Vaya por delante que soy una admiradora de Su Majestad la Reina Doña Letizia. Así evitamos equívocos.

Vaya también por delante que admiro su trabajo. Y no, no me gusta que para hablar de Ella los medios utilicen -utilicemos- el recurso de los modelos que luce, por más que la moda sea un territorio bien conocido y amado por mí.

Y no, tampoco me hace ninguna gracia que en estos días aparezcan una y mil veces noticias y artículos que tienen que ver con su cumpleaños, que se celebra el próximo 15 de septiembre. Habría preferido las portadas en momentos cruciales del país, en los que Ella nos ha representado tan magníficamente bien. Por ejemplo, tras la cumbre de la OTAN organizada en Madrid, en la que brilló más allá, mucho más allá, de vestidos, repetidos o no, o alpargatas. Pero qué se le va a hacer. Tampoco se cumplen 50 años todos los días. Eso son palabras mayores, Majestad.

Hace un tiempo, para uno de los cumpleaños importantes de la entonces aún Princesa, desde el medio que yo dirigía, quisimos hacerle un homenaje. Encargamos unas preciosas ilustraciones que publicamos y que yo misma llevé a Palacio en una caja que el director de arte había preparado con mimo. Y he de decir sin desvelar detalles que llevaré a la tumba que supe por sus gestos que apreció sobremanera nuestro humilde presente. Le llevaba un regalo, pero también lo fue para mí su manera de recibirlo.

Aquel día, en nuestra conversación sentí estar ante una mujer real. Recordaba entonces que cuando habíamos sabido de su compromiso con el, entonces, Príncipe de Asturias, en la redacción de una web que entonces dirigía habíamos hecho bromas con que era “una de las nuestras”. En aquellos momentos lo decíamos porque era una periodista y creíamos que eso nos daba derecho a tal calificación.

Cuando fui a entregarle las ilustraciones entendí que efectivamente era una de las nuestras, como mujer. Con preocupaciones muy similares a las de cualquiera de nosotras, no de trabajo, en cuanto a que el suyo estaba asegurado… Es broma. Pero sí  de cómo ejercer el trabajo. Aparte de que compartirlo con el marido siempre es complicado. Otra broma. Y se ha dicho muchas veces, pero me gusta recalcar que Doña Letizia es una auténtica y gran profesional. Sabía los nombres de las redactoras de la revista que la homenajeaba. Y más allá del halago, entendí por sus frases y preguntas que la reunión estaba preparada por una profesional.

Es comprobable el papel que la Reina realiza en sus diferentes viajes, en los diferentes momentos del país y mundiales. Doña Letizia es un valor añadido a la Casa, que ha ido creciendo al tiempo en que maduraba como mujer, como esposa, como madre, desde luego como Reina. Y para quienes en alguna ocasión me han preguntado por su manera de comportarse, cercana o lejana, he de poner el acento en la primera. Lo he comprobado en diversas ocasiones, especialmente en los ceremoniales de los premios Princesa de Asturias, cuando la Reina es aclamada, vitoreada…, siempre que lo presencio me hago la misma reflexión: Doña Letizia obviamente está más que custodiada y segura, pero no lo parece. No hay un selfie que rechace, ni un abrazo…, incluso se deja rodear por la cintura para las fotos… Real.

Y sí, claro que voy a hablar de los años. 50 no es una minucia. Pero me gustaría destacar mis deseos. Y estos pasan precisamente por no otorgar demasiada importancia a la edad. Más allá de poner de manifiesto la madurez alcanzada. Sabe perfectamente la Reina porque es de este mundo que tiende a verse a las mujeres que llegan a ese bendito momento en la pista de salida del envejecimiento, mientras que a los hombres se les sitúa en la de la madurez. Y no es un detalle agradable. Seguro que es consciente de esa fea manía que supone esconder a sus congéneres, menos visibles socialmente, con menos trabajo, perdiendo papeles activos y no solo en el cine o en el teatro, sino en la película de la vida. No creo que la Reina sea ajena a esa terrible corriente contra la que trabajar, el edadismo.

Los 50 no son los nuevos 40. Son los que una o uno quiera. Por más que esa una sea la Reina de España. Y doña Letizia está dando muchas lecciones al respecto. Y sí, ahora sí voy a hablar de la estética, también en lo que se refiere a la manera de vestir y a la vida cotidiana. Como gran profesional que es, ya lo he dicho, no creo que ninguno de sus gestos sea banal. Estoy convencida de que esconden un significado. Por eso, hay que agradecerle una y mil veces su labor de embajadora de la moda española, que cada vez perfecciona más, subiendo a la palestra a creadores que a veces ni siquiera son populares, que sería lo más fácil. Y desde luego son de agradecer sus minifaldas, sus pantalones cortos, sus zapatos planos o sus pantalones rotos, si bien a mí personalmente no me gustan ni cuando los llevan mis hijas. Y también, aunque no sea yo precisamente una forofa de mostrar las canas, que todo ello puede exhibirlo luciendo además hilos grises cada vez más notorios.

Y dicha esa palabra mágica, hijas, me gusta destacar también la labor de madre de Su Majestad. Me consta y nos consta a cualquiera que la vea en acción que sus dos grandes tesoros son la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, que dicho sea de paso parecen estar creciendo realmente bien.

Por todo ello y por muchos años más, Felicidades, Majestad.

*Imágenes: Getty Images