Todos hemos visto cómo, el día de Reyes, niños que ya tienen mil juguetes son agasajados con más de una decena de nuevos muñecos, aparatos tecnológicos, coches teledirigidos, juegos de mesa… que acaban siendo ‘engullidos’ y abandonados en la maraña de alternativas de sus cuartos. Sin embargo, esa frase de «es que los niños de hoy en día tienen de todo» no solo se puede aplicar a los más pequeños.

Entre cumpleaños, navidades, amigos invisibles, fiestas varias y los ‘porque sí’ (estos son los mejores), acabamos recogiendo al cabo del año bastante regalos que también exigen su hueco en nuestro particular ‘cajón desastre’.

Tú con los regalos del día (los del año van detrás, en un camión). © Georgia May Jagger para Sunglass Hut
Tú con los regalos del día (los del año van detrás, en un camión). © Georgia May Jagger para Sunglass Hut

Rebelarse contra el síndrome de Diógenes, evitar acumular más objetos en el mueble del salón y dejar de guardar prendas que no usaremos en el armario es el reto de este año. Para ello, nada como los regalos pop-up o los que consisten en una experiencia: ellos son los llamados a triunfar este año bajo el árbol. Aciertos que, además, dejan el mejor sabor de boca, ¿o no preferimos que nuestros amigos nos recuerden por unas horas de diversión antes de por ser ‘los simpáticos’ que les regalamos esas-figuritas-que-no-hacen-más-que-acumular-polvo-por-más-que-las-limpiemos-cada-semana?

No somos los únicos que nos sumamos al regalo experiencial. Thomas Gilovich, doctor en Psicología de la Universidad de Cornell, publicó un estudio en el que se concluía que comprar o recibir objetos materiales provocaba una alegría intensa y breve, mientras que una grata experiencia, por ejemplo un viaje, provocaba una felicidad mucho más duradera. El problema es que, en muchas ocasiones, regalar una jornada en globo, conducir un auténtico coche de Fórmula 1 o cenar en el restaurante del que todo el mundo habla no está al alcance de todos los bolsillos.

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Este es el tipo de felicidad que provoca un regalo físico; por su parte, un viaje te deja la sonrisa en la boca meses.

La alternativa: el regalo pop-up, a medio camino entre el objeto y la experiencia, en tanto que están llamados a desaparecer. Eso sí, se trata de ser original, a ser posible con regalos que no puedan comprarse todo el año o que suelan pasar desapercibidos. Y no tienen por qué ser caros.

Un ejemplo lo tenemos en los cosméticos. ¿Qué tal si elegimos las ediciones especiales de Navidad? Productos que solo estarán un par de meses a la venta y que, una vez se acaben, solo dejarán un grato recuerdo. Siempre originales, los coreanos de Tony Moly han lanzado un trío de cremas de manos con aroma a macaron, galleta de jengibre y cereza (11,90 €). Yves Rocher hace lo propio con sus colecciones de Navidad, este año con aromas a pera-cacao, arándanos-almendra y clementina especiada (desde 2 €). En formatos mini, sorprenden y no se eternizan en el neceser.

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Pack con tres cremas de manos especial, de Tony Moly (11,90€).

Muchos descartan las tarjetas-regalo por lo impersonal que resultan. Sin embargo, la cosa cambia cuando se trata de un bono de bienestar. ¿Alguien que diga que no a un vale para un par de sesiones de masaje, pedicura, manicura y el mejor tratamiento facial? Una tarde de amigas en un spa urbano, donde relajarse de todo el ajetreo de las fiestas, rematado con un café con tarta, sienta mucho mejor que el cashmere.

El 90% de los españoles compra alimentos en Navidad que no prueba generalmente durante el resto del año, según el informe de hábitos navideños 2016 de Vente-Privee.com. Por tanto, si nos toca regalar a un goloso o a un gourmet, las tiendas delicatesen serán el mejor lugar al que acudir.

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Tarro relleno de queso Stilton, de Long Clawson (8€).

¿Qué amante de las galletas no nos querrá para siempre si aparecemos el día de Navidad regalándole una lata de galletas de Cartwright & Butler? Y si es un loco del queso, ¿no preferirá un tarro de loza de Long Clawson relleno de auténtico queso Stilton (8 €)? Puede que solo tarde un par de minutos en devorarlo, pero esa experiencia para su paladar hará que nos ganemos, mínimo, una sonrisa.

Y si preferimos el viaje experiencial de toda la vida, basta con ajustar el presupuesto. A veces, sirve con apuntarnos a actividades pensadas para los turistas, pero que nos permiten conocer nuestra propia ciudad desde un punto de vista diferente. Conocer el centro de Madrid a bordo de un romántico Tuk Tuk o los secretos de Barcelona en una divertida sesión de running son algunas de las opciones más económicas y originales.

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Lata de galletas de Cartwright & Butler, perfectas para los desayunos navideños.

A la hora de regalar experiencias ten en cuenta que, como destacó un estudio de la Universidad de Yale, cuando más conveniente y sencillo resulte llevarlo a cabo, mucho mejor. Y si, además, es algo que se necesita o anhela (unas horas de tranquilidad, probar un plato soñado…), la reacción fisiológica en la otra persona será plena, sin importar el precio o el tamaño del regalo.

Afortunadamente, la gratitud y la felicidad no tienen por qué ser pop-up, ¡solo lo regalos!