Cuando empezó en Hoy no me puedo levantar ­(fue la protagonista, María, de 2005 a 2009), quedó demostrado que esta andaluza de Jaén (de aspecto, de ojazos, de acento) rompía el tópico de que, en los musicales, o sabes cantar o sabes interpretar: ella hacía ambas cosas muy bien. Tanto que, en la fantástica Blancanieves de Pablo Berger, muda como todos los demás actores, lo decía todo con su interpretación.

Hoy, una década después de venirse para Madrid desde su pueblo y del tirón que supone ser Margarita en Águila Roja, estrena Las ovejas no pierden el tren, la última película de Álvaro Fernández Armero. En ella interpreta a Luisa, una diseñadora de ropa con un crío y casada con Alberto, escritor sin inspiración, con el que decide irse a vivir al campo. Obsesionada con tener un segundo hijo y con un trabajo algo alejado del glamour de las pasarelas –regenta un taller de corte y confección con estampida de alumnas incluida–, Luisa vive en un mundo esquizofrénico y catastrofista en el que parece que las oportunidades se irán para no volver… aunque no sabemos bien por qué. En el reparto la acompañan Raúl Arévalo (su esposo), Candela Peña (Sara, su hermana, con las redes sociales como aliadas para encontrar marido), su cuñado Juan (Alberto San Juan que, con 45 años, recupera la vitalidad al lado de Natalia –Irene Escolar–, que tiene 25) y su madre (Kiti Mánver), más moderna que todos los demás juntos. Un retrato generacional atenazado por esos trenes que más que viajar, arrollan.

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Os marcháis al campo para tener una vida más tranquila y barata pero el estrés sigue siendo el mismo: un mejor trabajo, volver a ser madre… Os marcháis de la ciudad, pero con los problemas a cuestas.

Sí, porque se juntan varias cosas. Primero, la realidad de que la gente quiere volver al mundo rural porque tiene una necesidad de encontrarse de alguna manera. Con la tecnología y las redes sociales quizá tenemos, yo al menos, un deseo de sentarnos a hablar mirándonos a los ojos. Por otro lado está la necesidad económica porque el campo es más barato, pero también poder estar en contacto con la naturaleza. Pero a Luisa y a Alberto lo que les pasa es que se han marchado de la ciudad pero no pueden escapar de sus problemas, da igual donde uno vaya: tienes que resolver tus conflictos. Y a veces se resuelven encontrando otro camino, que es lo que consigue el personaje de Raúl Arévalo.

Y está muy presente la obsesión por tener un segundo hijo, con escenas íntimas muy divertidas en las que cualquier cosa es posible a la hora de quedarte embarazada. ¿No crees que Luisa quiere ese bebé para tapar otros problemas?

Hago la misma lectura, sin duda: tapamos unas cosas con otras para esconder nuestros problemas y no afrontarlos. Luisa es una mujer que soñaba con ser diseñadora y no ha sido capaz por miedo al fracaso de luchar por lo que quería ser, y se ha quedado en un taller que no le va bien y no le da económicamente mucho dinero. Esa realidad la tapa con el deseo del segundo hijo, cuando realmente no creo que sea la solución. Pero les pasa a todos los personajes: el de Candela [Peña] es incapaz de estar solo en el mundo y busca desesperadamente un hombre; el de Alberto San Juan, supera su complejo de Peter Pan con una mujer más joven… Andan perdidos, y muestran un retrato generacional: llegas a una edad en la que te preguntas qué has conseguido, si debes cambiar de camino… Y, a la vez, la película muestra los tópicos a los que la sociedad nos obliga.

Fotograma de 'Las ovejas no pierden el tren'.
Fotograma de ‘Las ovejas no pierden el tren’.

 

Esos trenes que creemos que perdemos…

Efectivamente. Da la sensación de que tenemos que hacerlo todo correctamente porque los trenes pasan una vez en la vida, o se te pasa el arroz, o si tienes un hijo ahora tienes que ir a por la parejita… Existen una serie de leyes de las que, si te sales, te llegan a decir incluso: ‘¡Qué pena, hija! ¿Tienes treinta y tantos y no tienes pareja? ¿Qué mal, no?’. Eso pasa en la calle.

 

A vuestros personajes les afecta todo eso… menos al de Kiti Mánver, que interpreta a tu madre. ¿Crees que las nuevas generaciones son menos libres?

No sé si es algo que va en la edad o en la personalidad. Imagínate, Kiti ha vivido los 80, y no es la primera persona a la que escucho decir que eran más libres que ahora, que tenían menos miedo… Quizá porque habían salido de una represión y por eso quitaban importancia a todo y aún mantienen ese espíritu. Yo creo que depende de la vida que hayas llevado. Pero sí es cierto que el personaje de Kiti es una mujer libre y, por eso, soñadora. Me gusta mucho porque ese tipo de mujer también existe y está ahí. Yo quiero ser así de mayor.

Fotograma de 'Las ovejas no pierden el tren'.
Fotograma de ‘Las ovejas no pierden el tren’.

¿Están las mujeres más presionadas en la búsqueda de metas que los hombres?

Sí, sin duda alguna. En mi trabajo, por ejemplo, un hombre de cuarenta y tantos es interesante y nosotras somos cuarentonas. Lo mismo pasa con la maternidad: yo ahora me enfrento a preguntas que realmente me molestan, tipo ‘¿por qué no eres madre?’… Poder hacerlo no significa que lo tengas que hacer a una edad determinada. Yo tengo un trabajo que me impide serlo porque físicamente tendría que parar, es algo lógico. Siempre digo que me salgo de esas reglas, porque para mí lo principal es tener la cabeza en orden. Me encantan los niños pero, a corto plazo, no me planteo si llegará el momento. Se habla mucho del instinto maternal, pero también hay hombres con instinto paternal, no es una cosa solo de mujeres. Ayer hablaba con Raúl [Arévalo] sobre que la película también se podría haber llamado ‘A las ovejas no se les pasa el arroz’, que es una expresión que se dice mucho.

 

Con este trabajo te habrán preguntado mil veces si te irías al campo… No vamos a ser menos.

Yo me he criado en un pueblo pequeñito, he vivido con la naturaleza y he jugado en la calle. Irme al campo y darme un paseo en silencio me encanta. Yo sí me iría, no sé si aislada del mundo, pero lo contemplo como algo necesario. Es curioso porque al principio estás como loca por vivir cuanto más en el centro mejor y, después, necesitas más el contacto con la naturaleza. Mi sueño es tener una casa y un huerto y escaparme allí siempre que pueda. Ese tren no se me escapa.

© Cordon Press
© Cordon Press

Ya que interpretas a una diseñadora de moda, cuéntanos cuál es tu estilo más allá de las cámaras. Si te encontráramos por la calle, ¿qué veríamos?

Soy muy sencilla. Voy sin maquillar, aunque siempre te gusta estar guapa y hay días en los que piensas más la ropa, si una bota con tacón, si un jersey determinado… Pero me gusta la comodidad, la mujer puede estar guapísima con un zapato plano, pantalón, camiseta y chupa de cuero. No me preocupo en exceso. De hecho, salir en revistas de moda es como un juego porque te disfrazas y haces de modelo. Y la alfombra roja supone más un estrés que otra cosa porque eres una princesa por sorpresa, vas como de boda. Y no soy la única, muchas compañeras piensan lo mismo. Además, luego estamos expuestas a las críticas, que si ese vestido te hace el culo gordo, que si el otro otra cosa… Entonces piensas, ‘¿para qué voy a ir a ningún lado?’.

 

A ropa sencilla, ¿complemento llamativo?

Mira, los bolsos me gustan mucho, y los zapatos también. Ahora opto más por abrigos de diferentes colores. Me parece que los complementos son muy importantes en cualquier estilismo. Una camiseta básica con un collar bonito te puede hacer guapísima. Tengo muchos collarcitos que voy comprando, nada de joyas, pero hay diseñadores que hacen algunos muy diferentes y sí me gusta tenerlos. Pendientes no, en cambio.

© Cordon Press
© Cordon Press

Antes hablabas de las redes sociales como alienantes. ¿Cómo las utilizas tú?

Yo creo que todo vale usado con cabeza. Cada uno es libre de utilizarlas para su trabajo o para lo personal. Por ejemplo, Facebook lo tengo solo para amigos, pero hace mucho que no lo renuevo. En Instagram puede que cuelgue alguna foto mía, pero sobre todo son las que hago por la calle o a un compañero mientras trabajamos. También una ilustración bonita con algún poema… Y Twitter al principio me daba cosa y susto, porque veía que la gente insultaba, pero poco a poco lo utilicé como herramienta de trabajo y me parece revolucionario, por ejemplo, a la ahora de promocionar lo que haces, o lo que hace un compañero.

 

¿No crees que restan empatía? En la peli, ese ‘yoísmo’ continuado merma a alguna pareja…

Sí, eso me da miedo. Por ejemplo, el mundo Whatsapp. Cuando estoy en un restaurante y veo que todos los que están en una mesa andan con el móvil me preocupo; o cuando niños y adultos, una familia entera, está cada uno con su teléfono… ¡Y ojo que yo también he podido estar así!

Estrella de la serie de TVE  'Águila Roja'.
Estrella de la serie de TVE ‘Águila Roja’.

He leído que quieres hacer un parón para viajar…

¡No! No sé de dónde se ha sacado eso. La cosa no está para hacer parones para nada. Llevo 10 años trabajando, y es cierto que a veces, cuando coges dos trabajos distintos, por ejemplo, una obra de teatro y una serie, no te queda tiempo para nada, ni siquiera para escaparte. Lo que he dicho es que tengo muchas ganas de viajar, pero también de estudiar inglés, de aprender danza…

 

¿Y dónde te irías?

Conozco pocos países, la verdad. Ayer hablábamos Raúl y yo de hacer el Interraíl, un poco hippie el tema. También me gustaría ir a Cuba, o una vuelta por Europa, que conozco solo Francia, Londres e Italia; ojalá pueda ir a Berlín. No he disfrutado nada de las promos que han ido a festivales internacionales, la verdad, y me apetece algo más.

Primer fotograba de 'La Novia'. ©Antena 3
Primer fotograba de ‘La Novia’. ©Antena 3

Adelántanos algo de La novia, que se estrena este año, basada en Bodas de sangre de Federico García Lorca.

Se estrenará en 2015, aunque aún no sabemos la fecha. Tenía muchas ganas, porque uno de mis sueños era interpretar a un personaje lorquiano. Y de repente llegó Paula Ortiz, la directora, diciéndome que había pensado en mí para el papel. Es un regalo. Paula tiene un concepto del cine muy plástico y casa a la perfección con Lorca. Ha hecho una versión bastante fiel de la obra, muy moderna, de la que creo que Federico se sentiría orgulloso. Además, mi novio en la película es Asier Etxeandia y mi amante, Álex García. ¡Imagínate!

 

Finalmente, ahora que llega el fin de semana, cuéntanos algún plan: un concierto, una escapada, un baile agarrados…

El plan más inmediato es ir este sábado a La Riviera (Madrid) para ver el concierto de Vanessa Martín. Y en cuanto termine de grabar Águila Roja me haré un viajecito, por ejemplo, con mi hermana, que hace tiempo que no nos hacemos una escapadita juntas.

Inma y Raúl Arévalo, en el preestreno de la película.
Inma y Raúl Arévalo, en el preestreno de la película.