El día 1 de junio Teresa Helbig no volará.

Es una pena. Porque, de hacerlo, la creadora catalana asistiría en directo al estreno de los uniformes de la compañía Iberia diseñados por ella. Como soy una romántica, imaginaba la escena de emoción que habría sentido seguro ella también, que a pesar de cañera y rockera es muy muy emocional.

El estreno es muy importante. Mucho. Por varios motivos. Pero querría destacar dos:

En primer lugar, que en los 95 años de la compañía es la primera vez que una mujer se convierte en la diseñadora de unos uniformes que van más allá de lo que vemos, porque por detrás, por encima, al lado… de aquellos que solemos tratar en nuestros vuelos están todos los equipos de tierra que también van uniformados.

Perdón, Teresa, que hago un inciso para explicar brevemente que desde que se incorpora la figura de azafata en 1946 y hasta 1954 sus uniformes eran de estilo colonial, pero incómodos por estar hecho con tela de paracaídas. La figura del creador entra con Pedro Rodríguez que los diseña entre 1954 y 1966, momento en el que se da el salto a los míticos de Pertegaz y en los años 80 a los diseñados por Elio Berhanyer, al que sigue Alfredo Caral. Hasta el día 31 de mayo, las tripulaciones llevarán los que creó en su día, concretamente en 2005, el diseñador Adolfo Domínguez. ”Por fin, una mujer”, se decía por los pasillos de IFEMA el día 9 de julio de 2018 cuando se dio a conocer el nombre de la ganadora de un concurso que mantuvo el suspense durante bastante tiempo.

En segundo lugar, es trascendente porque la pandemia, sí, la dichosa pandemia ha alargado todos los procesos, y, sí, también la aparición de estos uniformes. Alucinante el marcaje de un covid que nos encerró en casa y ha modificado nuestra existencia y que afectó a Helbig de lleno, dado que el 1 de febrero de 2020, cuando en China ya veíamos las barbas cortar, en la pasarela MBFWMadrid se presentó el desfile de uniformes Iberia by Helbig. Dos años han tardado en tomar tierra.

Es que la pandemia ha sido tan bestia…”, asegura con su tono de eterna suspirante, Teresa Helbig, que pregona su felicidad por el estreno, pero también por la marcha de su negocio, dentro de que “el nuestro es un mercado personalizado, casi mercado nicho”. Lo cierto es que desde hace unos meses Teresa viaja constantemente entre Barcelona, donde tiene su casa, su taller y showroom principal, por cierto precioso, donde vive su familia, su querida madre, semilla del negocio, su hija…, y Madrid. Ya lo hacía antes, pero ahora con mayor motivo, debido a que han abierto un showroom en la capital, “así que el equipo Helbig siempre va cargado de bolsas”.

Teresa y su tropa fueron de los que durante la pandemia decidieron convertir la crisis en oportunidad.  “La pandemia, como le ocurrió a todo el mundo, fue un shock. Pero justo en ese momento cuando surgió la línea de Petite Helbig (se refiere a su colección para niñas entre 4 y 12 años), en la que aprovechamos las telas que ya teníamos. Pero también ocurrieron cosas mágicas, como por ejemplo que hubo clientas que siguieron encargándome piezas. Y lo más fuerte fue una que se fue haciendo trajes durante todo el año como ayuda, para que no cerrásemos; ella se hacía fotos, lo promocionaba… y nosotros vendimos por Instagram, pero también por whatsapp, y afortunadamente, porque hay gente que entiende el valor de un taller pequeño…, seguimos activos en redes y seguíamos en contacto con algunas de nuestras Helbig Gang, por ejemplo con Halle Berry justo después fue cuando nos pidió un kimono y una falda que promocionó mucho… Hubo muchas personas que siguieron fieles…”

Los uniformes Helbig tienen mucho que ver con mi propia historia, ya que en el momento en que se convocó el concurso para elegir creador que los realizara yo era directora de Mercedes Benz Fashion Week Madrid y formé parte de jurado seleccionador. He de decir que fue un gran reto. No puedo desvelar los pormenores, pero sí decir que desde el principio la propuesta de Teresa nos enamoró. 

¿Tú te acuerdas bien? ¿Cómo lo viviste?

Cuando dieron a conocer todas las bases del concurso, tengo que decir que yo estuve un poco chula con el equipo. Les aseguré “lo vamos a ganar porque lo vamos a hacer tan bien…, lo vamos a trabajar tanto…, que va a salir”. 

Fue emocionante cuando vinisteis a presentar la propuesta final… Creo recordar que trajisteis alguna prenda hecha…

Claro que sí. ¿Te acuerdas? Llevamos una camisa, una americana y una falda. De hecho, nuestra primera idea, nuestra primera intención era aparecer vestidos ya con las prendas acabadas. La idea era que yo me vistiera de azafata y el ayudante que me acompañaba de auxiliar de vuelo. Pero no dio tiempo.

Recuerdo como si fuera ayer la emoción del momento, la sensación de equipo, pero sobre todo, sobre todo, la ilusión, la pasión y la perfección de unas prendas tratadas con el mismo mimo que Helbig les da a las de sus desfiles. Recuerdo el detalle pensado para esos uniformes que, por cierto, con todo lo que han tardado en aparecer parecía que nunca verían la luz. Fue realmente mágico. Eran piezas únicas. Parecían grandes piezas únicas. 

Lo hicisteis muy fácil…

Piensa que en Helbig estamos acostumbradas a trabajar todos los cuerpos, y eso nos daba confianza en que teníamos posibilidades. Nosotros no somos modernos ni hacemos moderneces. Hacemos vestidos para todo tipo de cuerpos y teníamos esa ventaja de entender que debíamos ceñirnos a una propuesta que fuera buena, bonita, diferenciadora y funcional… Y hemos trabajado muy bien. Todos, todo el equipo, tanto Iberia como El Corte Inglés que ha realizado la producción… todos queríamos que esto saliera muy bien y todos han hecho esfuerzos, hasta para conseguir las hombreras que queríamos, que dieran power suficiente y que fueran factibles, también hemos testado juntos los tejidos. Porque además entendíamos que los uniformes debían ser muy funcionales y aguantar mucho trote. Han sido dos años de intenso trabajo en los que casi cada día hemos trabajado con Iberia y lo hemos hecho implicados a saco. 

¿Los mayores retos?

El pespunteado con los colores corporativos de Iberia ha sido complicado. Y luego mi madre nos dio una clave cuando me dijo “pero tú has visto cuánto nos hinchamos cuando volamos”. Y es verdad, nos hinchamos tú y yo, así que imagínate los que van trabajando… Por eso se nos ocurrió la idea de poner una cremallera con la que conseguimos adaptar las faldas a la talla que tienes antes de volar y a la talla más después de hincharte. Luego, considero un acierto las diferentes medidas de tacón en los zapatos y que puedas ir con deportivas pero cool… También los pantalones que pueden ser un poco más cortos si se quiere…

Entiendo que el tema de la movilidad era otro reto.

De hecho, el tejido tenía que tener un punto de elasticidad. Además, para facilitar la movilidad, hemos puesto cremalleras en los brazos. Y otro reto es el cambio de temperaturas al que se somete el personal de vuelo. Por eso, ideamos el chalequito de plumas que no abulta y se puede llevar siempre en el bolso. 

“Un lío” es la corta frase resumen que Teresa utiliza para rematar toda esta retahíla de aciertos e hitos volantes. Un lío que intentaron que fuera menor interesándose por toda la cadena de producción y valor, viendo cómo trabajaban en todos los departamentos e imaginando la belleza de la tripulación en grupo. Elige tu prenda, le pido. “En realidad, yo soy una amante de la rebeca de punto, porque siempre me veo con una de ellas…, pero he de reconocer que el vestido de ellas es el best seller. Y también la americana de ellos.”

El tiempo tendrá la respuesta de cómo sobrevive su propuesta a los años, con la premisa de que precisamente se trata de que perdure, algo que está en el ADN de Helbig. Esa es precisamente su manera de entender la moda. Casi treinta años de trabajo y once años de desfiles la avalan. 

*Imágenes: cortesía de Teresa Helbig