Suena el despertador (o si eres una persona normal el móvil: según este estudio realizado por Tuenti e Ipsos, el 70% de los españoles de entre 16 y 35 años ni siquiera tienen despertador) y en lugar de salir de la cama, eliges la opción de repetir la alarma cinco minutos más tarde. Total, no pasa nada por cinco minutos más, 10 minutos más, ‘x’ minutos más… Una función en la que X tiende a infinito (o al máximo que tu miedo a perder tu trabajo permita) que, en realidad, no te está haciendo ningún favor: el sueño después de la alarma no es más reparador, sino al contrario.

En un sentido estrictamente biológico, no son cinco minutos ‘más’, son cinco minutos a secas. Según esta investigación, volver a dormirte una vez despierta es empezar un nuevo ciclo del sueño que se verá interrumpido cuando vuelva a sonar la alarma, en el peor momento posible y el que más garantiza la indeseable “inercia del sueño”, que se caracteriza por hacerte estar varios minutos (puede llegar a durar una hora, o incluso tres) en estado de confusión y desorientación, con la velocidad del pensamiento mucho más lenta y las habilidades físicas resentidas… ¿Te suena?

Se acabaron los ‘5 minutitos más’… © Meylan

La ciencia empezó a describir los síntomas de la inercia del sueño en los años 60: a medida que el mundo se vuelve más civilizado e industrial, dejamos de despertarnos naturalmente (al salir el sol) y menor es la sincronía de nuestros relojes biológico y social. Según este estudio de Current Biologya ese desajuste se le llama jetlag social y está íntimamente relacionado con el aumento de la obesidad y otras enfermedades. El despertar mediante alarma es antinatural también porque interrumpe el sueño drásticamente, en lugar de hacerlo progresivamente, que es para lo que se ha ‘diseñado’ el cerebro, ya que algunas regiones cerebrales necesitan su tiempo para funcionar (especialmente el corte prefrontal).

¿La solución? Lo primero es ser lo más estricta que puedas con la higiene del sueño. La Sociedad Española de Neurología (SEN) recomienda dormir sin interrupciones entre 7 y 8 horas, que pueden ser más o menos dependiendo de cada persona. Ayuda a conseguirlo hacer deporte, evitar al cafeína después de las 16:00 y desterrar del dormitorio televisores, tablets, ordenadores y móviles. Según la Universidad de Houston, la luz artificial de los dispositivos electrónicos tiene un impacto directo (y muy negativo) en la calidad de nuestro sueño. Con solo dos semanas bloqueando (mediante gafas específicas) la recepción de esa luz, los participantes vieron incrementada en un 58% su producción de melatonina, la llamada “hormona del sueño”.

Si no tienes despertador, te vale el gato.

Si, a pesar de seguir todas estas normas, sigues teniendo problemas de sueño, acude a un especialista. En España una de cada tres personas sufre alguna patología del sueño, pero menos de un tercio pide atención médica, según la SEN. Y lo que es aún peor: en el último año, un 4% de los españoles ha consumido hipnóticos sin receta, unos medicamentos con efectos secundarios que siempre debe controlar un especialista. ¿Y si en lugar de automedicarnos empezamos por olvidar lo de “5 minutos más”?

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