Moda

El Día de Muertos se vive en todos nuestros sentidos, incluyendo el paladar. En cada altar de muertos, los aromas de la comida recién hecha nos recuerdan a quienes ya no están, y este año la tendencia es reinterpretar los platillos tradicionales a versiones caseras, llenas de amor. Desde versiones modernas del mole hasta diversas versiones del pan de muerto, las cocinas del país se convierten en templos de sabor y memoria.
Aquí te compartimos versiones caseras de los postres más tradicionales:
Pan de muerto con relleno de crema de avellana
Nada dice más “Día de Muertos” como el pan que simboliza el ciclo de la vida y la muerte. Para esta versión moderna, prepara una masa tradicional mezclando harina, azúcar, levadura, mantequilla, huevos, ralladura de naranja y un chorrito de agua de azahar. Amasa hasta que quede suave y elástica, y deja reposar hasta que duplique su tamaño.
Forma los panes con las clásicas “canillas” encima y hornea hasta que estén dorados. Una vez fríos, ábrelos por la mitad y rellénalos con crema de avellana o dulce de leche. Espolvorea azúcar con un toque de canela o pétalos de cempasúchil comestibles para un acabado artesanal y simbólico.
Arroz con leche y aroma de cardamomo
Para la versión especiada y cítrica de este postre tradicional. Cocina una taza de arroz en agua con una raja de canela hasta que esté suave. Agrega leche entera (o vegetal, si prefieres), azúcar al gusto, cáscara de naranja y dos vainas de cardamomo ligeramente abiertas. Cocina a fuego bajo hasta que espese, revolviendo de vez en cuando. Sirve caliente con un toque de ralladura de naranja o frío, adornado con canela en polvo. Si quieres un giro más moderno, ponlo en moldes individuales y déjalo enfriar hasta obtener una textura tipo “cheesecake”.
Chocolate caliente con toque de chile y canela
Para cerrar la noche y acompañar la ofrenda, nada como un chocolate espeso que abrace el alma. Calienta leche (o leche vegetal) con una varita de canela y una pizca de chile en polvo. Agrega trozos de chocolate de mesa o cacao puro y revuelve hasta que se derrita completamente. Endulza al gusto con miel o piloncillo, y bate hasta obtener una espuma ligera. Sírvelo en tazas de barro con una nube de crema batida o bombones de vainilla.
Porque en México, la memoria se cocina, se comparte y se celebra, una cucharada a la vez.