevamente agregar hielo fresco y aromatizar agregando la cáscara del limón para conservar el aceite aromático, en vez de hacerlo al final.

3)    Procura utilizar un solo botánico en la copa para conservar la fidelidad del sabor. Mis favoritos son el jengibre y el clavo, pero el anís, la canela cassia y el cardomomo, también son irresistibles.

4)    ¡Jamás! agregues zumo de limón directo en el gin, las burbujas se perderán muy de prisa.

5)    Vierte el agua tónica con calma, así conservarás el gas carbónico por más tiempo.

Disfruta en la compañía adecuada y disuelve las tensiones y el estrés en la sensualidad y frescura de sus burbujas que nos recuerdan una frase del maestro Manuel Altamirano: “¡Una burbuja de jabón!… ¡He aquí la vida de la felicidad!”, pues así, pero la burbuja fina del tónic.