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Administradora, visionaria y compañera de vida, Gaby ha sido clave en la construcción de Máximo Bistrot y el grupo que lo rodea. Esta es su historia contada desde adentro.
Gabriela López Cruz no aparece en la cocina. No da entrevistas con frecuencia ni busca reflectores. Pero si alguien quiere entender cómo un pequeño restaurante como Máximo Bistrot se transformó en uno de los proyectos gastronómicos más influyentes de México, tarde o temprano su nombre aparece. Desde los primeros días, cuando junto a su esposo, Lalo García decidieron construir un espacio propio, hasta hoy, con varios conceptos exitosos en su portafolio, Gaby ha sido una pieza clave: la mente estructurada, la administradora impecable, pero también la compañera emocional, la que ha sabido sostener la visión sin perder la esencia.
“El principio fue difícil”, recuerda. “Teníamos algunas diferencias o problemas en el trabajo, y para mí era difícil no llevármelos a casa. Pero aprendimos. Aprendimos a separar, y también a no dejar que nuestra relación se viera mermada por los negocios”.
La historia de Gaby y Lalo es una historia de amor y de sociedad. De dos personas que comparten propósito y valores, y que han entendido que cuando uno flaquea, el otro sostiene. “Hace poco hablábamos de esto… Creo que Lalo y yo sabemos que podemos lograr cualquier cosa que nos propongamos porque, si él falla en un sentido, yo estoy ahí para ayudarlo, y viceversa. Juntos somos más fuertes”, dice. “Yo veo a Lalo como invencible, pero me doy cuenta de que él también ve eso en mí”.

Su rol, como ella misma lo describe, ha sido mayormente administrativo, pero con una mirada integral del negocio.
“Siempre pensamos que la administración era una de las partes más importantes. No sólo es la cocina, es cómo usas los recursos, cómo haces que todo funcione. Lalo es un genio creativo, pero no es ordenado. Ahí entro yo”.
Sin embargo, su visión va más allá de números o procesos. Gabriela ha sido fundamental en empujar al grupo hacia temas de sustentabilidad, conciencia social y liderazgo humano. “Como Lalo ha dicho, nos preocupa el cambio climático, la disminución de los recursos. Hemos ido evolucionando hacia menús más enfocados en verduras, tratando de tener la menor huella posible en el planeta. Y eso lo hacemos con todo el equipo: buscamos que tengan conciencia, que se formen, que crezcan como personas”.
Además, se han inspirado en modelos de empresas que priorizan el bienestar de sus empleados.
“Queremos seguir las tendencias de las mejores empresas del mundo para trabajar. Les damos herramientas para que sean mejores personas, y eso lo transmiten a sus familias, a sus vecinos, a su comunidad”.
Cuando se le pregunta qué momento ha sido determinante en su historia juntos, no duda en mencionar la pandemia. “Fue un momento de incertidumbre, pero también de unión.
“Nos dimos cuenta de que, aunque no tuviéramos el trabajo, disfrutamos la vida juntos. Fue una gran lección de humildad. Todo lo que logras se puede ir en cualquier momento. Hoy valoramos mucho más a cada comensal, a cada cliente que cruza la puerta”. (sobre la pandemia).
Y si algo han aprendido en el crecimiento del grupo, es que no se puede hacer todo solos. “Ya no es como antes, cuando teníamos un solo restaurante y conocíamos a cada uno de los empleados. Hoy somos muchos, pero por eso es tan importante tener socios con quienes compartimos valores. Hacemos dinámicas con coaches personales para alinearnos como equipo. Siempre buscamos formas de seguir compartiendo nuestra visión”.
Pese a que su perfil es más reservado, Gaby tiene una claridad impresionante sobre lo que implica emprender. Su consejo para las nuevas generaciones es poderoso y directo: “Que no tengan miedo. Ser vulnerable, poner tu corazón allá afuera, siempre va a traer una retribución. Que se atrevan a ser creativos, a hacer las cosas con amor y con pasión. Cuando lo haces así, todo sale bien”.
Gabriela López Cruz no necesita una cocina abierta para ser una líder. Su presencia está en la estructura que sostiene cada servicio, en la decisión detrás de cada expansión, en la empatía que rige la cultura de sus restaurantes. Y sobre todo, en la complicidad con Lalo, que ha sido el corazón silencioso de una de las historias gastronómicas más relevantes de la última década.
“Lo más importante siempre ha sido nuestra relación. Compartimos muchas cosas, y lo que más disfrutamos es viajar y comer juntos. Eso nunca lo dejamos. Siempre estamos planeando nuestro siguiente viaje. Eso nos da muchísima energía”.

Entre la pasión, el orden y la visión compartida, Gabriela ha demostrado que el éxito también se cocina en silencio, con entrega cotidiana, con amor inteligente. Y sin duda, con la certeza de que construir algo desde cero —y hacerlo juntos— es una de las mayores formas de trascender.
