Decidir el destino de nuestras vacaciones no es sencillo. Si queremos quedarnos en el Viejo Continente, las posibilidades resultan abrumadoras, con tantos países y tantas ciudades a cuál más interesante esperando ser descubiertas durante unos días. Sin embargo, las grandes capitales no son lo único que debemos tener en cuenta a la hora de decidirnos por un país u otro. Los pueblos y ciudades pequeñas que saldrán a nuestro paso merecen también la pena. Un desvío para una pequeña excursión, una aventura inolvidable y, por qué no, un recuerdo memorable nos esperan en ellas. Estas 10 no defraudarán:

¿Te vienes de viaje? © Cordon Press
  • Freudenberg (Alemania)

Rodeada por frondosos bosques, un centenar de casas casi idénticas conforman el centro histórico, lo que convierte a Freudenberg, en Renania del Norte-Westfalia, en uno de los pueblos más pintorescos de Alemania. Tejados a dos aguas de pizarra negra, frontales impolutos con travesaños de madera, calles adoquinadas… la escena es de postal, tanto como su castillo medieval, su torre-campanario del siglo XVI-XVII o su Ayuntamiento, que originalmente también se construyó en aquella época. Además de por su belleza, merece un desvío por su festival de teatro, que cada verano atrae a miles de personas, así por su espectacular paisaje natural circundante, con 160 kilómetros de senderos señalizados.

Freudenberg es carne de Instagram.
  • Aix-en-Provence (Francia)

A no demasiada distancia de Marsella se encuentra una pequeña ciudad provenzal que no por casualidad fue la musa y el hogar de muchísimos artistas impresionistas. Antigua capital de la Provenza, solo su ruta a pie por cada una de las fuentes del centro histórico merece la pena, pero además hay que sumar multitud de rincones románticos y bellos, jardines únicos, palacetes… Su catedral gótica, la del Saint-Sauveur, es una preciosidad, construida entre los siglos V y XVIII; así como la torre del Reloj o los diferentes puentes que la rodean. La ruta de Cezanne, que va de Aix a Tholonet, de 4 kilómetros, es la única carretera de Francia declarada Monumento Histórico.

Aix-en-Provence, la musa y el hogar de muchísimos impresionistas.
  • Aalborg (Dinamarca)

La ciudad más importante del norte continental de Dinamarca es una pequeña joya que merece la pena descubrir en verano. De hecho, más que un desvío, es todo un destino en sí misma, ya que sirve de perfecto epicentro para recorrer las desconocidas y solitarias playas del norte del país y los grandes campos del centro de Jutlandia. Además de por su castillo y por las casas del siglo XVII, perfectamente conservadas en el centro de la ciudad, Aalborg merece la pena por su relajado estilo de vida, animado en verano por las terrazas que se colocan en las muchas plazas peatonales. En ellas se consume cerveza local (que además está elaborada en el propio establecimiento en muchos de los bares) y muchos bocados orgánicos, típicos en el país escandinavo.

Aalborg sirve como punto de partida para visitar las playas del norte de Dinamarca.
  • Hallstatt (Austria)

Se trata de una pequeña villa alpina de apenas 800 habitantes, pero se basta y se sobra para haber sido elegida como el ‘pueblo más bonito de Europa’ por los usuarios de Instagram. La belleza de las montañas y el ambiente, muy de Heidi, es impactante, hasta el punto de que ha sido replicada en China. El secreto de su éxito es el lago Hallstätter, que sirve de espejo de excepción para los grandes picos de las montañas alpinas. A la hora de buscar imágenes en Internet hay que tener claro que estemos ante el original y no la copia. Un pueblito al que la mejor forma de llegar es desde Salzburgo, tomando carreteras infernales para los que se marean fácilmente… y maravillosas para los que no dudan en parar en cada curva para hacer una foto a cuál mejor que la anterior.

Esta pequeña villa alpina ha sido elegida elegida como el ‘pueblo más bonito de Europa’ por los usuarios de Instagram.
  • Reine (Noruega)

Esta localidad de pescadores al norte de Noruega es de esos lugares a los que poder aplicar lo de ‘pueblo de cuento’. Claro que es fácil si tenemos en cuenta que está en las Lofoten, quizás el archipiélago más escénico de esa parte de Europa. El desvío aquí merece la pena especialmente ahora en verano, pues sus 400 habitantes no recomiendan el crudo invierno, al norte del Círculo Polar Ártico. Claro que se compensa con días eternos y maravillosos junto a los fiordos durante esta época, a apenas 20 minutos por carretera de Bodo. Y si queremos hacer noche allí, la mejor idea es hacerlo en un rorbu, que es como se llaman a las antiguas cabañas de pescadores a la orilla del mar. Si no es para enamorarse, no sabes dónde poder hacerlo.

Los 400 habitantes de Reine pueden presumir de vivir en un verdadero pueblo de cuento.
  • Obidos (Portugal)

No falta nunca Obidos en la lista de pueblos más bonitos de Portugal, y con motivo. A no demasiada distancia de Lisboa, perfecta para una excursión de un día si no disponemos de más tiempo, este pueblo fascina por su casco antiguo, lleno de callejuelas empedradas. Este pueblo pertenecía tradicionalmente a la reina del país vecino, que se encargaba de que luciera magnífico, lo cual explica que, al mantenerlo como hace siglos, siga siendo una joya. Es imprescindible tomar una vista desde las murallas de la ciudad, así como fotografiar los azulejos de la Puerta da Vila, que forman un impactante mural. Y si queremos brindar por volver pronto, habrá que hacerlo con ginja, el licor de guindas típico de Obidos.

Este pueblo portugués fascina por su casco antiguo, lleno de callejuelas empedradas.
  • Kromeriz (Rep. Checa)

Los amantes de las películas de Sissí tienen en el sur de la República Checa bastantes lugares que visitar y emocionarse. Dada su cercanía a Viena, abundan los palacetes de retiro de la nobleza del Imperio Austrohúngaro, donde el Emperador cazaba y se divertía. Pero, además, en Kromeriz (y la vecina Zlín), junto a tanto palacio, destaca un impresionante Palacio Episcopal y un jardín, llamado De las Delicias, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad y que es, sencillamente, el colmo del romanticismo. Una vez visitas el pueblo y sus calles medievales no te extraña que allí se rodara parte de ‘Amadeus’. De hecho, todo un plan recorrer los alrededores en coche con música de Mozart a tope… será un nirvana de sensaciones.

¿Un plan? Recorrer los alrededores en coche con música de Mozart a tope.
  • Kotor (Montenegro)

El fiordo más al sur de Europa se ha popularizado en los últimos años gracias a los cruceros que hacen una pequeña escala en esta ciudad de la costa montenegrina. Desviarse hasta aquí desde Dubróvnik (Croacia) es una delicia pues, además de volver a casa con un sello en el pasaporte, tendremos la ocasión de disfrutar de una carretera escénica que, sobre todo en el tramo cercano al fiordo, nos dejará sin palabras. El fiordo es fantástico, con numerosos lugares en los que parar y darse un chapuzón en sus aguas. Además, no faltan festivales de verano, terrazas frente al mar, piscinas infinitas casi dentro del fiordo y un centro histórico bonito y diferente de lo que habremos dejado atrás en la famosa ciudad croata.

Kotor es una excursión perfecta desde Dubróvnik.
  • Mürren (Suiza)

Mürren se encuentra en el cantón de Berna y es la localidad situada a mayor altura del mismo, en una terraza a 1.650 metros, en pleno valle de Lauterbrunnental. Considerada uno de los pueblos más bonitos de los Alpes, es famoso por su inclusión en algunas películas de James Bond, que no dudaron en rodar allí. Destaca su teleférico y su restaurante giratorio, en Schilthorn, que permite disfrutar de 360 grados de vistas en plena comida. Solo tiene 450 habitantes y la estampa, con bosques en pendiente y prados inmensos, también recuerda un poco al mundo de Heidi. Una curiosidad: todas las calles del pueblo son peatonales (no se permite la circulación de coches, pero sí de tractores, ya que el lugar se compone casi exclusivamente de granjas).

Mürren es uno de los pueblos más bonitos de los Alpes.
  • Trakai (Lituania)

A no demasiada distancia en coche de Vilna, Trakai simboliza buena parte de la historia de Lituania, especialmente por su castillo. Ya el lugar en sí es de una gran belleza, rodeado de lagos y bosques que nada tienen que envidiar a otros parajes europeos, y por donde pasear o tomar una barca y remar es una delicia. Sin embargo, es el castillo el que capitaliza toda la atención. Esta hermosa fortaleza medieval con muros y torreones perfectamente conservados, permiten dar buena cuenta de lo que en su día fue el reino de Lituania, que llegaba incluso al mar Negro. En el propio pueblo, pintorescas casas de madera de colores esconden todo tipo de restaurantes de comida local, por lo que tendremos también la oportunidad de comer auténticos platos lituanos.

El castillo, un imprescindible en Trakai.