Blanca Suárez se mueve a lo largo y ancho del lobby del hotel Palace, en el centro de la capital alemana, sin perder la sonrisa. De un equipo de televisión a otro, de un periodista a otro, de un fotógrafo a otro. En esta soleada mañana de febrero toca promocionar El Bar en la 67 edición del Festival Internacional de Berlín; una faena festivalera a la que se suman Mario Casas, Secun de La Rosa, Jaime Ordóñez, y el director de la película, Álex de la Iglesia.

La comedia negra en la que Blanca interpreta a Elena, un personaje que depara muchas sorpresas, ha sido presentada fuera de competición oficial del certamen. Fuera de concurso pero recibida con una gran ovación entre las dos mil personas que coparon la sala del Berlinale Palast para su estreno. Aún con la emoción de la buena acogida, la actriz no se aventura a pronosticar cómo será recibido este trabajo de ritmo delirante en España: “La verdad es que intento no esperar nada, las cosas se verán cuando ocurran”, afirma.

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¿Cómo has pasado estos días en la Berlinale?

Esta ha sido la primera toma de contacto de la película con el público, y hacerlo en el marco de este festival es increíble. Estamos muy contentos, pero por otra parte somos conscientes de que es una película muy característica. Nos ha emocionado bastante verla por primera vez con un público europeo, al que siempre se entiende más distante y frío, y sin embargo constatar la buena acogida.

 

Vuelves a trabajar con Álex de la Iglesia tras Mi gran noche (2015), pero en un papel muy diferente del anterior, ¿cuál fue tu primera reacción al leer lo que te esperaba?

Cuando te llama Álex de la Iglesia nunca sabes por dónde va a salir [ríe]. Abres el guión con muchas ganas, pero también con incertidumbre. Al leerlo no me lo podía creer, me pregunté que en qué estaba pensando cuando lo escribió [ríe]. 

 

¿Por qué es especial el trabajo con él?

Una de las cosas más increíbles que te aporta Álex de la Iglesia es que no tiene filtros ni límites, y está abierto absolutamente a cualquier tipo de propuesta que quieras hacerle. Lo ve todo desde los ojos de un niño, con ilusión. Eso te da la posibilidad de llevar a los personajes al extremo.

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¿Cómo fue enfrentarte al hecho de que en situaciones extremas, como las que se ven en la película, aflora lo peor de la naturaleza humana.

Uno nunca sabe cómo puede reaccionar ante una situación tan extrema. Hay quien pregunta qué haría si me pasara lo mismo que se ve en El Bar, y me hace gracia porque creo que si le preguntases eso a los personajes, harían unas teorías maravillosas, dirían que serían súper valientes. Sin embargo nadie sabe qué tipo de monstruo va a salir de nosotros en una situación tan extrema.

Y no es maldad, ningún personaje es malo, más bien actúan lo mejor que saben o creen que pueden saber en esa situación. Quieren salvarse, sobrevivir y llega el momento en el que tienen que decidir pasar sobre alguien para lograrlo. No me quiero ver en esa tesitura porque seguramente haría lo mismo que en la película.

 

¿Fue desafiante rodar en un espacio tan reducido?

Ha sido una especie de campamento de verano en el que juegan angustias, inseguridades y los propios problemas que crean la coexistencia. Durante muchísimas horas al día estuvimos en un plató no solamente los actores, sino también el equipo técnico, y prácticamente no pisamos la calle ni vimos la luz del sol durante un mes y medio [sonríe]. Es una situación que te obliga a controlarte para no dejarte llevar por esas cosas como los roces de convivencia, angustias, cansancio, miedos. Nos tuvimos que apoyar mucho los unos a los otros para que el rodaje fuera por buen camino y poder sacarle un buen número de cosas positivas.

No puedes hacer las cosas pensando en la repercusión porque eso te distrae de tu verdadero trabajo.

Al final de la película te conviertes en una heroína, ¿eras consciente de que este papel podría dejar una impronta en la cinematografía española?

Uno no hace una película -o no debería hacerla- pensando en lo que va a ser de ella, o de si pasará o no a la historia del cine [sonríe]. Eso es algo que no es de mi competencia, no puedes hacer las cosas pensando en ello porque te distrae de tu verdadero trabajo. Al final a mí lo que me queda son recuerdos puros y duros.

De la escena final en la Gran Vía, recuerdo al equipo, cómo lo hicimos, pero también me acuerdo que hacía mucho frío. Las cámaras estaban escondidas y nadie en la calle sabía que estábamos rodando, y de repente aparecí semidesnuda en la calle. De eso tengo que decir que me parecieron muy curiosas las reacciones de la gente… pero para mal. Fue algo muy sorprendente porque nadie se me acercó para preguntarme si estaba bien, ni siquiera para saber qué me estaba pasando (iba caminando con una cara terrible y sangrando). Oía cuchicheos, veía las miradas de la gente extrañada, pero nadie se me acercó. Fue algo muy curioso. De manera que todo lo que se ve en esa escena es real.

Un fotograma de la película que ha triunfado en Berlín. © Cordon Press

Como actriz y persona pública te enfrentas día a día con paparazzi y la atención de mucha gente. ¿Cómo lidias con ello?

Yo soy una persona que sigue haciendo lo mismo que antes, pero desde fuera parece que eres otra, que todo lo que haces es interesante. Es extraño porque desde dentro de mi entorno no lo entiendo. Quiero seguir haciendo lo mismo, y lo triste es que a veces no es que lo dejes de hacer, sino que lo cambias, lo modificas y coartas cosas que quisieras hacer porque no quieres que narren tu vida.

Entiendes el interés de la gente hacia ti, pero por otra parte es muy violento que vayas por la calle y te des cuenta que hay un señor haciéndote fotos o siguiéndote todo el día hasta la puerta de tu casa. Sé que es de la prensa, pero si no fuera así, se trataría de un ser extraño que sabe dónde vivo, cuándo entro y salgo, dónde viven mis padres… ¡una persona que ha hablado con el portero de mi edificio y con el quiosquero! ¡Es algo muy loco!

 

Y se agrava con las redes sociales…

Las redes sociales están muy bien porque todos nos podemos expresar en cualquier momento y decir lo que realmente pensamos. Sin embargo, es un arma de doble filo porque te pronuncias sin dar la cara, y eso es fácil. Desde el sofá de tu casa escribes lo primero que te pasa por la cabeza, y quien lo recibe lo tiene que gestionar [sonríe]. A veces pienso que tal vez me haya cruzado con algunas de esas personas por la calle, pero no me dicen nada, y sin embargo cuando llegan a sus casas, lo escriben. Entonces lo que me da es un poco de rabia al ver dónde estamos llegando en esta era de la tecnología, que es algo maravilloso, pero el uso que se le está dando, la falta de principios o de lo que se espera de la humanidad a veces se pierde.

Me da rabia ver dónde estamos llegando en esta era de la tecnología.

¿De qué manera te proteges?

[Reflexiona] Es muy difícil porque o vives en una cueva o te vas al campo. Es muy difícil abstraerse de todo eso, y es complicado porque intentas no leer ni ver cosas sobre ti, pero al final te llega, y si no lo lees, te enteras a través de un amigo que viene y te dice: “¡Qué fuerte! ¿Has visto esto?” [se ríe]. ¡Vaya, hombre!, por una vez que intento no enterarme… [risas]. Al final creo que es un trabajo personal, de entendimiento hacia los otros, aunque te gustaría reciprocidad, pero bueno… Intentas entender, tratas de abstraerte… No hay otra solución.

‘El Bar’ se estrena en España el próximo 24 de marzo.