Eres una adicta confesa al chocolate, a las comedias románticas, al chico que vive en el segundo… pero quizás no hayas incluido aún en esa lista tu obsesión por la moda. Y es que, lo que comenzó siendo una pasión, puede haberse convertido en una enfermedad.

¡Que no cunda el pánico! No se trata de nada grave, pero sí hay motivos suficientes -como correr el riesgo de sufrir exclusión (no fashion) social- para que te lo hagas mirar.

Houston, ¿tenemos un problema? © Honer Akrawi
Houston, ¿tenemos un problema? © Honer Akrawi

Lee con atención nuestro listado de síntomas comunes a cualquier fashionaholic para comprobar si el tema se te ha ido un poco de las manos…

1. Síntoma: Te acuestas con Alexa Chung y te despiertas con Alessandra Ambrosio (por eso de la diferencia horaria).
Está fenomenal que sigas en Instagram a todas las tops, its, bloggers y anglicismos varios… pero de ahí a que te vayas a la cama pegada al móvil, siendo lo último que haces por la noche y lo primero que ves por la mañana, hay un trecho.

Terapia: Durante un mes vivirás con una cuenta paralela en las redes sociales y seguirás los perfiles más aburridos del plantea. En solo una semana habrás cambiado tus hábitos y lo último que querrás será dormir al lado de tu smartphone.

Remedios adicción moda
No te lo crees ni tú.

2. Síntoma: Para ti los estampados flamenco (el animal, digo) están pasadísimos.
Vale que llevamos ya un par de veranos viéndolos quizá demasiado en camisas, vestidos, papeles pintados, vasos… Pero en realidad eso lo sabes tú porque vives con un exceso de información de moda. Para tu amiga abogada que sale a las 2 de la mañana de trabajar y lo más moderno que ve en durante la jornada es la corbata de Vespas del socio mono del bufete, pueden ser lo más de lo más este verano. ¡Cuqui ella!

Terapia: Dale una oportunidad (y dos) a tu ropa del año pasado (y del antepasado) que no está tan out como tú te crees.

Adicción a la moda

 


3. Síntoma:
A las 00:00 horas del 7 de enero y del 1 de julio te sientas delante del ordenador a comprar como una loca.
Entendemos que en realidad lo haces por tu economía, porque es más inteligente comprar con descuentos que sin ellos, pero… ¿no crees que estás exagerando un poco? Eres la versión cibernética de la señora que sale todos los años en el informativo empujando a la gente mientras cruza, en el primer puesto, la puerta de El Corte Inglés al comienzo de las rebajas. Sí, esa de la que siempre te habías reído…

Terapia: Huye a un rincón perdido del mundo, desconectada de Internet, y pasa el periodo de rebajas como lo haría alguien al que las compras le importan un pimiento. Descubrirás que no es para tanto.

"Dame las botas y nadie saldrá herido".
«Dame las botas y nadie saldrá herido».

4. Síntoma: Posas en las fotos como si fueses una egoblogger
Ya no sabes diferenciar la ficción de la realidad. Si tu álbum de fotos de las vacaciones parece el catálogo de verano de Urban Outfitters, tienes un problema muy serio.

Terapia: ¿Recuerdas cuando no elegíamos cómo salir en las fotos porque no las veíamos? Pues a partir de ahora deberás usar cámaras analógicas (que además molan todo). Y si al revelar sales con los ojos cerrados, pues mala suerte chiqui, así es la vida.

© Instagram
© Instagram

5. Síntoma: Juzgas a la gente por su forma de vestir.
Nunca lo vas a reconocer públicamente pero en tu interior sabes muy bien que tu compañera de trabajo con look noventero (matizamos: no de inspiración noventera, que eso sí sería cool), no te cayó bien de primeras y le pusiste la etiqueta.

Terapia: Tienes que aprender que la gente mal vestida también tiene derecho a vivir y goza de las mismas igualdades que tú, sí, sí, las mismas. Tu condena será abrir tu círculo de amistades más allá de las fashion victims y hacerte ‘colega’ de las que en su vida han oído hablar de las Rodarte. Al final hasta te lo pasarás bien.

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6. Síntoma:
Tu perro se llama Poppy, Cara, Coco, Karl…
Cualquier nombre corto relacionado con el mundo de la moda lo consideras perfecto para bautizar a tu mascota. Necesitas poner freno lo antes posible, porque no queremos ni pensar de lo que serás capaz cuando tengas un hijo. Podrías trasladar el clásico ‘Kevin Costner de Jesús’ a los nuevos tiempos. Y eso sería un drama.

Terapia: No existe ninguna, el pobre perro no merece cambiar de nombre ahora y sufrir una crisis de identidad. Pero tenlo en cuenta para cuando adoptes un gatito.

Él nunca lo haría.
Él nunca lo haría.

7. Síntoma: Cuando vas a una tienda low cost identificas cada una de las copias de la colección.
En cuanto pones un pie en Zara no ves vestidos: tú solo ves clones. Y paseas, percha a percha, como un policía de la moda: Vuitton, Balmain, Chanel, más Vuitton… Ya no hay nada que te sorprenda.

Terapia: Déjalo estar y cómprate lo que quieras, al fin y al cabo tú no tienes la culpa.

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8. Síntoma:
Tu casa es mona, tu armario es mono… En definitiva, tu vida es mona
Y te preguntarás: «¿qué tiene eso de malo?». Pues mucho. El día a día es espontáneo e impredecible y no disfrutas de él si estás solo pendiente de la estética y de tu cuenta de Pinterest. Para ti que tu jersey guay destiña en la lavadora o que una copa de vino caiga sobre tu alfombra de diseño puede suponer una auténtica hecatombe.

Terapia: Como nos gustan las terapias de choque, deberás pasar un día (no vale quedarse en casa) con lo más feo que encuentres, y si es un chándal y este te queda tres tallas más grande, mucho mejor. Igual tú no le ves la gracia, pero tus amigos seguro sí.

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9. Síntoma:
Tus vacaciones y escapadas giran en torno a la moda
Una exposición de McQueen en Londres, un fin de semana de shopping en París, una visita a los jardines de Yves Saint Laurent en Marrakech…

Terapia: No haces mal, viajar es cultura, así que disfrútalo. Pero si viajas acompañada deja que él también decida, porque puede que te toque desplazarte a la ciudad donde se juega la final de la Champions. Ya ves, cada uno tiene sus ‘taras’.

© Instagram
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10. Síntoma: Solo ves películas por su vestuario
Igual aquí te pasas un poco. Hay vida cinematográfica más allá de Anna Karenina, El diablo viste de Prada o Sexo en Nueva York. Tienes que abrirte a todo.

Terapia: Deberás ver durante un fin de semana todas las entregas de Fast & Furious, donde la idea del buen gusto es un escote hasta el ombligo por el que sobresalen cantidades indecentes de silicona.

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Bonus track:
Y si además eres de las que cree que Stella McCartney es más famosa que su padre o, lo que es peor, a Paul ni le conoces no habrá nada que los médicos puedan hacer por ti. Lo sentimos.

Que dice André que ahí te has pasao'.
Que dice André que ahí te has pasao’.