La teoría del botox como alternativa para tratar la depresión no es para nada reciente. Al igual que llorar produce tristeza, sonreír genera felicidad, el botox inyectado en la frente evita que se pueda fruncir el ceño y como consecuencia mejora el ánimo.

Charles Darwin, dijo alguna vez que si expresas los sentimientos externamente, estos se pueden volver internos. William James, profesor de Harvard en psicología en 1860, estableció que los cambios en el cuerpo creados por un estímulo, son los que generan emoción —primero te sudan las manos y luego tu cuerpo se percata de estar nervioso.

Hace un año la revista Journal of Clinical Psychiatry publicó una teoría en la que inyectaron botox a 74 pacientes con depresión aguda. Seis semanas después los pacientes mejoraron su estado del ánimo un 74% debido a la incapacidad de fruncir el ceño. Por otro lado, la teoría sobre “verse bien es sentirte bien” se toma en cuenta. Es por eso que las mujeres que se cuidan y usan botox regularmente tienen un mayor autoestima que las que las contrarias.

Pese a que el botox pudiera ser el tratamiento estelar para tratar la depresión, también se cree que los pacientes pueden generar adicción por la toxina. Por esa razón aún se encuentra bajo estudio y será cuestión de esperar a que la Food and Drug Administration lo apruebe como un método positivo para la enfermedad.

Tú, ¿lo usarías como terapia?

*IMAGEN: Film Still She-Devil