La moda pierde una de sus voces más afiladas, libres y fieramente independientes: Pam Hogg, la diseñadora escocesa que convirtió el punk en un lenguaje, el látex en una armadura y el desfile en acto de rebeldía. Hogg falleció a los 72 años, dejando atrás un legado que no cabe en etiquetas, pero sí en una palabra: icono.

En tiempos donde las tendencias nacen y mueren a golpe de algoritmo, su visión recordaba algo esencial: la moda no se obedece, se desafía.

De Glasgow al universo underground: una mente que no conoció límites

Nacida en Glasgow en 1951, Hogg creció rodeada de música, contracultura y arte. Estudió en la Glasgow School of Art y la Royal College of Art de Londres, pero su aprendizaje real sucedió en pubs llenos de guitarras distorsionadas y en estudios improvisados donde los patrones se mezclaban con riffs eléctricos.

En los 80 irrumpió en la escena londinense como un vendaval: colores ácidos, siluetas imposibles, monos de látex, cremalleras que parecían esculturas y un imaginario donde el punk se encontraba con el glam rock, el fetichismo y el futurismo. No era moda para desfilar en silencio: era moda para existir en alto voltaje.

Una creatividad indomable: colecciones como manifiestos

Pam Hogg no seguía temporadas, ni tendencias, ni calendarios. Sus colecciones tenían algo ritual, una teatralidad salvaje y una energía casi visceral. Algunas de sus claves:

  • Los catsuits: convertidos en su firma absoluta: ajustados, brillantes, cortantes. Una mezcla de superheroína, guerrera y rockstar.
  • El latex y el vinilo: no eran materiales; eran actitudes. Ella los utilizaba para empoderar, nunca para complacer.
  • La influencia del arte: sus desfiles parecían performances: había referencias al cine, al gótico, al futurismo, a la imaginería religiosa y a la cultura club londinense.
  • La provocación estética: a veces incómoda, siempre brillante. Hogg nunca pidió permiso a la moda; simplemente la incendiaba.

La diseñadora que vistió a las mujeres más poderosas del pop

Si había una celebrity que necesitaba un look que gritara “soy inolvidable”, llamaba a Pam Hogg. Su visión era magnética para artistas que entendían la moda como extensión del escenario. Entre sus musas más fieles estuvieron:

  • Lady Gaga, que convirtió sus monos en parte de su identidad visual.
  • Kylie Minogue, a quien vistió en momentos clave de su carrera.
  • Rihanna, fascinada por su imaginario sexy y agresivamente cool.
  • Björk, otra creadora indomable que encontró en Hogg una aliada estética.
  • Siouxsie Sioux, tótem del punk, cuya esencia se reflejaba en cada costura.
  • Debbie Harry, que la llamó “una de las pocas diseñadoras que entienden la energía de una mujer en el escenario”.

Su relación con la música era tan profunda que muchos la consideran la diseñadora más rock del Reino Unido, casi más cercana a un guitarrista de punk que a un atelier tradicional.

Una carrera que renunció al lujo para abrazar la autenticidad

Pam Hogg nunca quiso ser mainstream. Nunca buscó una gran casa, ni una colaboración millonaria, ni un estatus “comercial”. Prefería la libertad absoluta, el riesgo, el exceso. Por eso se convirtió en figura de culto.

Desfiló en Londres Fashion Week, sí, pero siempre a su manera: con modelos que parecían criaturas de otro planeta, con bandas sonoras propias y con estética que rompía los códigos establecidos.

Su influencia se extiende hoy en diseñadores emergentes que buscan romper el molde del prêt-à-porter y recuperar la moda como herramienta de expresión, no de consumo.

El legado de una rebelde necesaria

Pam Hogg fue directora creativa, artista visual, cantante, performer y, sobre todo, una outsider por elección.
Su muerte deja un hueco difícil de llenar porque ella encarnaba una forma de crear que el sistema de la moda apenas reconoce: la de quienes arden por dentro, sin pedir permiso, sin bajar el volumen.

Su obra seguirá viva en escenarios, alfombras rojas y en cada diseñador que entienda que la moda no solo viste cuerpos: viste actitudes.

Hoy despedimos a Pam Hogg, pero el punk que ella llevó a la pasarela no muere: se transforma, palpita y sigue inspirando a quienes entienden la moda como un acto de libertad. Porque si algo nos enseñó es que el estilo no se compra: se grita. Un legado así no se apaga: se hereda.

*Imágenes: Getty Images