La semana pasada, el mundo entero se puso de cabeza cuando Emily Ratajkowski apareció en una sesión de fotos con las axilas sin depilar.

Así, en una de las sesiones más sexys que hemos visto de la actriz y modelo, aparecieron todos y cada uno de los vellos que poblan sus axilas junto a un ensayo que escribió para una revista titulado: Emily Ratajkowski explora lo que significa ser híper femenina.

Tras la publicación, Emily subió la fotografía a su Instagram invitando a la gente a leer sus palabras, sumamente consciente del impacto que tendrían esos vellos que a más de uno aterrorizan.

“Demos a las mujeres la oportunidad de ser lo que quieran y de ser tan multifacéticas como puedan ser”, pidió. En una imagen bien diseñada, Emily nos otorgó el poder de aspirar a su capacidad de decisión.

En un ensayo sumamente reflexivo, la actriz se cuestiona lo femenino y el origen de lo que se considera femenino, así como la connotación negativa del mismo, porque en la historia de la humanidad, lo femenino es débil, sumiso, manipulador, algo en lo que no se puede confiar y que debe ser vigilado y dominado.

“¿Por qué, como cultura, insistimos en separar lo inteligente y serio de lo sexy?”, se pregunta Emily. Y con la foto con la que ilustra su ensayo nos está obligando a darle la vuelta. ¿Por qué los titulares de las notas que salieron ese día hablan sobre el vello en sus axilas y no sobre el mensaje tan poderoso que escribió?

La situación no le es desconocida. Hace algunos meses fue arrestada en Washington D.C. por protestar contra la nominación de Brett Kavanaugh a la Suprema Corte, pero en lugar de exponer sus ideas, los titulares de los medios hablaban de que Emily no llevaba bra, como si de alguna manera ese hecho le restara credibilidad a su protesta.

Hoy el vello en sus axilas es la protesta, la reflexión y la invitación, y es el pretexto para que nos detengamos a pensar en lo que desde hace siglos se define como femenino. ¿Cuántas de las cosas que hacemos las elegimos realmente? ¿Cuántos de nuestros hábitos ‘femeninos’ son resultado del hetereopatriarcado que ha dominado al mundo en los últimos 2 mil años? ¿Cuántas de las cosas que nos gustan, realmente nos gustan?

Pamela Palenciano lo explica en su libro Si es amor, no duele, en el que recorre de manera breve y sumamente ilustrativa la historia de la construcción de cada género y las situaciones que se nos han impuesto tanto a hombres como a mujeres, basadas únicamente en lo que tentemos entre las piernas.

Los hombres deben ser viriles, fuertes, poderosos, arriesgados. Las mujeres debemos ser delicadas, sumisas, contenidas. El mundo en azul y rosa, en el que ni los hombres lloran ni las mujeres tienen vello en las axilas.

Y durante siglos se ha esperado que tanto hombres como mujeres representemos los papeles que nos tocaron, aceptando lo ‘femenino’ y lo ‘masculino’ sin cuestionar el guión. Por eso, el vello de Emily Ratajkowski nos hace tanto ruido, y el hecho de sacudirnos incluso a las mujeres es lo que lo hace tan poderoso.

Su vello se sale del guión de lo femenino, de lo sexy, de lo socialmente aceptado. Y aparece para reforzar nuestro derecho a decidir lo que cada una de nosotros considera ‘femenino’ y sexy.

Lo femenino y lo masculino debería ser una elección personal, y el hecho de estar reflexionando sobre el vello de una modelo exitosa nos da la oportunidad de pararnos a revisar cuántas de las cosas que hacemos se adaptan al guión que ha dominado el mundo, y cuántas de ellas realmente nos apetecen como seres humanos.

En los últimos años, la comunidad LGBTTT nos ha dado una gran lección, obligándonos a cuestionarnos lo que es propio de cada género y lo que se atañe a la preferencia sexual, y a proponernos buscar una libertad en la que todos se sientan cómodos

Pero las mujeres como género, a pesar de lo mucho que hemos avanzado en temas de derechos, seguimos sin retar realmente los conceptos de lo rosa y lo azul. Emily lo hizo, y aunque no fue la primera (Julia Roberts, Miley Cyrus, Stacey Solomon, entre muchas otras), nos está recordando la necesidad de cuestionar lo que se considera ‘femenino’ y de tomar decisiones sobre lo que nos gusta y nos funciona a cada una de nosotras (y a cada hombre, si hay alguno por ahí que odie los vellos en sus axilas).

Emily cierra su ensayo invitándonos a decidir, y reafirmando que en la elección de cada una reside nuestro feminismo. Su vello tiene el poder de recordarnos que cada mujer puede y debe poder usar lo que le dé la gana, representarse como le dé la gana, y auto definirse como le dé la gana, en burka o en ropa interior de encaje.

*IMAGEN: Getty Images