Lanzarote es uno de esos lugares que cautivan simplemente recorriendo el par de kilómetros que separan al aeropuerto de nuestro hotel. El paisaje desértico, volcánico, de un negro impactante, rodeado de un impresionante océano Atlántico, te deja sin aliento. No faltan razones para querer escaparse a este rincón de Canarias y desconectar, pero ahora, además, hay una más.

Al sur de la isla se encuentra Playa Blanca, un rinconcito frente al mar, de apenas una docena de calles, donde se resume la buena vida que todo amante del slow life no debería dejar pasar. Con casas de apenas un par de alturas, todas de inmaculado blanco encalado y maderas pintadas de verde, es como estar en una postal. Pero no una cualquiera, sino una con mucha diversión, ambiente y todo lo necesario para convertir en perfecta una escapada de fin de semana ‘solo para chicas’.

Y no porque Playa Blanca no sea un lugar perfecto para el romanticismo entre dos o para viajar con toda la tropa, sino porque, con un ambiente turístico los doce meses del año, pero sin la masificación de Ibiza o la Costa del Sol, es genial para alternar momentos de fiesta con otros de hedonismo y camaradería sin nadie que moleste. 48 horas en este rincón de Lanzarote dan para mucho y, para comprobarlo, tomad nota de nuestras recomendaciones.

¿Viaje de chicas esta Semana Santa? ¡Sí, por favor! © Victoria’s Secret

Siendo la isla como es uno de los lugares con la mejor gastronomía autóctona de nuestro país, es imperdonable no visitar alguno de sus restaurantes más emblemáticos. De hecho, precisamente en Playa Blanca se encuentra Isla de Lobos, considerado uno de los mejores restaurantes de Canarias, con el chef João Faraco al frente. El brasileño fusiona los productos locales con su amor por las recetas asiáticas y su ADN carioca en platos de fantasía y que explotan de sabor en la boca, con mucha complejidad en las recetas. El menú degustación parte de los 45 €, por lo que no hay excusa para no acercarse y reservar mesa.

Restaurante Isla de Lobos… y su desayuno frente al mar.

Pero el pueblo también ofrece otras interesantes (y muy asequibles) propuestas. Una de ellas es Nine’n, restaurante especializado en pasta artesanal, que hacen a mano a la vista y que cuenta con un coqueto mirador al puerto. Almorzar allí viendo llegar el ferry es una gran idea. También sirven comida casera italiana en L’Artista, uno de esos recomendados incluso por los mejores cocineros de la isla (donde ellos también van a comer). Y si lo italiano no es lo tuyo, no podrás resistirte a la experiencia de un teppanyaki en directo reservando una mesa para todo el grupo, en forma de U, en el Kampai, un lujoso japonés dentro del Hotel Princesa Yaiza (no es necesario ser cliente para reservar).

Pero si hemos elegido Lanzarote no solo será por sus restaurantes, sino también por sus playas. A apenas unos kilómetros se encuentra la famosa playa de Papagayo, considerada una de las más bonitas de España. Se trata de una sucesión de calitas a lo largo de dos kilómetros (playa Mujeres, El Pozo, caleta del Congrio, Puerto Muelas…) en las que la arena dorada contrasta con el mar y las montañas oscuras del fondo. Decir que es uno de los lugares en los que gastar la batería del móvil haciendo fotos es quedarse cortos. Claro que también hay playas interesantes en la propia Playa Blanca si no queremos alquilar unas bicis o ir en coche hasta Papagayo. Urbanas, pero con espacio suficiente para estirar la toalla y no tener a otros bañistas pisando las chanclas; las que están frente a la primera línea de casitas del pueblo sorprenden por su limpieza y sus instalaciones, así que no es de extrañar que tengan la bandera azul que otorga la Unión Europea.

Playa Dorada… ¿podría ser el paraíso?

Al concentrarse todo en apenas unos kilómetros, es imposible aburrirse o no poder pasar a cualquier otra actividad en todo momento. Basta andar unos pasos para dejar la arena de la playa y poder recorrer las tienditas de Playa Blanca. Abundan las de souvenirs, pero también las que aprovechan las ventajas fiscales de Canarias para ofrecer todo tipo de cosméticos a precios un 50% rebajados con respecto a la Península, así como pequeños outlets de ropa en los que ir viendo primeras marcas a precios de risa.

También Playa Blanca es el epicentro perfecto desde el que realizar todo tipo de actividades y excursiones por la isla. A las clásicas como el recorrido por el Timanfaya, hay que sumar la posibilidad de recorrer en bicicleta las antiguas carreteras nacionales, ahora cerradas al tráfico de vehículos (que usan las nuevas vías) y que permiten un paseo único entre piedras volcánicas. También hay actividades acuáticas, desde el káyak y el snorkel a las lecciones de SUP yoga y pesca en kayak.

Casitas encaladas junto al puerto en Playa Blanca.

La oferta hotelera de Playa Blanca es bastante amplia. Destaca el Princesa Yaiza, al ser el único cinco estrellas Lujo de la zona. Con seis piscinas, nueve restaurantes y 385 habitaciones (hay suites familiares con dos dormitorios que pueden resultar perfectas para alojar a todo el grupo de amigas), cuenta con paquetes vacacionales que incluyen incluso el desayuno diario en una impactante terraza elevada, con Fuerteventura y la Isla de Lobos frente a nosotros. Además, el hotel cuenta con una zumería en plena piscina en la que disfrutar de todo tipo de batidos y zumos hechos al momento. No es la única zumería artesana de Playa Blanca. También está Natural Mente, en una de las calles interiores del pueblo. Ocupa un chaflán y, además de cafetería-bar, también hace las veces de frutería y verdulería ecológica.

Claro que, para ver un sinfín de productos, y además en su propio terreno de cultivo, nada como apuntarse a las excursiones para conocer por dentro Finca de Uga, uno de los rincones de producción quesera, ganadera y hortofrutícola más impactantes de España. Allí vemos cómo cuidan a los animales en grandes establos con música ambiente, cómo hacen los quesos a mano (y los podremos catar en un perfecto maridaje), cómo se cultivan todo tipo de hortalizas y frutas (muchas de ellas, basta con cogerlas del suelo o del árbol y comerlas) y, sobre todo, por qué Lanzarote es el súmmum gastronómico. Si, además, estamos en el último fin de semana de cada mes, nos podemos apuntar a la experiencia Kilómetro Cero, que remata la visita a la finca y la cata de quesos con un menú maridado especial en Isla de Lobos (por 60 €).

Anochece en el Princesa Yaiza.

Después, la diversión nocturna puede continuar en los pubs y discotecas de Playa Blanca, tan coquetos como el propio pueblo. Música en directo, cócteles e incluso bolos, si nos decantamos por la bolera de uno de los centros de ocio junto al mar, pueden formar parte de la fiesta. Con el sonido de las olas de fondo, seguro que será uno de los fines de semana más inolvidables.