Pasaron cinco meses para que esta sorpresa se develara —y si eres un discípulo de la moda, seguro ver el nombre de estos dos creativos juntos te emocionó tanto como a nosotros. El minimalismo del belga, Dries Van Noten, se fusionó de manera perfecta con el maximalismo del francés, Christian Lacroix, para primavera-verano 2020. Los asistentes fueron sorprendidos con una rosa en sus asientos, un guiño extraordinario a los finale del creativo francés.

Para los que no han escuchado de las andanzas de Lacroix, permítanos ponerlos en contexto: Christian fue uno de los couturiers más aclamados de las últimas dos décadas del siglo pasado gracias a su gran talento de crear prendas teatrales con romanticismo. Sus pasarelas en el marco de la semana de la Alta Costura hace un par de años eran el hottest ticket. Al igual que John Galliano cuando lideraba Dior, Lacroix siempre dedicó su tiempo en la moda a estudiar la historia de la indumentaria y recrearla con piezas dignas de ser exhibidas en un museo. Fue el primer diseñador apoyado por el conglomerado de Bernard Arnault, LVMH, para empezar su firma homónima. Pero no todo fue color de rosa para el nativo de Arlés, Francia. En una entrevista con The Guardian, Lacroix confiesa que su caída se debió al poco balance que existía entre sus creaciones y el negocio: “Creo que siempre es difícil [balancear] las necesidades del arte y el negocio […] Yo traté de hacer ambos para proveer no solo dinero a mis trabajadores, sino algo más, algo que fuera hermoso, que inspirara placer o emoción”.

Con tal experiencia, Dries, uno de los diseñadores más brillantes de nuestros tiempos, decidió regresar esa chispa que tanto emocionaba al fashion crowd. Reunir a Van Noten con Lacroix, es como el resultado de Maison Margiela con John Galliano —que coincidentemente presentó su colección SS20 horas antes. El producto final indagó en la sinergia teatral con el constante mensaje que el belga siempre infunde en sus colecciones: atemporalidad. Como comentó alguna vez en una entrevista con Tim Blanks: “Quiero hacer ropa que para mí es diferente y sorprendente. […] La moda para mí es emocional y creo que debes tener cuidado en no usar [la emoción] seguido. Debes ponerla en el momento preciso y para mí ese momento es una pasarela”.

Las flores del jardín fantasioso de Dries estaban ahí junto a los volúmenes y volantes de Lacroix. Alguna que otra referencia a la década de los ochenta, cuando la moda comenzó a globalizarse, se sintió en las siluetas y las combinaciones de colores y estampados. Trayendo la especialidad del francés a la jugada, la ópera y su vestuario, el matrimonio pintó la utopía de la industria cuando la belleza sobrepasaba cualquier límite preestablecido. Al final del camino, es por este tipo de colecciones que decides dedicarte a la moda —seguro te has cruzado con un arsenal de personas que te dicen: “yo estudié moda gracias a Galliano”. Y tanto Dries Van Noten como Christian Lacroix saben que hoy ese romanticismo es escaso. La inimaginable mancuerna nos hizo enamorarnos de nuestra profesión una vez más.

*IMAGEN: Getty Images