Moda
Desde México, es imposible no mirar con admiración hacia Colombia, un país que se ha convertido en un hervidero de talento creativo, sobre todo en el mundo de la moda sustentable. Una nueva generación de diseñadores y diseñadoras está tomando las riendas de la industria, apostando por la ética, la tradición artesanal y el cuidado del medio ambiente, sin perder de vista la estética contemporánea.
En este sentido, varios nombres sobresalen como protagonistas de un cambio cultural:
Uno de los proyectos más innovadores es A New Cross, liderado por Agustín Nicolás Rivero, quien diseña prendas sin género elaboradas con fibras naturales como alpaca, lino, algodón y seda, y pronto incorporará cáñamo. Su propuesta se basa en recuperar técnicas textiles tradicionales en telares manuales, creando piezas con un enfoque sustentable.
Por su parte, Johanna Ortiz ha logrado lo que pocas: llevar su nombre al plano internacional del resortwear mientras transforma su taller de más de 400 personas en un ejemplo de producción ética. Su “Semillero” capacita a mujeres en técnicas de costura y bordado, fomentando la economía local y preservando el saber artesanal. Además, su marca promueve insumos colombianos y participa en programas de reforestación del Amazonas, sumando así una fuerte dimensión social y ecológica a su estilo tropical.
La marca de Alejandro Crocker se involucra con comunidades vulnerables, transforma desperdicios textiles en nuevas piezas, e incluye a personas trans, migrantes y mujeres de fundaciones en sus procesos de producción. Su propuesta es estética y política al apostar por el diseño como herramienta de inclusión y reconstrucción social.
La marca Woma Hatmakers, fundada por Juliana Granados, ha puesto los sombreros artesanales en el centro de la conversación global sobre moda ética. Cada una de sus piezas es elaborada a mano por comunidades Wayuu en La Guajira, con fibras locales como la mawisa, siguiendo prácticas que respetan tanto la naturaleza como la herencia cultural.
Otro nombre destacado es Cubel, bajo la dirección de Humberto Cubides, quien fusiona estética urbana con técnicas indígenas como el bordado o la cestería. Su propuesta de ropa sin género ha conectado con las nuevas generaciones, y su colaboración con Seven Seven —inspirada en el reino de los hongos— mostró cómo el diseño puede tener un discurso visual profundo con conciencia ecológica.
Marcas como Especia, Guadalupe Design y Agua Bendita también merecen ser mencionadas. La primera, fundada por Luisa Nicholls, celebra la flora colombiana con vestidos de novia de producción ética enfocada en el empoderamiento femenino. Guadalupe Design, creada por Daniela Garcés, une saberes artesanales de India, Ecuador y Colombia en colecciones que apoyan a comunidades productoras. Agua Bendita, por su parte, se ha consolidado como una firma líder en swimwear bordado a mano, con base en Medellín, que promueve técnicas ancestrales y el trabajo justo para más de 700 mujeres.
Aunque diseñadoras consagradas como Silvia Tcherassi o figuras clave como Adriana Santacruz siguen siendo pilares del diseño colombiano, lo cierto es que el enfoque en sustentabilidad explícita está transformando el panorama. Santacruz es reconocida por fusionar tejidos indígenas del Nariño con una mirada contemporánea, mientras que Tcherassi ha llevado el lujo colombiano a las grandes pasarelas del mundo.
Colombia se ha convertido en una potencia en moda con propósito, y estas marcas lo demuestran con fuerza.