No es nuestra intención cortarte el rollo, pero los riesgos del sexo son muchos (y lo sabes). Además de las enfermedades de transmisión sexual o los embarazos no deseados, la pasión puede conllevar también otros peligros como golpes, arañazos, desgarros o contusiones, que son más comunes de lo que nos atrevemos a confesar. Vale que no tan frecuentes como en Dennis Rodman, antigua estrella de la NBA, fiel seguidor de Donald Trump e íntimo de Kim Jong-un (con este currículum no le hace falta Linkedin), que se ha roto el pene hasta en tres ocasiones. Sin llegar a tal extremo, quien más y quien menos ha sufrido algún que otro percance.

Pero en 2016, nos sigue avergonzando sacar este tipo de magulladuras a la luz, provocando que parezcan menos habituales de lo que son y que no se investiguen lo suficiente.

Yo no me reiría tanto...
Yo no me reiría tanto…

Precisamente estos días un estudio norteamericano acaba de desvelar las lesiones más frecuentes durante el sexo, ya sea en solitario o en pareja. En Grazia hemos querido contrastar la información y adaptarla a la realidad española de la mano la sexóloga y psicóloga del Centro SEES, Ana Belén Rodríguez.

Como prescripción inicial, ojo con los contorsionismos en lugares poco ortodoxos, el exceso de pasión y, por favor, acostumbrémonos a tirar de lubricantes cuando sea necesario, que para eso se inventaron. Sentido común y precaución, porque como bien rezaba aquel anuncio de una marca de neumáticos: la potencia sin control, no sirve de nada (y sino que se lo digan a Rodman).

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¡Menos vergüenza y más protección! Fotograma de ‘Match point’.

“Creo que estas heridas son más comentadas entre los amigos que contadas a los científicos”, afirma la doctora Nicole Prause, conductora del estudio publicado en la web Psychology Today. La lesión más común entre los americanos puede parecer obvia: los golpes en la cabeza. Cabeceros, estanterías o paredes pueden dar buena fe de la fogosidad durante el acto sexual. Después, otro clásico: las quemaduras debido al roce. Porque no siempre tenemos un colchón a mano (o porque lo tenemos siempre y apetece cambiar), suelos, jardines, escaleras o baños toman el relevo. Ahí se producen estas quemaduras, sobre todo en codos y rodillas, que nos dejan un bonito recuerdo de nuestra pasión durante toda la semana.

Cerrando el pódium encontramos los arañazos en los genitales producidos durante la masturbación. Una lesión más común en el caso de los hombres (el 40%) que en el de las mujeres, ya que solo un tercio de ellas la han sufrido alguna vez. La constancia que nos deja el cuestionario es que el mayor número de contusiones se sufren durante el sexo en pareja. Quizá sea hora de que recuperen la campaña ‘Póntelo, pónselo’, pero esta vez, aludiendo al uso del casco.

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Cualquier lugar es bueno cuando la pasión nos desborda. Fotograma de ‘Amor y otras drogas’.

El listado de Prause lo cierran otras como la fractura de pene, el sangrado genital y los desmayos. Según Ana Belén Rodríguez, los hematomas, calambres o dolores de espalda, ocasionados por la incomodidad del lugar en el que practicamos sexo, son comunes en los españoles. También lo son otras lesiones más dolorosas: “En las mujeres, son frecuentes los desgarros vaginales o anales debido a la falta de lubricación o al mal uso de juguetes eróticos. En los hombres, el desgarro del frenillo durante el coito y la fractura del pene. Si bien no tiene ningún hueso, hace referencia a la distensión o ruptura de su cuerpo cavernoso interno”.

Estas consecuencias del sexo desenfrenado fueron sugeridas por los 500 hombres y mujeres que formaron parte del panel conducido por la doctora Prause. Un sondeo que ve la luz como respuesta al movimiento antimasturbación, tan arraigado en los sectores religiosos más conservadores del país norteamericano, que tilda de adictos al sexo a aquellos que sufren estas lesiones y consumen porno. Sus pesquisas también demostraron que el visionado periódico de pornografía no provoca un descenso en el deseo hacia la pareja, sino que lo incrementa.

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No hace falta que te inventes formas más ‘finas’ de decir que te masturbas.

Aunque en nuestro país esta corriente no está tan extendida (a Dios gracias), sí hay varias leyendas urbanas sobre su consumo que la sexóloga desmiente de manera contundente: “No existe una educación sobre el porno, sobre lo que es y lo que no. La pornografía no es negativa, es un instrumento que nos puede dar mucho placer y excitación, pero tenemos que ser conscientes de que lo que muestra no es real”, apunta Rodríguez, que concluye: “La masturbación continuada no repercute negativamente en la vivencia de nuestra sexualidad, todo lo contrario, el autoconocimiento favorece mucho en este ámbito”.

Un déficit de educación sexual que se manifiesta en las falsas ideas sobre el sexo que arrastran muchos jóvenes y también en lo referido a las magulladuras, que (erróneamente) pensamos que se producen de manera extraordinaria. Todo lo contrario. Una encuesta realizada a mil británicos apuntaba que un tercio de los mismos se habían herido durante el sexo. Sin embargo, los profesionales alertan de lo difícil que resulta tener datos concretos ya que la mayoría de los adultos no confiesan el origen real de tales contusiones.

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Poder hablar de sexo, tanto con tu pareja como con los profesionales, es clave. Fotograma de ‘Sexo en Nueva York’.

Sí, querido lector, los británicos también ‘se escurren en la bañera’. “Las etiquetas y los prejuicios asociados a este tipo de ‘accidentes’ seguramente impiden que podamos contarlo con naturalidad, e incluso si fuera necesario, acudir de inmediato a un centro de salud. Eso denota lo fuertes y arraigadas que siguen en nosotros este tipo de ‘evaluaciones morales’ y que por ello tengamos vergüenza a ser evaluados”, cuenta a Grazia, Rodríguez.

La mayor parte de las lesiones provocadas durante el sexo son las típicas de cualquier actividad física. Que se produzcan es tan común como cualquier caída mientras practicamos deporte. Eso no te convierte en ningún bicho raro, aunque la puritana sociedad actual intente estigmatizar el asunto. Lo primordial ante una lesión es dejar a un lado la vergüenza, evaluar el dolor y limitar el consejo de amigos o páginas pseudoespecializadas de internet. El médico es el único cualificado para tratar el dolor. Un mal diagnostico es potencialmente peligroso por el riesgo a que la herida pueda ir a más y que nuestro placer desaparezca. Y con el placer, querido lector, no se juega. Nunca.

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¿Verdad, Britney?