Como habrás notado estos días, debido a un indiscutible incremento de dicha en tu corazón, esa fecha especial ha llegado. La Navidad ha vuelto a la ciudad y con ella, la lista de elementos indispensables que le aportan su encantador carácter mainstream: los villancicos tradicionales (rancios) y Mariah Carey (rancia), los turrones del supermercado (expuestos desde octubre, así que también rancios) y los anuncios repletos de amor y calidez (son todos los años iguales, lo sentimos, pero rancios).

También es inevitable, para cualquier persona con familia bien avenida, la vuelta a casa por Navidad. Quien más y quien menos hará la maleta durante estos días volver a casa en Navidad, para regresar al lugar que le vio nacer, criarse y salir zumbando sin dar las gracias. Como viejos forajidos del Oeste, volvemos a una tierra hostil, en la que los cardos siguen rodando y el más mínimo malentendido puede desatar un duelo bajo el sol.

Y lo monos que están los pueblos en Navidad… ¿qué?

Por eso, para evitar que se ponga precio a nuestra cabeza, en Grazia hemos diseñado una guía práctica para no meter la pata en tus vacaciones de Navidad. Te garantizamos que, esta vez sí, no querrás que acaben nunca (si no han acabado antes contigo).

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Después de leer esta guía, este puedes ser tú y tus ganas de Navidad.

Estas navidades no debes…

1. Emborracharte (y todo lo que sigue a eso) con tu ex 

Los ex son cada año el mayor peligro del retorno a nuestra ciudad natal. Hace tiempo que no los vemos y nos agrada encontrarnos con ellos. De alguna forma, son un reflejo de nuestro ‘yo’ pasado que nunca podremos olvidar. Esta vez parece cambiado. Reformado, divertido y más maduro. Conforme vamos tomando unas cañas, recordamos los mejores momentos de aquella tormentosa relación, que quizá no fue tan tormentosa, “que todo el mundo tiene sus problemas”. Pero sí, lo fue.

No te dejes llevar por los villancicos, el espíritu del amor y la alegría que rodea a estas fiestas. La Navidad no es el mejor momento para reactivar ninguna relación. Nuestras defensas están bajas y nuestro corazón, blando. Además, un fracaso o desengaño puede convertir esta semana en Pesadilla antes de Navidad. Así que te recomendamos alejar lo máximo posible tu consumo de alcohol de tu consumo de exparejas. Sí de verdad crees que lo vuestro puede funcionar de nuevo, mejor pruébalo una noche intempestiva de febrero. Ahí sí que el amor no tiene donde esconderse…

pareja
Habrá muchos jijis, jajás hasta que a uno se le ocurra la maravillosa idea de juntar vuestros labios.

2. Tirarte el día durmiendo

Sabemos que Pearl Jam lanzó un villancico que decía algo así como Déjame dormir, es Navidad. Lamentablemente, tú no eres Eddie Vedder ni ninguna otra estrella del rock. También podemos imaginarnos el cansancio que acumulas después de mucho estudiar, trabajar o procrastinar este otoño. Pero lo sentimos, volver al pueblo no significa ingresar en un balneario con todos los gastos pagados.

Si queda algo de decencia en ese corazón tuyo, sabrás que hay mucha gente que lleva semanas esperando tu vuelta, deseando hacer cosas contigo y que tú les acompañes a hacer las suyas. En resumen, tu madre quiere presumir de retoño. Apaga el Whatsapp un rato –esos grupos del infierno van a seguir ahí, no te asustes– y déjala venderte como un trofeo delante de las vecinas. Porque algo bueno habrás hecho para que lo haga, ¿no?

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¡Venga! ¡Arriba!

3. Sacar temas políticos (aka cualquiera sobre Cataluña) durante la cena

El alcohol, que riega todas nuestras celebraciones navideñas, tiene un peligro incuestionable: se inflama con facilidad. Mejor no arriesgarnos a explotar la cena proponiendo temas políticos que puedan prender la chispa de la discusión. Estás junto a otra decena de personas y cada una tendrá su propia visión del mundo. No tienes por qué compartirla; tampoco ellos la tuya. Estáis reunidos para celebrar los lazos que os unen, no los que os diferencian, así que si tu tío, con dos copas de más, quiere volver a dar su visión sobre la situación política que irremediablemente desembocará en la poca ambición de la juventud “que lo ha tenido todo”, sonríe y cambia de tema. No le falta razón, los jóvenes tenemos de todo. También mucha paciencia.

«Que no habléis más de mí, hombre…» (o esto mismo, pero en catalán)

4. Preguntarle a tus amigos del pueblo por qué siguen viviendo allí

Ni les interesa que les acribilles a anécdotas de la ciudad (lo de que te cruzaste con Santiago Segura en una cafetería ya se lo saben) ni que vengas a salvarles la vida. Date cuenta que todo el mundo no lleva tan bien como tú el ritmo de vida urbano: levantarse corriendo cada mañana para estar puntual en un atasco de horas.

5. Atiborrarte (en general)

Es indiscutible que la Navidad es el periodo más consumista del año. Nuestros estómagos se abren como nunca para acoger una semana (o más) de excesos. A estas alturas se te estará haciendo la boca agua al pasar con el carrito junto al stand del turrón o de los bombones rellenos de crema de chocolate y avellana. Pero el año pasado te prometiste poner algo de cabeza en el asunto y fallaste. Si durante once meses del año no has sentido deseo de comerte un polvorón, ¿por qué vas a comerte cuatro en una tarde? Tu familia, tirando de menús interminables, no te lo pondrá fácil pero tienes que ser fuerte. Los kilos de más navideños, entre 2 y 4 de media, son muy difíciles de bajar. Mejor no recopilar demasiados.

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Si no este será tu ritmo habitual a partir de enero.

6. Hacer planes con tus amigos del pueblo para los próximos meses

Lo habéis pasado increíble. Recordando viejas anécdotas, visitando lugares por los que hacía años que no pasabais y comiendo, bebiendo y bailando como cuando teníais 17. De repente te das cuentas de lo bien que te llevas con tus amigos del pueblo y te arrepientes de no verlos más a menudo. Así que decides proponer algún plan inminente para, esta vez sí, no perder el contacto. Que se vengan un fin de semana a la ciudad, una escapada a alguna casa rural o un viaje a Londres, “porque ya es hora de que hagamos un trayecto en avión todos juntos”. Reactivas el grupo de Whatsapp que creíais olvidado y durante los primeros días del nuevo año escribes a diario. En febrero, eso vuelve a convertirse en el desierto que era antes. La magia de la Navidad es lo que tiene, que engaña.

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Engaña tanto que hasta nos juntamos en la plaza del pueblo a cantar villancicos cual Raphael…

7. Conducir

El hielo en las carreteras y un generalizado consumo de alcohol convierten esta época en una de las más peligrosas para las conductores. Además, que domines las rotondas de cuatro carriles en la ciudad no garantiza saber enfrentarte al rebaño de ovejas que tienes delante. Mejor aparcar el vehículo hasta la vuelta. Las distancias son mucho más cortas, tira de esas fibrosas piernas que el todopoderoso running te ha dado.

8. Quejarte de la cena

Sí, hasta los mejores cocineros tienen malos días. Y es más que frecuente, en estas fechas de estrés celebracionista, meter la pata en el menú. A tu padre se le ha quemado un poco el cordero y la abuela no ha bordado este año el postre que tanto te gustaba en la infancia, pero aún así, se han pasado muchas horas en la cocina para recibirte con los brazos abiertos. Quizá en el último mes hayas decidido ser vegano o tu entrenador personal te haya prohibido los carbohidratos, pero si no lo comentaste con antelación, deberías dejarlo pasar por una noche y lidiar con lo que te han puesto en el plato. Just do it.

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Que no te salga la vena Chicote porque… ¡ni esto es un restaurante, ni tú un cocinero reconocido!

9. Preguntar por la ausencia del marido de tu prima en la cena

Varía en cada caso particular, pero de media, podríamos decir que vas a encontrarte con toda la familia al menos en tres ocasiones estas fechas. Eso quiere decir que estarás rodeado de un grupo de gente a la que tienes un estimable cariño pero a la que hace mucho tiempo que no ves. Si además eres de esos que silenciaste el grupo de Whatsapp familiar porque no te interesaban las fotos de la siembra que enviaba tu tío, lo normal es que no sepas nada de la última temporada de sus vidas.

Intenta no meter la pata. Podríamos decir que las cenas de Navidad son algo parecido a cuando un recién ascendido visita el Bernabéu o el Camp Nou (adivina quién es el equipo pequeño). Vamos a defender bien, a no cometer errores e intentar salir con un empate. Si quieres sobrevivir, no preguntes sobre temas que puedan provocar conflictos familiares, como el divorcio de la prima, las pintas de tu sobrina o el testamento de la abuela.

prima
Porque como tu prima se ponga chunga…

10. Plantearte volver a vivir allí

Sí, el ser humano es idiota. Te has pasado varios días quejándote de lo pesada que es tu familia, lo mal que funciona internet y las ganas que tienes de ver a tus amigos de la ciudad. Pero conforme se va acabando la Navidad, y nuestros consejos y los dulces de tu tía han inundado tu alma, empiezas a pensar que tampoco se está tan mal en el pueblo. Que tienes una familia que te quiere, que se vive con menos estrés y que oye, dicen que el campo está empezando a dar dinero… Pero no, ese oasis al que te aproximas se llama morriña y es falso. Si no te lo habías planteado antes de las fechas navideñas, no escuches a tu conciencia.

El 7 de enero la magia se apaga y tu pueblo seguirá siendo ese sitio del que te quejas cuando estás allí y del que no paras de presumir en la ciudad. Como todos. Es el encanto.

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