«Pasaremos Nochebuena en casa de los padres de Antonio en Madrid, luego Navidad con sus abuelos en Toledo, Nochevieja con mis padres en Sevilla, Año Nuevo nos juntamos toda mi familia en Córdoba y Reyes nos iremos con sus primos a Valencia», me contaba mi amiga María mientras yo la miraba con cara de «me está pareciendo todo muy normal» cuando por dentro lo que en realidad pensaba era «¿pero qué locura es esta?». Porque dejadme deciros una cosa: ¿por qué narices tenemos que pasar las fiestas con nuestra familia política?

¿Por qué debemos estar rodeados de ‘extraños’?

Mientras escuchaba a María no podía dejar de pensar que aquello que me estaba contando se parecía más bien al guión de una temporada completa de Españoles por España oye que buena idea acabo de tener que a unas armoniosas y placenteras vacaciones navideñas. Con las maletas a cuestas, durmiendo en colchones ajenos, degustando desayunos, comidas y cenas que no han sido hechas por tu madre ¡sacrilegio!, riendo chistes que no entiendes, aguantando al primo del pueblo que te acaba de conocer y ya quiere ser tu mejor amigo … ¿De verdad alguien querría pasar las fiestas así?

Ya decía yo…

Si a duras penas logramos no tirarnos los trastos a la cabeza con aquellos con los que compartimos ADN nuestros familiares, vaya, ¿por qué nos empeñamos en meternos en una jaula repleta de leones? Y me refiero tanto a hombres como a mujeres. Nunca he entendido porque llegadas las Navidades, una pareja no puede hacer dos maletas y decir: «Adiós cariño, me voy con mi familia. Recuerdos a la tuya y nos vemos en dos semanas».

Pues yo sí sé, querida Britney.

¿Tan malo sería? ¿Acaso significa eso que no se quieren o que no quieren a sus familias políticas? ¿O lo que nos preocupa realmente es el qué dirán nuestros parientes, amigos y sociedad en general si decidimos que queremos pasar las Navidades con nuestra familia? Y ahora es cuando muchos de vosotros me diréis: «A ver, Carmen, que tu familia política también es tu familia». Pues no, queridos, para mi hay una enorme diferencia entre la familia de tu pareja y la tuya. Básicamente, que su familia no es la tuya.

Quédate ahí sentado que te lo explica ahora mismo.

TU familia te ha educado, criado, conoce a la perfección tus gestos, tus expresiones, sabe cuándo tienes un buen día y cuándo no, te ha inculcado unos valores, te ha enseñado que no debes levantarte de la mesa sin disculparte primero, que los móviles se quedan fuera del comedor, que debes darles dos besos cuando llegas y cuando te vas, que los platos se friegan inmediatamente después de comer, que el único que fuma en casa es el abuelo….

¿Me estáis contando que todo esto es lo que ocurre también en casa de vuestras parejas? ¿Exactamente lo mismo? ¿Acaso fuisteis criados en universos paralelos? No. Entonces, lo que estoy queriendo decir es que ya tenéis bastante vosotros como pareja para llegar a entenderos y formar un hogar, como para, además, tener que mezclaros con vuestros familiares postizos.

Ya voy, ya voy.

La cuestión es clara. ¿Por qué tengo que pasar las Navidades, época diseñada por El Corte Inglés para estar con nuestros seres queridos, con seres que son menos queridos? Que te lleves bien con tu familia política y que vayas todos los domingos a comer a su casa no tiene nada que ver con esto. Personalmente, me costaría muchísimo no pasar Navidades junto a mis padres. «Bueno chica, pero es que nos vamos turnando. Un año Nochebuena en mi casa y Nochevieja en la suya y al siguiente cambiamos», me dijo María cuando no pude más que confesar que yo no podría hacerlo.

Aunque lo de que haya alcohol en la mesa navideña siempre ayuda.

Yo quiero comerme la última uva y abrazar a mi padre, madre y hermana. Quiero pasar Nochebuena tirada en el sofá discutiendo con mi prima y Navidad diciéndole a mi tía que deje de cotillear mi Instagram con la cuenta falsa que se ha creado. Quiero poder tener la libertad de irme a mi cuarto a dormir la siesta sin que nadie se sienta ofendido. Quiero, en definitiva, estar con MI familia.

Os confesaré que no me gustan los posesivos por mucho que los esté utilizando en este artículo. No me agrada la idea de pertenecer a nadie, pero en este sentido, creo que todos pertenecemos a nuestras familias más que a la que pueda habernos ‘adoptado’ por el hecho de estar saliendo con su hijo. ¿Puedes llegar a tener una buenísima relación con ellos? Por supuesto, pero nunca será lo mismo.

Bueno chica, habrá de todo.

Cumpleaños, bodas, comuniones, bautizos… Todas estas celebraciones menores no me importaría pasarlas codo a codo con mi suegra. Sin embargo, le pediría a mi madre que me firmase una nota de «está mala y no podrá acudir» en lo que se refiere a vacaciones de verano, Semana Santa y Navidades.

Creo firmemente que nos empeñamos en mezclar familias cuando, si tú estás en una relación, ya estás empezando la tuya propia. Además, es el «qué dirán» lo que nos echa para atrás a la hora de plantarnos en esta cuestión. ¿Que cómo lo sé? Porque les pregunté a todas mis amigas emparejadas o casadas que si les gustaría pasar las Navidades solo con sus familias y la respuesta fue que sí pero «es lo que hay que hacer». ¡Exacto! Es lo que está bien visto y lo que se supone que es correcto. Así pues, quizá con este artículo hayamos puesto el primer granito de arena para conseguir que no sea algo TAN malo el querer pasar estas entrañables fiestas con la gente con la que compartimos apellidos. Pensadlo.