Muchos son fanáticos de The Row; otros cuantos siguen sin comprender —hasta la fecha— por qué las gemelas Olsen son ovacionadas cada temporada. Seguro eres millennial y aún tienes en la cabeza la imagen de las hermanas corriendo por las calles de París en outfits ultra kitsch. Sin embargo, Mary-Kate y Ashley decidieron empezar a creer que la moda no es efímera y que las tendencias son en realidad burdas.

Desde que lanzaron su firma en 2007, el dúo creativo ha dado a conocer una visión muy particular y perfecta sobre el uso de la ropa. El nombre, The Row, está inspirado en la emblemática calle Savile Row de Londres, donde el mismo Prince Charles manda a hacer sus trajes a la medida y Alexander McQueen se formó como costurero. Las Olsen no se andan con rodeos, ellas diseñan para quienes pueden comprar básicos de lujo —justo como los clientes de aquellos talleres ingleses. Cada colección, sea de una temporada o pretemporada, está hecha con delicadeza para ellas y ellos que no quitan el dedo del renglón sobre el fondo de armario.

Básicos atemporales, valga la redundancia, es la visión que reafirman con cada presentación; inclusive sus pasarelas son muy básicas. No hay fotógrafos, más que unos cuantos autorizados por ellas para liberar las imágenes oficiales de la colección, los invitados son súper VIP y el espacio solo es decorado con unas cuentas esculturas de arte —un lujo que solo las gemelas se pueden dar.

Durante más de una década, ellas han decidido que los reflectores no son sinónimo de publicidad. Contrario a esto, Mary-Kate y Ashley Olsen confían plenamente en su discurso, lo que ha posicionado a la firma en un pedestal. Aunque en un principio pagar (o gastar) miles de dólares en una prenda andrógina creada por dos exactrices de Hollywood sonaba como una idea descabelladaa, hoy se ha vuelto una inversión —aunque muchos crean que no tienen propuesta alguna.

Su cuenta de Instagram está alejada de ese mundo en donde consiguieron su fama. No hay celebridades, ni siquiera ellas aparecen vestidas en sus diseños. Es más bien una oda al arte, a sus musas y a todo lo que inspira su simpleza y minimalismo. Estéticamente bien curado, cada publicación es una apreciación insólita de la belleza extraordinaria sin nada que distraiga al ojo. Trasladando ese canal de comunicación y raison d’être a sus pasarelas, eso es precisamente lo que las Olsen esperan demostrar cada seis meses: una oda al arte del buen vestir que en los últimos años ha sido acechado y discriminado.

SS20 comenzó con las usuales iteraciones de camisas y pantalones en looks monocromáticos blanco o negro. Luego surgió el color a base de pigmentos combinables —un lila camisero, los terrosos y los azules en distintos degradados— y el volumen sobrio con prendas que incluían fruncidos, cortes en forma de flores, uno de los elementos más ladylike que hemos visto en sus colecciones, y artísticos ovalados.

Con tal perfección, la fantasía pintada por las Olsen sigue tomando gran relevancia. Y aunque existan personas esperando a ver más extravagancia, la realidad es que este espejismo seguirá conquistando mientras otros continúan en la búsqueda de crear el nuevo it item.

*IMÁGENES: Getty Images/Cortesía de The Row