Moda

Una pieza con su firma es sinónimo de lujo, sin embargo, el propio diseñador se enfrenta a la desvalorización del arte de la confección a medida.
El concepto de las prendas a medida viene acompañado de muchos ceros. Este es el caso de Rory Duffy, cuyas creaciones oscilan entre los $5,000 y $6,000 por traje y que hoy, peligran con extinguirse.
Con 33 años de edad y parte de un linaje de sastres con cinco generaciones detrás suyo, el irlandés es propietario de Against Nature, un atelier ubicado en Manhattan’s Lower East Side. “Tengo muchos clientes” aseguró a The Daily Beast, “pero no suficientes para mantener un negocio” declaró.
Utilizando una técnica de corte hecho según las proporciones del cuerpo de sus clientes, Rory se convirtió (extrañamente) en pionero del arte de los trajes a medida en la ciudad de Nueva York en 2011. “No importa que tan en tendencia estuviera, yo era el único maestro sastre en la ciudad” reveló además de asegurar de que dicho concepto, ha sido malinterpretado en términos de moda.
“El bespoke [como se le conoce comunmente] lo hace un sólo sastre y el made-to-measure una fábrica” recalcó. “Nadie quiere decir que hace made-to-measure, pero lo están haciendo. Yo era el único que realmente hacía bespoke” aseguró.
Sin embargo, lo exclusivo de sus confecciones no le garantizó un negocio solvente. “El bespoke no se puede realizar a gran escala y desde que Brooks Brothers introdujo en Ready-To-Wear [en 1850] ya no queda tal cosa como la tradición”.
Si bien, es consciente de que –lamentablemente– lo suyo está en peligro de extinción, gracias a la baja audiencia amante de lo hecho a medida, en la gran manzana, sí se muestra convencido de la calidad de sus entregas. “Los hombres que vienen conmigo no pueden usar un traje regular” finalizó.
Tener prendas hechas al talle es un lujo que pocos pueden darse. Pero ¿qué hay de los fashionistas neoyorquinos y su renuencia a lo exclusivo? Tal y como lo declara Duffy, el furor por las prendas aterrizadas a lo comercial –y un creciente boom por el look sporty– podrían ser los culpables. Al menos, en el mercado estadounidense.