Las llamas están acabando con la vegetación y fauna de la Amazonia cerca de Porto Velho en Rondonia, el fuego está con todo en Brasilia, los bomberos intentan apagarlo en el municipio de Guaranta, cortinas de humo cubrieron un área cerca de Humaita, Estado de Amazonas. Además, el fuego avanzó en áreas de protección ambiental, los incendios continuaron en Para y Mato Grosso y el cielo de São Paulo se tornó gris.

Ya sabes lo que está pasando, seguramente has visto hasta el cansancio noticias al respecto. Pero, ¿realmente te has preguntado por qué la Amazonia es fundamental en el mundo?

Netflix estrenó una serie documental de National Geographic denominada One Strange Rock en febrero, producida por Darren Aronofsky y narrada por Will Smith que muestra la Tierra como nunca la habíamos visto. El primer episodio, Gasp, explica desde la perspectiva de aclamados astronautas como Nicole Stott, Mae Jemison y Chris Hadfield, cómo se conecta el mundo en el que vivimos.

Hadfield, quien pasó 166 días en el espacio, explica que el único planeta con un medio ambiente rico en oxígeno es la Tierra —pero eso ya lo sabemos. El punto es: ¿cómo es que hay suficiente para todos?

La respuesta es sorprendente, pues todo comienza en un desierto de sal. Como el actor estadounidense menciona, en Danakil al este de África los habitantes dependen del desierto y nosotros también, porque aunque no lo creas, las tormentas de arena viajan sobre el Océano Atlántico y llegan hasta la Amazonia en Brasil.

Cada año, aproximadamente 27 millones de toneladas de ese polvo caen del cielo en la cuenca del Amazonas como el fertilizante perfecto, cuenta el astronauta canadiense. Conforme crecen las plantas y los árboles, convierten el dióxido de carbono en oxígeno. Un árbol puede producir lo suficiente para mantener a dos personas y la Amazonia es diez veces el tamaño de Texas, entonces produce veinte veces más oxígeno del que todas las personas sobre la superficie de la Tierra podrían consumir. Sin embargo, son tantos los animales que habitan en la Selva que ahí mismo se consume todo, no sale a ningún lado como pensábamos.

Como explica Will Smith, por años hemos pensado que el bosque tropical eran los pulmones del planeta, claro que genera mucho oxígeno, pero lo consume todo. El bosque tropical nos ayuda a respirar pero no por el aire, sino por medio de un río inimaginable: el cielo.

La Estación Espacial Internacional trabaja a casi 305,000 metros de altura y la climatóloga Rosa María dos Santos descubrió desde ahí cómo respira el planeta: los árboles y las plantas succionan el agua del suelo y cuando llega al punto más alto, la combinación del sol y el viento se convierten en un río caudaloso, un río volador. Rosa explica que con la torre se puede medir el “río” con exactitud, y si fuera uno normal sería el más grande del planeta, incluso más grande que el Amazonas debajo de él.

Chris Hadfield explica cómo el río de nube fluye por todo el sur de América, hasta que su recorrido choca con un muro de ladrillos de 8,900 kilómetros de largo y hasta 6 kilómetros de alto: los Andes. Así es, las nubes se condensan y se vuelven gotas de lluvia que bajan por laderas y fluyen directo hacia la cuenca del Amazonas, erosionan las rocas y las convierten en sedimento hasta que todos los nutrientes llegan al océano. La espera de estos sedimentos está en un organismo extraordinario cuatro veces más delgado que un pelo humano y se llama diatomea —el verdadero pulmón de la Tierra.

Estos usan parte de la roca deshecha para crear conchas nuevas y así reproducirse. Su población se duplica a diario y cada una comienza a producir oxígeno. Así el ciclo continúa hasta conectarse con diferentes partes del mundo, y como declara la astronauta estadounidense Mae Jeminson: “Todos los sistemas tienen que trabajar juntos para que nosotros podamos respirar”.

 

*IMÁGENES: Film Stills One Strange Rock