Desde que Casey Cadwallader tomó las riendas creativas de Mugler, la casa de moda regresó a la estética de su fundador, Thierry Mugler, y su trabajo durante los años ochenta y noventa. Con diseños de proporciones exageradas, cortes angulares y una noción súper seductiva, pareciera que la fórmula es la antítesis del consumismo urbe de hoy en día; sin embargo la receptividad ha sido gratificante.

Bella Hadid abrió la pasarela vistiendo una chaqueta con corte a la sesgo tipo smoking, un corseé de malla y unas medias panti de “derrièrre”, confeccionadas por sastres, reafirmando que en esta colección la sensualidad y lo erótico son la máxima expresión de lo chic. Con una fusión minimalista, la entrega trajo combinaciones esperadas que se sentían con la esencia de la firma.

Mugler persevera conceptualmente también en escotes, tops cortos, y cortes asimétricos entre faldas y pantalones. Los colores empezaron en neutros y azules para luego tornarse a un espectro de tonos —esto aludiendo un poco al tie dye, en mallas y drapeados ajustados al cuerpo.

La pasarela presentó diversidad de modelos, hombres y mujeres, y tallas con variación en las siluetas. Sin duda esta colección es la simbiosis perfecta entre la identidad histórica de una firma y la personalidad de su nuevo creativo.