¿Qué significa sekkusu shinai shokogun (síndrome del celibato), oniyome (esposas diabólicas) o soshoku danshi (hombres herbívoros)? Todas estas expresiones nos llegan, cómo no, de Japón, ese país de extremos cuyos medios le ponen nombre a cada fenómeno social. Y son el resultado de un nuevo síntoma en la sociedad nipona: sus jóvenes han dejado de tener sexo.

Lo dicen las estadísticas. Los japoneses menores de 40 han perdido el interés por las relaciones. Ni citas ni sexo. Para el gobierno, el “síndrome del celibato” forma parte de una catástrofe nacional: Japón tiene uno de los índices de natalidad más bajos del mundo; en 2012 nacieron menos bebés que ningún otro año. Con 126 millones de habitantes, temen perder un tercio de la población en 2060.

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Alerta en Japón: en 2060 temen perder un tercio de su población.

El número de solteros bate récords. El 61% de los hombres y el 49% de las mujeres entre 18 y 34 años no mantiene ningún tipo de relación sentimental. Y un tercio de los menores de 30 jamás ha tenido una cita. Una encuesta realizada este año por la Asociación Japonesa de Planificación Familiar, y recogida por el diario británico The Guardian, refleja que el 45% de las féminas entre 16 y 24 años “desprecia el contacto sexual”.

Según las proyecciones del gobierno, una de cada cuatro nunca se casará, y casi el 40% de las chicas que hoy tienen 20 años no tendrá hijos. Y aunque en el país del sol naciente siempre han separado el amor del sexo (están libres de cargas religiosas, pero conviven con una doble moral que aprecia la virginidad entre las menores de 25), su falta de interés alarma a las autoridades hasta el punto de advertir: “la crisis demográfica es tan seria, que podría llevar a nuestra extinción”.

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¿ES JAPÓN UN EJEMPLO DE LO QUE PODRÍA PASAR EN ESPAÑA?

Aquí nos casamos más tarde, o no lo hacemos. El número de mujeres sin pareja crece; el índice de natalidad cae en picado. Y si ya estábamos entre los últimos europeos en abandonar el hogar familiar, la crisis retrasa todavía más la edad de emancipación. Pero tranquilas, que no cunda el pánico. Hemos consultado con varios expertos y la respuesta es clara: no solo no hemos perdido el interés por el sexo, sino que las españolas vivimos un momento cada vez más dulce.

“Las españolas no se parecen en nada a las japonesas en este terreno. De hecho, en la última década ha disminuido la edad de acceso a la sexualidad y se ha incrementado el número de parejas sexuales, entre otras cosas gracias a las nuevas tecnologías, que han facilitado los contactos sexuales”, señala a GRAZIA el doctor Francisco Cabello Santamaría, director del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología y profesor de Asesoramiento y Terapia Sexual en la Universidad de Almería.

“Estoy convencida de que en España no se dará el fenómeno japonés. La sexualidad está muy influida por el tipo de sociedad en la que vivimos”, apunta Luana Salvadó, psicóloga, sexóloga y formadora en Sex Academy Barcelona, donde imparte varios talleres. “Las jóvenes españolas están cada vez más abiertas a nivel sexual. Tienen ganas de disfrutar y vivir el sexo de una manera natural y placentera”.

Lick_your_lipPor su parte, Sylvia de Béjar, coach sexual, comenta que “nunca llegaremos al extremo de Japón, aunque las españolas se preguntan cada vez más si deben convivir, retrasando la idea de tener una pareja estable”. La autora de Deseo y Tu sexo es tuyo asegura que somos mucho más activas sexualmente que hace una década, “probablemente por la influencia de internet, que ha invadido todas las esferas de nuestra vida”. Aun así, para De Béjar “nos queda mucho por hacer”. Y se pregunta por qué las revistas femeninas se empeñan en publicar reportajes sobre ¿cómo hacer feliz a un hombre?. “¿Y nosotras? ¿Qué nos hace feliz a nosotras? Seguimos educándonos en el porno. Somos más activas, pero el desconocimiento es enorme. Hay mucho sexo casual, pero las mujeres no se lo pasan bien porque siguen sin atreverse a pedir, a hablar. Todavía no han entendido la importancia de su clítoris”.

En Japón, el matrimonio acaba con todos los esfuerzos profesionales de la mujer. Casarse significa tener hijos, “y los largos horarios son incompatibles con la maternidad”, señala a The Guardian una alta ejecutiva japonesa para quien el matrimonio “no es una opción”. Por eso un 70% de las niponas deja su empleo tras el primer bebé, poniendo a este país a la cola de las peores naciones en igualdad de género. Además, la sociedad demoniza a las casadas que trabajan, tachándolas de “esposas diabólicas”.

 

LOS HOMBRES TAMBIÉN TIENEN LO SUYO

Muchos menores de 40 se han apuntado a esa nueva tribu que se rebela contra la tradición, conocida como soshoku danshi (herbívoros), “hereosexuales sin interés por las relaciones y el sexo”. Una tribu reflejada en un personaje de manga, campeón de artes marciales, que en la intimidad hornea bizcochos y hace ganchillo. El macho nipón ya no es lo que era. Recesión, menores salarios y precios de la vivienda por las nubes convierten en imposible esa costumbre de mantener a la mujer y la familia. ¿Resultado? Rechazan perseguir al mismo tiempo el éxito profesional y sentimental.

En España, la evolución de la relación masculina con el sexo ha sido menos revolucionaria que la de la mujer. “Los hombres están un poco descolocados, pero los que son listos intentan conocer las preferencias de las chicas acudiendo a talleres para saber qué quieren las mujeres”, subraya Salvadó. En sus clases, De Béjar comprueba que los españoles no saben cómo satisfacer a sus parejas sexuales. “No me canso de repetirlo: el coito no lo es todo. Los hombres no pueden tratar a las mujeres como si fueran actrices porno. Les aconsejo que lean un buen libro o acudan a un taller. El problema es que luego se cortan. No hacen preguntas. Por otro lado, las mujeres no pueden pretender que ellos lo adivinen todo. Tienen que aprender a decir lo que quieren, y cómo lo quieren”.

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En cualquier caso, estamos mejor que nuestras madres. “Muchas chicas pueden tener relaciones sexuales desde muy jóvenes en su dormitorio, dentro de la casa paterna. También es común la convivencia en pareja sin ningún tipo de lazo legal, cuestiones imposibles en anteriores generaciones”, explica Cabello.

Otra diferencia con las niponas es que las españolas siguen su camino profesional después de casarse. “En nuestra cultura, el punto de inflexión lo marca la maternidad, no el matrimonio. En Japón lo más importante es el marido. En España, los hijos”, explica De Béjar. Para Salvadó, la diferencia entre las españolas que apuestan todo por su carrera profesional y las que deciden tener hijos es cada vez mayor. “La situación económica no nos ayuda a ser madres de una manera relajada. El trabajo exige mucha especialización, implicación y horas. La mujer-madre no tiene tiempo para cubrir todas las demandas”.

Una última expresión sirve para resumir esa profunda desconexión física que tienen en el país asiático: “el amor de fideos instantáneos, la gratificación fácil y rápida en forma de porno online, novias virtuales o animación”. Lo explica una de las voces recogidas por The Guardian, el escritor Roland Kelts, autor de Japanamerica. “La necesidad de los japoneses de escaparse a mundos virtuales tiene que ver con la falta de espacio físico en una isla superpoblada”. Aun así, gente como la ex dominatrix y actual consejera sexual Ai Aoyama trabajan para recordarle a sus compatriotas que “el contacto físico, el sexo, es una necesidad humana que genera endorfinas, felicidad. Y nos ayuda a funcionar mejor en la vida”.