¿Cuándo fue la última vez que fuiste a una discoteca? No, no vale la disco móvil de las fiestas de tu pueblo, aquella sesión de dj en un festival veraniego ni el día que trasnochaste por la boda de tu prima. Hablamos de discoteca de portero y sello, plataformas y luces de colores, colas en el baño y cubatas en vaso de cristal.

Si has tardado en responder o todavía no consigues dar con una fecha exacta, enhorabuena, eres uno de los miles de españoles que han dejado de llevar su ocio nocturno a la pista de baile. Y sois legión. Según un estudio de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), solo el 38% de los jóvenes españoles acuden con frecuencia a salas de fiestas o discotecas. Un descenso de casi el 30% si lo comparamos con los números de otra encuesta realizada diez años atrás, donde dos de cada tres jóvenes confesaban ser clientes asiduos de estos locales.

Los millennials han dejado de quemar tarimas. Atrás quedaron los tiempos de Buddha y Pachá como iconos de la vida nocturna, la de los Beckham, Guti y Ronaldo (¿cuántas veces celebraba su cumpleaños el brasileño?). La noche galáctica se ha convertido en terrenal pero, ¿a qué se debe esta tendencia? En Grazia intentamos averiguar los motivos y descubrir si los jóvenes volverán a mirar las estrellas.

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En ‘The Get Down’ no tenían ese problema. © Cortesía de Netflix

Porque salir, lo que se dice salir, seguimos haciéndolo. En el mismo estudio se desvela que los jóvenes salen de noche más que hace diez años (el 78% frente al 72), pero vuelven a casa antes. La actividad preferida por la mayoría es ir de bares, pubs o cafeterías cuyo horario de cierre coincide con el horario de vuelta preferido por los españoles de entre 15 a 29 años, alrededor de las 3 de la mañana.

Las 3 de la mañana es nuestra hora preferida para volver a casa.

Este dato es revelador para fijarnos en el primer posible culpable de estos números: un cambio en nuestros hábitos de ocio. La vida sana gana cada vez más terreno en nuestro día a día (y no solo porque las tortitas de arroz reinen en tu despensa). ¿Quién no tiene el domingo por la mañana un partido con los amigos, una carrera popular o simplemente le gusta dar un paseo antes del brunch?

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¿Esta eres tú los domingos?

Manuel Migoya, abogado de la asociación CEONM (Círculo de empresarios de ocio nocturno de la Comunidad de Madrid) reconoce a Grazia que han notado este descenso paulatino de la asistencia de jóvenes a las discotecas: “Nosotros lo achacamos a tres aspectos: el botellón, la competencia desleal y los festivales”, explica. “Se hacen festivales en sitios que no tienen licencia ni calidad suficiente para organizarlos. En cuanto a la competencia desleal, es público y notorio que hay multitud de locales sin licencia para estar abiertos a partir de las 3 de la mañana e infringen su horario de cierre. Tanto restaurantes, como bares o terrazas de hoteles que ponen música y están abiertas hasta las horas que quieren”.

Jorge Padilla, relaciones públicas y barman en la noche granadina durante siete años, también ratifica los datos del estudio: “Definitivamente se ha notado. En mi opinión, el botellón marca este descenso. No solo porque consumir copas sale más barato sino porque los que sí van a las discotecas entran más tarde, sin tener la necesidad de beber dentro de la misma”.

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Y que si tienes la oportunidad de ver a Beyoncé, pues de discotecas ni hablamos.

Según la CEONM, a pesar de las continuas reuniones con los altos estamentos (“desde el responsable del área de seguridad hasta la mismísima alcaldesa Manuela Carmena”), han desoído sus quejas en lo que ellos tildan de impunidad consentida. En una comunidad, la madrileña, que también es una de las más restrictivas de España en cuanto a horarios a pesar de su indiscutible carácter turístico.

Un gin tonic en un bar de copas tributa un 10% de IVA, mientras que en una discoteca la misma copa tributa un 21%.

Pero la crisis discotequera, como la política, no es solo cosa de la capital. En Galicia, por ejemplo, han desaparecido el 60% de los establecimientos en una década, con la consiguiente destrucción de unos 3.000 puestos de trabajo. En Tarragona acusan un porcentaje de desaparición similar y los empresarios de Cádiz o Valladolid también se han quejado de una decadencia que comenzó con la crisis pero que se acrecentó con la subida de impuestos. Por ejemplo, servir un gin tonic en un bar de copas tributa un 10% de IVA, mientras que en una discoteca la misma copa tributa un 21%. Y de aquellas lluvias, estos lodos. “Los altos precios de las consumiciones provocaron la aparición del botellón. Lo han convertido en ritual para todos aquellos que no son ‘hijos de ministro’”, apunta Padilla.

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Pero eso sí, lo de bailar en un botellón queda relegado a un segundo plano.

“Además de las otras alternativas de ocio caseras como las redes sociales o ver series y películas, cada vez somos más asociales. Nos cerramos en nuestro círculo de amigos, no buscamos conocer gente nueva, y mucha gente acude a las discotecas para eso”, expone Carlos Ramírez, diseñador web de 27 años.

El cambio radical en nuestra forma de ligar influye decisivamente a la hora de valorar la necesidad de acudir a una discoteca. Aplicaciones como Tinder, Grindr o Lovoo son más rápidas, efectivas y, sobre todo, más asequibles que la entrada a cualquiera de estos locales. Si no necesitamos la discoteca para conocer gente (redes sociales), disfrutar de variedad musical (Spotify) o tomar una copa con amigos (la mayoría se decanta con pubs o bares en los que poder mantener una conversación) su encaje en la conocida como Generación Z (nada que ver con Mazinger) parece complicada.

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Lo de invitar a copas, sacar a bailar y el ‘¿estudias o trabajas?’ es cosa del pasado.

Pero la cultura club pasa por un mal momento también fuera de nuestras fronteras. Hace solo unas semanas, la mítica discoteca londinense Fabric, icono global de la música electrónica, veía clausuradas sus puertas (a pesar de contar con el apoyo del alcalde, Sadiq Khan) tras el fallecimiento de dos personas por consumo de drogas. La publicidad negativa provocada por este tipo de noticias, así como otros infaustos accidentes en macrofiestas que siguen en nuestra memoria colectiva, podría ser otra de las causas del descenso. Miguel Magoya rebate el argumento: “No hay incidentes. Según un informe realizado por una correduría de seguros hace unos años, estadísticamente, estar en una discoteca en España es más seguro que estar en un supermercado”.

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Palabra de Guti.

Pero por desolador que pueda parecer el panorama, siguen existiendo razones para la esperanza: pequeños oasis como Ibiza, con millones de entradas vendidas cada temporada pese a los prohibitivos precios de muchas de ellas.

Porque los megatrones son para el verano, las discotecas parecen contemplarse ahora como un actividad extraordinaria, digna de ocasiones especiales como vacaciones, aniversarios o despedidas de soltero, estas precisamente en la diana de muchos ayuntamientos españoles con la intención de vetarlas de sus calles. Los millennials han decidido bajar el mercurio de los termómetros que medían la fiebre de los sábados noche. Lo sentimos, Tony Manero, ahora estás por tu cuenta.