Frank Gehry, quien falleció a los 96 años, dejó una huella indeleble en el paisaje arquitectónico mundial. Su nombre se convirtió en sinónimo de una visión intrépida que rompió con las normas establecidas y abrió espacio a nuevas posibilidades creativas. Si alguna vez te has preguntado cómo una obra puede transformar una ciudad completa, la trayectoria de Gehry ofrece una respuesta contundente.
Su ascenso a la fama llegó con el Museo Guggenheim Bilbao en 1997. Este edificio, con superficies de titanio que parecen bailar con la luz, no solo redefinió la arquitectura museística sino que también impulsó la famosa transformación urbana conocida como Efecto Bilbao.
Gehry logró que la arquitectura dejara de ser un simple contenedor para convertirse en protagonista de un renacer cultural. ¿Recuerdas la primera vez que viste una imagen del Guggenheim? Es difícil olvidar su energía futurista.
Pero su espíritu rompedor venía de mucho antes. En Santa Mónica, California, rediseñó su propia casa con materiales inesperados como mallas metálicas y acero ondulado. Aquella intervención doméstica, criticada y celebrada en igual medida, marcó el inicio del estilo que hoy reconocemos como deconstructivismo. Gehry no temía a lo inacabado ni a lo imperfecto. Su arquitectura invitaba a cuestionar, a interactuar con las formas, a mirar dos veces.
Nacido en Toronto en 1929 y formado en Los Ángeles, Gehry desarrolló una relación íntima con las posibilidades expresivas de la materia. En una entrevista dijo me rebelaba contra todo, una frase que encapsula su esencia.
Esa rebelión creativa dio lugar a obras icónicas como el Walt Disney Concert Hall en Los Ángeles, donde las superficies curvas parecen resonar con la música, y el Pabellón Jay Pritzker en Chicago, una estructura que invita a experimentar el espacio público de forma dinámica.
Su legado no es solo arquitectónico sino también humano. Le sobreviven sus cuatro hijos y su esposa, Berta Isabel Aguilera, quienes acompañaron un trayecto marcado por exploración constante. Hoy te invitamos a reflexionar sobre cómo las ciudades que habitamos serían distintas sin su mirada inconforme. ¿Qué obra de Gehry te ha inspirado más?
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