La lente de Graciela Iturbide no solo captura imágenes, sino emociones, silencios y símbolos. Nacida en la Ciudad de México en 1942, creció en una familia católica y conservadora, donde las normas parecían predefinidas. Sin embargo, su mirada encontró libertad a través de la cámara, transformando lo cotidiano en poesía visual.

Antes de ser considerada una de las fotógrafas más influyentes de Latinoamérica, Iturbide soñó con dirigir cine. Estudió en el Centro de Estudios Cinematográficos de la UNAM, pero su destino cambió al conocer a Manuel Álvarez Bravo, de quien fue asistente y alumna. “Él me enseñó a mirar con paciencia, a esperar la luz, a respetar el misterio”, ha dicho en diversas entrevistas.

Graciela Iturbide y el Premio Princesa de Asturias
Graciela Iturbide y el Premio Princesa de Asturias

Su obra se nutre de una sensibilidad que trasciende la técnica. Inspirada también por Henri Cartier-Bresson, aprendió a reconocer el “momento decisivo”, ese instante en que la vida y el arte se encuentran. Iturbide no busca la belleza convencional, sino la verdad profunda de la cultura mexicana: las mujeres de Juchitán, los rituales indígenas, los símbolos de la muerte y la espiritualidad que habitan en la vida diaria.

Durante la década de 1970, su trabajo con el Instituto Nacional Indigenista marcó un punto de inflexión. Retrató comunidades de Oaxaca con respeto y empatía, mostrando la fuerza femenina y la dignidad ancestral que las caracterizan. Su serie sobre las mujeres juchitecas la llevó al reconocimiento internacional y consolidó su estilo: una mezcla de antropología visual y poesía.

Graciela Iturbide y el Premio Princesa de Asturias
Graciela Iturbide y el Premio Princesa de Asturias

Hoy, décadas después, el mundo celebra esa mirada única. Graciela Iturbide recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Artes, uno de los reconocimientos más importantes de habla hispana, que distingue la excelencia y la contribución cultural a nivel global.

Más allá del galardón, su legado redefine la forma de ver el arte y la identidad. Sus fotografías han recorrido museos y galerías en París, Nueva York, Madrid y Ciudad de México, inspirando a nuevas generaciones de artistas y creadoras.

En un mundo saturado de imágenes, Iturbide nos recuerda que mirar es un acto de amor, de memoria y de resistencia. Su cámara sigue siendo un espejo de México, y su mirada, una celebración de la vida.

*IMAGEN: Getty Images