Seamos sinceras por una vez en nuestra vida, sólo por una: tener un amigo con derecho a roce está mal visto. Por favor, las manos a la cabeza me llevo en este siglo XXI en el que nos hacemos, vivimos y nos vestimos como divas del streetstyle. 

Nosotros que nos vanagloriamos de ser una sociedad moderna, avanzada, cosmopolita (hola, Barcelona) y con la mente abierta, resulta que en la práctica aún no lo somos de manera bidireccionalmente sexual. Quiero decir, que si un hombre tiene una amiguita con la que rebozarse, bien, pero ay si la protagonista es una chica y el kleenex un chico, ¡PECADORA!, cuanto menos. Lo de siempre, vaya.

En defensa del amigovio 04
A mí, personalmente, me da igual con quién se acueste el de al lado, os lo digo. Sobre todo algunas personas que se sientan a tu lado en el metro a primera hora de la mañana haciendo bandera de la Hermandad del Cristo de No-Conozco-El-Jabón. (En este punto quedan obviamente apartadas las amigas, de las que sí me interesa con quién se acuestan porque me preocupa su bienestar y porque algo hay que comentar en las noches de chicas).

Ay, España país de pandereta y del chascarrillo, razón última por la que nos inquieta tanto con quién revuelve las sábanas éste o aquél. Hasta la RAE ha aceptado un nuevo término para definir esta situación en un ejercicio sobrehumano de creatividad: amigovio/a, porque fija, limpia y da esplendor (y ahora además es moderna) y lo de «amigos con derecho a roce” o directamente follamigos les parecería muy largo, no sé. Pero volvemos a lo mismo, todo de boquilla, porque los amigovios todavía, mal.

Vivimos en el siglo XXI, pero todo de boquilla porque los amigovios todavía, mal.  © Kipling Phillips
Vivimos en el siglo XXI, pero todo de boquilla porque los amigovios todavía, mal. © Kipling Phillips

A mí todo esto lo mismo me da que me da lo mismo, que me da igual lo que digan, vaya. Tenemos que asumir España. Porque mientras ellos parlotean a mis espaldas, yo me puedo permitir el lujo de salir a la calle con la cara lavada  y espléndidamente radiante por lo bien que lo pasé la noche anterior sin compromisos ni explicaciones. Sí, yo tengo un amigovio, y se puede. Basta ya de tanta tontería, vayamos al grano y méteme mano, que cantaban aquellas Amistades peligrosas, como las que aquí nos competen.

"No relaciones. No emociones. Solo sexo".
«No relaciones. No emociones. Solo sexo».

El amigo con derecho es el mejor y más barato cosmético que puedes encontrar (esto está clínicamente probado, ¿o acaso el sexo no es el deporte que más calorías quema por minuto?). Es el típico tío con el que te acostarías pero no te casarías, y mientras ese momento casamentero llega, estás entretenida pasando el rato y poniéndote mona para cazar a un buen príncipe azul sin tener las preocupaciones disuasorias de tener un novio (palabra terrorífica para muchas alérgicas al compromiso) temporal. “Hola, ¿quedamos?”, “Sí, venga”, te tomas unas cervezas y hasta la próxima sesión de tratamiento de belleza eco-natural-humano. “Ay, yo es que el sexo sin amor, no puedo”, nadie ha dicho que no lo haya, querida, pero amor de buenos amigos que se cubren ciertas necesidades instintivas, muy diferente al de pareja.

Un amigovio es más barato (y más eficaz para conseguir buena cara) que cualquier crema o cosmético.
Un amigovio es más barato (y más eficaz para conseguir buena cara) que cualquier crema o cosmético.

Que digo yo que si Mila Kunis y Natalie Portman pudieron tenerlo y fueron aplaudidas ante la gran pantalla por generar sendas comedias románticas contemporáneas (Con derecho a roce y Sin compromiso, respectivamente), yo no voy a ser menos, que para eso soy protagonista de mi vida y de mis cosas. El problema radica en cuando te enamoras, ¡ojo!, porque recordemos que este es el tío es con el que te metes en la cama, pero no con el que te casas, compartes piso o lo que quiera que hagáis vosotras con vuestros novios; porque recordemos que es un amigo, no un novio. Puede que a la Kunis le saliera bien con Timberlake, pero eso sólo pasa en las películas, chica, que pareces nacida ayer.

Cuidado con enamorarse, que es un amigo, pero no un novio. Eso solo le funciona a Natalie Portman en las películas, tú mejor no lo pruebes en casa.
Cuidado con enamorarse, que es un amigo, pero no un novio. Eso solo le funciona a Natalie Portman en las películas, tú mejor no lo pruebes en casa.

Despierta, échate un amigovio y mientras tantos sigue la búsqueda de tu hombre perfecto, y que digan lo que quieran que estamos en el siglo XXI, y para el suspiro que dura esta vida y lo que cuesta estar bella como una grosella, no vamos a estar perdiendo el tiempo, sino optimizándolo.

En defensa del amigovio