Sí, lo sé: “¿Pero qué pasa con mi amigo Fulanito, que es super buen amigo?”. Y ese otro, el que escucha tus penas y te contesta con una carita triste en el chat o con soluciones de una taza motivacional. ¿Y ese? El que era tu compañero de fatigas pero desde que pasas de salir, solo sabes de él por sus cambios de estado en Whatsapp. O el que parecía que estaba muy concienciado pero cuando un amigo suyo se comportó como un imbécil y tuvo que elegir entre enemistarse con él o su “conciencia feminista”…

Te sorprenderá lo que ocurrió a continuación.

O no.

Ah, la amistad. ¿Y ese otro que siguió posteando chorradas machistas durante meses, pese a las miles de conversaciones en las que le explicabas por qué eso es dañino? Ese, que cuando le pediste que parase, te acusó de censora o radical. Y no olvidemos a aquel otro, que es un buen tío y un colega de toda la vida, pero su exnovia va diciendo mentiras por despecho porque… ¿Quién no ha tenido una exnovia loca? En cambio, todos los del grupo lo conocéis y sabéis que nunca haría algo así.

Cuando descubres el feminismo y empiezas a cuestionarte todo surgen también los primeros roces con familiares y amigos. © Mondadori Photo
  • Amistad y feminismo: amor, odio y bastantes blocks.

Toda persona que lleve un tiempo moviéndose en aquello del feminismo y lleve bien puestas las gafas violetas, sabe que en algún momento, las diferencias de opinión con familiares y amigos pueden llevarnos a encrucijadas. Lo personal es político y hay determinadas posturas que tenemos que tomar de cara a que nuestro activismo sea sincero y coherente: ¿cómo puede una persona llamarse a sí misma feminista o aliada, mientras compadrea con maltratadores o los encubre? ¿Entenderías que una persona que hace activismo cada día y se pone en peligro por ello, pusiese tu amistad en cuestionamiento si a sus espaldas te mofas de su lucha? ¿Eres consciente de que apoyar, de manera directa o indirecta, que se silencie o ridiculice a colectivos marginados, es ponerlos directamente en peligro?

Si te permites seguir siendo amigo de un tipo que perpetúa o lleva a cabo conductas machistas, tu postura queda clara. Te importa más esa relación y lo que te reporta a título personal, que el posible daño que puedan hacer sus palabras. Recordemos que unos cuantos colegotes leyeron el chat de la violación múltiple de los Sanfermines y ninguno dijo nada a favor de la chica, más bien al contrario. Bravo.

Bravo…

Y es que, ¿qué entendemos por amistad? La mayoría, una relación de confianza mutua en la que ambas partes se sirven de apoyo de manera desinteresada. Cada uno tiene su propia definición y matices pero podemos estar de acuerdo en que, más allá de tomarse unas copas y echarse unas risas hablando sobre lugares comunes, un amigo está ahí para mirar por tu bienestar. Y si tu amigo tiene ciertos privilegios y no se hace consciente de ellos, difícilmente va a reconocerse parte del problema. Y olvídate de que sea capaz de aceptar y cambiar sus conductas machistas, que te afectan directamente. De momento le interesa más mantener una amistad de cuatro vermús mal tirados que posicionarse públicamente a tu favor.

Si estamos peleando por ser más visibles y dejar de ser ciudadanas de segunda, aun poniendo nuestra integridad en riesgo, ¿cómo podemos considerar amigos a quienes, desde el privilegio, contribuyen a desandar el camino andado? No hablemos ya de los que creen en la Friend Zone y se dedican a culpar a las mujeres por no retribuir la atención masculina con amor y sexo. Hablamos de tíos normales, de los que no harían daño a una mosca. Y todas conocemos o hemos conocido a un Juanma:

Todas hemos conocido a un Juanma.

Todas hemos sufrido a ese buen chaval y todas lo hemos defendido. Ese super buen amigo que te mete mano o intenta besarte cuando estás borracha o dormida, son tipos corrientes, que se sienten legitimados por las circunstancias para hacerlo sin percibirlo como algo moralmente reprobable. Los que se cuelgan la toga de abogado del diablo porque sus condiciones de vida y sus derechos no están a debate y te argumentan que no es violación siLos mismos que justifican al maltratador y culpan a la víctima o dicen que condenar a agresores sexuales es “arruinarles la vida”. Ponen por delante su privilegio masculino y el seguir siendo parte del grupo antes que la solidaridad hacia la víctima o potenciales víctimas. Amigos de los que fiarte cuando tengas un problema, sin dudarlo. Claro.

¡Hasta nunca!
  • Hombres y privilegios: algunas banderas rojas.

“Pero, ¿entonces nos estás queriendo decir que NO se puede ser amiga de ningún hombre, maldita hembrista segregadora?”. No. No estoy diciendo que no se pueda ser amiga de ningún hombre, bajo ninguna circunstancia. Lo primero, todas sabemos a quién mantenemos en nuestra vida y a quién no y por qué y nadie es nadie nadie para cuestionarlo. Algunas banderas rojas, eso sí, a tener en cuenta son por ejemplo, que siempre estén ojo avizor para señalar las conductas problemáticas ajenas pero jamás reconozcan las suyas propias.

Ya sabes, los típicos que se lanzan en plancha a comentar cualquier noticia sobre violencia de género, diciendo que ellos jamás lo harían. Los que esperan pedagogía y paciencia infinita de las mujeres de su entorno para explicarles lo que podrían haber googleado en el minuto cero. Los que cuando se les señalan las cosas directamente, se victimizan. Y sobre todo, los que te obligan a rechazarles flojito.

Estas actitudes obligan a las mujeres de su entorno; esas a las que han educado para ser amables y no unas bordes de mierda, que les quieren mucho y saben que son buenos tíos y nunca harían daño a nadie y tú-no-eres-nadie-para llamarles-machistas-porque-no-les-conoces-tan-bien; a añadirle más y más capas de vaselina a su discurso para no dañar su ego y sortear sus respuestas agresivas y sus male tears.

Se escribe “ser buena amiga” pero se pronuncia AGOTADOR. Y es que, al igual que en el trabajo o en los cuidados, el listón de la amistad también es siempre mucho más bajo para los hombres. Ser una buena amiga implica mucho… ¿Pero un buen amigo? Basta con que no sea un gilipollas. Y ya.

Las mujeres de su entorno se ven obligadas a añadirle más y más capas de vaselina a su discurso para no dañar su ego y a sortear sus male tears.

Los que consideran que han entendido el feminismo mejor que tú y te dan consejos condescendientes o correcciones no pedidas. Los que no reconocen que asociar el trabajo emocional a las mujeres es machismo y te exigen que lo hagas porque “se te da mejor”. El que se niega a asumir tus límites y te chantajea emocionalmente para que hagas cosas que no quieres hacer, en el ámbito que sea. No es sencillo, no lo hacen a propósito en la mayoría de los casos, no implica que sean malas personas pero cuando una se lleva un par de decepciones gordas, aprende a tomar precauciones.

El listón de la amistad no está puesto a la misma altura para ellos y para ellas.

Así que, ¿se puede ser amiga de un hombre cishetero? Por poder, se puede. Tú eliges cuánto tiempo y recursos le dedicas a tus amistades y tú sabes a quién le dedicas tus esfuerzos, estoy segura de que todas tenemos amigos que merecen la pena pero de vez en cuando y ante determinadas situaciones, tampoco viene mal preguntarse… ¿Esta persona es realmente mi amiga? ¿Está comprometida con mi bienestar y seguridad? ¿Usa su privilegio para ayudarme a mejorar mi vida o para mantener el statu quo que me perjudica? Y en nuestra conciencia queda la respuesta, sea cual sea.

Hay que tener amigos hasta en el infierno y friends will be friends, pero los autocuidados por delante, ¿o merece la pena ser más amiga de los demás que de una misma?