Carla Fernández, una visionaria mexicana, platica en exclusiva con Grazia sobre la importancia de abrazar nuestras raíces y aprender de ellas.

La casa en donde habita Carla Fernández y su familia, es un impactante oasis artístico dentro de la Ciudad de México. En unas cuantas décadas, este espectacular recinto se convertirá en un pilar arquitectónico contemporáneo y, seguramente, abrirá sus puertas como aquellas casas de Luis Barragán, la casa azul de Frida Kahlo y Diego Rivera, la mansión de Antonio Rivas Mercado, entre otras.

En estos días, Carla Fernández y su esposo, el reconocido artista Pedro Reyes, recibirán el Visionary Award en Design Miami, el primero que otorgan a una diseñadora de moda. Su casa es tan solo uno de los ejemplos del trabajo en equipo que ambos han llevado a cabo. Ese día la diseñadora vestía una oversized T-shirt estampada con un mapa del continente americano formado por los nombres de las comunidades de cada región; una idea también concebida en colaboración con Reyes y que estará exhibida en su booth en el formato de una placa de aluminio rotulada con el diseño. Las ganancias de las camisetas, como la de Carla, que se vendan durante el evento, serán donadas a una organización que busca reunir a los niños inmigrantes con sus familias.

“¿Quieren algo de tomar”, nos dijo Fernández luego de recibirnos en la acogedora cocina. La habitación, no tan ajena al estilo que maneja la casa en general, tiene todos los artefactos de cocina —platos, vasos, cucharones, espátulas— hechos en México. Desde ahí comienzas a entender a Carla Fernández como persona amante de su cultura y activista. “Perdón el tiradero”, dijo la diseñadora refiriéndose a unas bolsas negras que estaban en el piso atrás del antecomedor, “son para donar a los migrantes”. Esa semana la caravana de migrantes, proveniente del sur del continente, tocó base en la capital mexicana y Fernández tan solo busca poner su granito de arena para abordar la crisis social.

Recién llegada de Londres en donde expuso su habilidad como diseñadora y guardiana de la cultura mexicana en la plataforma del V&A Museum, Fashion In Motion, Fernández se sentó en su sala, un juego de sillones y dos sillas en palma tejida que contrastaban con los coloridos lomos de los libros que permanecen empotrados en los cubículos de concreto. Una obra de arte más en su casa, la inmensa biblioteca que ve, no solo hacia el recibidor y la sala, sino al comedor y a una especie de estudio también. Al fondo una pirámide construida con bloques de concreto tallados y una escultura simétrica, en el mismo material, completa el panorama artístico.

La mexicana, ha hecho de su carrera una oportunidad de devolverle a la indumentaria tradicional mexicana una voz en la industria de la moda luego de la globalización de ideas. En México “debemos comenzar a hacer lo que sabemos hacer y partir de otra realidad”, declara la diseñadora que escribió en su manifiesto de moda: “Un día nos despertamos y nos dimos cuenta que nos importaba poco lo sucediera en París”. 

Carla Fernández y su equipo tienen como objetivo principal conservar las reliquias de la indumentaria mexicana y las tradiciones; ella vende a coleccionistas. “Yo sí creo que las personas [a quienes] les interesa nuestro proyecto y que usan nuestras prendas, son los guardianes de estos haberes ancestrales. Son personas que leen acerca de la pieza, se interesan, que preguntan, que saben la complejidad que hay atrás de un objeto”, argumentó Fernández.

La sostenibilidad, uno de los temas más comentados en la industria de la moda nacional e internacional, es un pilar de la firma homónima de la diseñadora. “Nosotros aprendemos todos los días de las comunidades indígenas, de su manera de vivir”, dice Carla. El “equilibrio maravilloso” de dichas localidades, como lo pone Fernández, “donde hacen un vestido y ese huipil que se tardan ocho meses en hacer, lo usan ocho años. Tenemos que empezar a pensar como piensan las comunidades indígenas; con este respeto hacia tu comunidad, hacia ti misma y hacia la naturaleza […] No podemos llenar al mundo de basura, ¡ya no podemos! O sea, un cierre metálico se tarda en deshacerse 500 años”.

Con ese mismo respeto del que Carla habla, a través de sus prendas, que en realidad son únicas por su proceso de elaboración siguiendo costumbres milenarias, ella contagia una visión progresiva. Aunque la indumentaria es una categoría importante en nuestra cultura, no todos los mexicanos pueden hablar sobre las comunidades étnicas con gran conocimiento; Carla sí. Es su exhaustiva investigación, con recorridos por todo el país, lo que la hace una experta en el tema y que le ha valido una licencia para intervenir los diseños tradicionales.

Al momento de poner manos a la obra y diseñar, Carla, con su gran conocimiento en el patronaje autóctono —lleva 28 años estudiando la indumentaria indígena de las 68 comunidades alrededor de México—, comienza a idealizar piezas camaleónicas. “A nosotros nos gusta mucho trabajar con prendas que son muy juguetonas; que las puedes hacer un vestido pero de repente se puede amarrar de ocho maneras diferentes, o se puede hacer un short”, dice Fernández. Y no solo se trata de jugar con una prenda en específico, sino de maximizar los recursos y reciclar, de cierta forma, la compra —ahí se ve reflejada nuestra personalidad—. “Lo bonito de la moda es que tú la haces. A mí me gusta una prenda y la uso de una manera y alguien más la usa de otra manera”, agregó.

Sobre su Visionary Award, Carla se lo atribuye a las artes populares nacionales: “Es un reconocimiento para esa fusión de moda —futuro, presente, pasado, lo hecho a mano—. El compromiso que tienes tú como empresa con el lugar en donde vives y con lo que quieres hacer”. Y como visionaria de nuestros tiempos, Carla Fernández sueña con un futuro hecho a mano como un poder económico y un diálogo. “Creo que México es un muy buen ejemplo de cómo hacer moda diferente, de cómo estamos creando nuestro propio sistema de la moda”, declara Fernández mientras hace un llamado a involucrarse e informarse sobre lo que pasa artísticamente en el país. “En cuestión de este tipo de colaboraciones con diferentes áreas —diferentes artistas, diferentes artesanos, en diseño—, somos punta de lanza”, concluye la diseñadora.

*Fotografía y video: Salvador Álvarez