Gabrielle ‘Coco’ Chanel es quizá la couturier y musa más icónica del siglo XX. Su historia es conocida por el mundo entero y su herencia es la más lujosa y elegante: la maison Chanel. Pero la historia de Gabrielle, a pesar de ser un caso de investigación constante, marcó el rumbo de la moda femenina en todos los sentidos. En los años veinte, fue ella quien impuso el garçonne look e incitó a las mujeres a cortarse el pelo en un bob. También introdujo el jersey como una tela opulenta y modernizó el tweed a través de sus característicos trajes sastres.

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Gabrielle Bonheur Chanel nació en la región del valle de Loira en 1883, la segunda hija del matrimonio de Eugénie, conocida como Jeanne, y Henri-Albert. Tras la muerte de su madre, Albert abandonó a sus cinco hijos —tres niñas, dos niños— en un convento, Chanel tan solo tenía doce años. Fue ahí donde la futura couturier comenzó a desarrollar sus habilidades en la costura. Al cumplir 18 años, Gabrielle Bonheur inició sus estudios en la escuela católica Notre Dame y profundizó su conocimiento en lo que algún día se convertiría en una profesión eterna.

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Todo mundo sabe que el imperio de Chanel empezó siendo una tienda de sombreros. Desde ahí, la idea de la creativa por revolucionar la imagen femenina impuesta por la sociedad, se convirtió en su motor. La estética de cada diseño era alejada de la extravagancia que caracterizaban a los sombreros gigantescos con plumas, pájaros y flores de la Belle Époque. Contrario a esto, Mademoiselle Chanel apostó por piezas basadas en la simplicidad.

Su primera tienda en rue Cambon fue inaugurada gracias a los esfuerzos financieros de su entonces novio, Boy Capel, y su amigo Etienne Balsan. Con la ayuda de ambos, Gabrielle Chanel logró atraer a las mujeres rebeldes de París que buscaban un cambio radical de estilo. Su pelo corto y outfit que emulaba a “un niño uniformado para ir a la escuela”, propusieron la imagen de una mujer libre.

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En el verano de 1913, Chanel presentó su primera colección en Deauville; sin embargo, fue hasta 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, que el mundo vio su versión Alta Costura en confecciones de jersey delicadamente bordadas —quizá la primera probada del minimalismo que en los noventa reinaría de la mano de Calvin Klein y la ola de diseñadores japoneses— con alusiones al estilo marinero. De ahí, las presentaciones de Gabrielle Chanel traerían prendas en tonalidades neutras, particularmente teñidas en azul, beige y negro. Sin acentuar la cintura y acortando las faldas, Coco hizo que la idea de lujo cambiara a la comodidad.

Su renovado estilo conquistó el Reino Unido, no solo al abrir una boutique en Londres, sino al apoderarse del campo en Escocia en la propiedad del duque de Westminster, con quien sostuvo un romance. Adelantada a su época, Coco Chanel vestía cardigans con shorts; abrigos con cinturón a la cadera (el drop waist) y slingbacks; y pantalones de tiro alto y holgados a juego de una Breton shirt. Las salidas a cazar o pescar junto a Winston Churchill incluían sombreros bowler y, en ocasiones, sets estampados.

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Una mujer independiente, de acuerdo a Coco Chanel, debe tener en su clóset perlas —muchas de ellas—, abrigos oversized, un par de mary janes y otro de slingbacks, blazers y blusas un tanto holgadas. El LBD o little black dress —en español pequeño vestido negro— y una Chanel jacket coronan con elegancia. Son precisamente estas lecciones e imposiciones de la musa las que prevalecen en el mundo de la moda y que el mismo Karl Lagerfeld se encargó de conservar. Hoy, la estética garçonne está más vigente que nunca y vale la pena recordar cuando Coco hizo lo suyo para hacer brillar su personalidad.

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*IMAGEN: Getty Images