Seguro que alguna vez has intentado hablar de algo que te afecta directamente y alguien se ha sentido incomodado y ha insistido en que lo primero de todo era analizar tu tono y controlar tus emociones para entonces, y solo entonces, poder debatirlo “civilizadamente”. Bienvenida al barco. El tone policing es una técnica que busca silenciar los pensamientos o puntos de vista de una persona, centrándose en el tono en el que se expresa, dejando a un lado el contenido de lo que dice y, por supuesto, obviando que la carga emocional puede ser una parte importante de dicho mensaje.

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El tono importa, y mucho.
  • Tone policing, silenciando la ira de las personas oprimidas

Manifestantes negros a los que se les acusa de “organizar revueltas” y de manifestarse violentamente para protestar. Esas no son formas, ¿verdad? Que pidan las cosas bien.  Feministas histéricas que se pasan la vida enfadadas por todo. Que pidan que no les maten por favor y con pancartas perfumadas, a poder ser, pidiendo cita previa. Que se quejen lo que quieran, pero donde no molesten.

Lo siento, pero no.

Lo que no tenemos en cuenta es que esas personas se están manifestando porque viven con miedo a que les maten impunemente en cualquier momento. La misma policía que da sensación de protección a los blancos puede ser una amenaza letal para personas no blancas o autistas. ¿Seguro que sabrías mantener la compostura y el más adecuado de los tonos cuando se está debatiendo si deberían poder matarte o no? ¿Seguro que permanecerías tranquilo cuando alguien insinuase desde el privilegio de no haberlo vivido nunca, que quizá… no sea para tanto? ¿Y si alguien insinúa que además tu sufrimiento es merecido o necesario para mantener a tu gente a raya? ¿Y si te dicen que la discriminación que sufres por lo que eres -mujer trans, persona no binaria, neurodivergente, bisexual- realmente no existe y son paranoias tuyas? Mucho habría que meditar para no mosquearse por esto. Imagina vivirlo a diario, varias veces, todo el tiempo. No, el problema no es que seas “demasiado sensible”.

¿Seguro que sabrías mantener la compostura cuando se está debatiendo si deberían poder matarte o no?

Cuando una persona se enfrenta a una vida de injusticias y desigualdades, lo más normal es que viva… bastante cabreada. En serio, vivir en un mundo que te recuerda a diario que eres un ciudadano de segunda, cansa y puede llegar a dejarte exhausta. Tener que soportar continuamente microagresiones o agresiones a secas que invalidan tu experiencia vital, no es precisamente el equivalente a una clase de yoga.

La frase y el montaje es de la página de Facebook ‘LOLA’, a la que le podías dar un like ya porque tiene más razón que un santo.

Que las personas que sufren a diario opresiones como racismo, machismo, islamofobia, misoginia o transmisoginia estén hartas y tengan tirando a poca paciencia a la hora de explicarnos por enésima vez lo que ya han explicado veinte veces y que podrías haber googleado desde el minuto cero, no es nada raro. La respuesta automática ante ciertas situaciones de injusticia es la ira. La emoción. La tan temida y denostada emoción.

El Patriarcado ya nos ha dejado claro muchas veces que la objetividad es la subjetividad del hombre. A un lado de la balanza, la sacrosanta razón y al otro, la malvada e indigna de toda confianza emoción. Para esa persona que te pide que controles tu tono para poder “debatir como adultos”, tú estás en un lado del ring y ella en el extremo opuesto.

«A las mujeres y otros grupos oprimidos nos llevan mandando callar con estas ínfulas desde siempre». © Getty Images

Esto no es nuevo: la lógica y la razón son las dos únicas herramientas válidas y todo lo demás es irracional, sesgado e inútil. Como si no estuviese sesgado todo testimonio, como si los que nos piden que nos calmemos no ostentasen esa calma única y exclusivamente porque desde su privilegio, el asunto les afecta muy muy poco.

A las mujeres y otros grupos oprimidos nos llevan mandando callar con estas ínfulas desde siempre. “No tienes ni idea, mujer, tus emociones te ciegan”. Con dosis extra de condescendencia y paternalismo, como tiene que ser. Podría ser tu profesor, tu ex, tu familiar, tu psicólogo. Podría ser tu tía o tu prima, que viven una situación diferente a la tuya. Podría ser cualquiera.

Pero la falsa dualidad de que la emoción es lo contrario a la razón y que ninguna discusión seria puede incluir a las emociones, nos impide asumir que ciertos testimonios siempre tendrán una carga emocional potente que no solo no puede quedarse fuera del discurso por pura ética sino que es una parte importante del discurso mismo.

A un lado de la balanza, la sacrosanta razón y al otro, la malvada e indigna de toda confianza emoción.

Las personas que sufren opresión, muchas veces no pueden permitirse el lujo de distanciarse emocionalmente de los debates sobre sus derechos o las situaciones injustas que han vivido desde siempre. Vaya, qué sorpresa. Sus emociones son válidas, nuestras emociones son válidas, no hacen nuestros testimonios menos legítimos y no pueden ser silenciadas. Y mucho menos para hacerles un favor a aquellos que preferirían que siguiéramos, ya sabes, “sufriendo en silencio”. El derecho a debatir tranquilamente no está por encima del derecho de nadie a expresar sus vivencias.

¿Lo has entendido, verdad?

 

  • La policía del tono, cambiando el foco de atención

Pero el tone policing no solo silencia a las víctimas de opresión. También desvía la atención automáticamente hacia la reacción de la persona que está denunciando una situación X. ¿Para qué vamos a debatir lo que se está haciendo mal cuando podemos centrarnos en lo mal que nos estás pidiendo que cambiemos algo? Critiquemos la manicura del dedo que señala a la luna, ¿por qué no? Protejamos el ego del opresor at all costs.

Si damos por válidos unos mecanismos mediante los cuales podemos decidir qué víctimas pueden expresarse y cuáles no, mediante la imposición del uso de un tono adecuado y validado por nosotros… está claro que muchas se van a quedar fuera. Si solo tienen derecho a quejarse las personas que lo hagan en los términos en los que la mayoría lo considere apropiado, ¿vamos a escuchar solo a las personas que puedan ceñirse a ciertas exigencias arbitrarias impuestas desde la cima del privilegio?

¿De verdad pretendemos escuchar solo a las personas que puedan ceñirse a ciertas exigencias arbitrarias impuestas desde la cima del privilegio?

Y no, no estamos diciendo que esté bien insultar sin motivo o soltar exabruptos sin importar cuándo y a quién, pero sí estamos diciendo que la ira no es siempre algo a silenciar y ocultar. La ira también puede ser sana, traer consigo cambio. Cambio personal, cambio social. La ira puede hacer que otros escuchen, la ira no tiene por qué ser contraproducente. De hecho, nunca en la Historia de la Humanidad se le han concedido derechos a nadie a base de pedirlos educadamente. ‘Ser educado’ no es más que una expectativa social sobre el comportamiento, basada en unos cánones impuestos por un sistema de valores dado. No es algo que nos haga mejores o peores personas, solo mide el nivel de adaptación a ese sistema.

«Algunos puntos de vista no deberían ser tolerados ni tolerables». © Getty Images

Así que, si alguien te está contando algo y notas su ira, no le digas que sería más productivo hablar calmadamente -¿cuándo decirle a alguien que se calme ha servido para tranquilizarle realmente?-, no le digas que la conversación sería más productiva -¿qué es y quién fija lo que es una conversación ‘productiva’?- si no estuviese en ese estado, no le digas que trate de expresarse educadamente, no le digas que deje de crisparos a todos con su actitud. No le digas que no sirve para nada. Reconoce que su estado emocional es un indicativo de que lo que te están contando ha sido o es realmente doloroso. Reconoce su ira, valídala. Reconoce que tiene todo el derecho del mundo a sentirse así. Reconoce que si vivieses lo mismo, también vivirías enfadado.

Reconoce que su estado emocional es un indicativo de que lo que te están contando ha sido o es realmente doloroso.

En definitiva, ¿por qué no canalizar toda esa energía que ponemos en escuchar, en lugar de decir a las personas oprimidas cómo tendrían que expresarse para no herir nuestros sentimientos? Quizá, solo quizá, esa sea la mejor manera de empezar a ayudarles realmente a combatir su opresión.