Moda

Hay momentos en la moda que trascienden el tiempo, desfiles que no son solo exhibiciones de prendas, sino cápsulas de historia, de herencia, de emoción. Y eso fue exactamente lo que Fendi presentó en su más reciente pasarela: un viaje a través de su propio linaje, una carta de amor a la artesanía que ha definido su nombre durante un siglo.
Desde sus primeros días como un pequeño taller en Roma hasta convertirse en una de las casas más influyentes de la moda, Fendi ha construido su legado con precisión, innovación y una obsesión inquebrantable por la excelencia.
Esta colección no se limitó a celebrar el pasado; fue un puente entre generaciones, una sinfonía de texturas, cortes y referencias que hicieron eco en la historia sin perder de vista la contemporaneidad.
La directora creativa Silvia Venturini Fendi, con la maestría de quien entiende la esencia de su apellido mejor que nadie, presentó una propuesta donde el pasado y el presente dialogaron sin esfuerzo, consolidando la visión de una casa que, incluso después de 100 años, sigue siendo un pilar en la moda global.
Desde el primer look, la pasarela de Fendi se convirtió en un testimonio vivo del savoir-faire que ha definido su estética. La colección se tejió con detalles meticulosos, homenajes sutiles y piezas que encapsularon décadas de innovación sin caer en lo obvio.
¿Cómo se materializa un siglo de historia en una sola colección? Con inteligencia, sensibilidad y una ejecución impecable.
Los chignons trabajados en forma de infinito fueron una metáfora visual perfecta del linaje inquebrantable de la casa, mientras que los beanies de punto adornados con malla evocaron con sutileza a Adele Fendi, la matriarca visionaria que estableció los cimientos de este imperio.
Cada prenda pareció susurrar recuerdos, desde los abrigos sin solapa que jugaron con volúmenes y texturas, hasta los vestidos con cintura caída y bordes de encaje, que parecían guiños nostálgicos a décadas pasadas.
El diálogo entre géneros también cobró protagonismo. Aunque el womenswear llevó el peso del show, el cashmere impecable en polos y abrigos, los sweaters de mohair a rayas degradadas y un impresionante caban coat amarillo limón demostraron que la masculinidad en Fendi es tan sofisticada como su contraparte femenina.
Si hay un elemento que ha estado intrínsecamente ligado a Fendi desde sus inicios, es la piel. Sin embargo, en este siglo XXI, donde la moda se mueve entre la tradición y la reinvención, la casa ha sabido evolucionar su enfoque sin perder su esencia.
El nuevo fur atelier que abrirá en Milán marca una declaración audaz: el savoir-faire de Fendi seguirá perfeccionándose, pero adaptándose a los tiempos modernos.
En esta colección, los abrigos de piel tomaron un giro inesperado. Las icónicas piezas en visón cedieron protagonismo a una nueva interpretación de la textura con mohair y shearling, transformando la opulencia clásica en una versión contemporánea de lujo táctil.
Algunos diseños jugaron con la ilusión de capas, incorporando estolas removibles que parecían solapas invertidas, un detalle que demostró la inteligencia técnica de la maison.
Cada costura, cada pliegue, cada acabado hablaba del nivel de exigencia que caracteriza a la casa. Y es que, cuando Fendi trabaja un material, lo hace con la destreza de un maestro escultor moldeando mármol.
La piel sigue siendo parte de su lenguaje, pero el discurso ha evolucionado: aquí no hay exceso, solo refinamiento absoluto.
*IMAGEN: Google Images