Así, “Muerte en Paco”, le dije a Delgado, Paco, tras ver la película Muerte en el Nilo. Fue la semana pasada. Tuve el privilegio de verla en absoluto pre-estreno y de hablar con él, en su presentación a los medios de comunicación. Y se lo dije así porque lo merecía. No porque me hubiera matado el filme sino porque el vestuario de la película, del que es director, se comía literalmente la estética del filme en sí bastante lograda.

No hay que ser especialista en Agatha Christie, yo no lo soy, para conocer medianamente el argumento de Muerte en el Nilo, que no voy a boicotear, y saber el drama en el que se convierte lo que podría ser un delicioso viaje en el que las compañías aparentemente amigables y fieles son soterradamente enemigas y desleales. Tampoco hay que haber visto una y mil veces la versión antigua dirigida por John Guillermin y con Peter Ustinov en el papel del detective Poirot para saber que este “christiano” personaje desentraña el criminal desenlace del descenso de un idílico crucero fluvial entre Luxor y Abu Simbel que habría que hacer al menos una vez en la vida (yo aspiro a la segunda, y no pantalla mediante).

He dicho Poirot y caigo en la cuenta de que fascinada como estaba por el vestuario femenino poca importancia le di en mi charla al del protagonista, Kenneth Brannagh, que es además el director de la cinta.

me intrigaba entender cómo había sido la relación entre él y Paco y quién decidiría qué en cuestiones de vestuario y quién dispararía primero ideas y deseos. Pero tal y como me temía, los mejores solo o trabajan en equipo y los grandes solo saben triunfar respetando a los expertos. Así lo explicó el diseñador canario, creador de más 150 trajes para la película, desde luego, los de las mujeres, a cual más sensual, tal cual era la consigna del director, un vestuario que resulta tremendamente actual a pesar de que la acción transcurre en los años treinta. El director de vestuario explicó que lo que no pretendían era que pareciera el típico de la época en el que las mujeres iban absolutamente accesorizadas y conjuntadas, de manera mucho más afectada. “Kenneth quería que hablara a esta época.” También que fuera sensual. 

“Yo le comenté que sería fácil conseguir todo eso, al estar ambientada en Egipto, que es un lugar que ya tiene sensualidad de por sí. Un sitio caluroso donde se puede ver la piel. Donde vamos a poder ver el sudor y cómo la ropa se ondula con el viento y se pega a los cuerpos”.

Tom Bateman, Annette Bening, Russell Brand, Ali Fazal, Dawn French, Rose Leslie, Sophie Okonedo, Jennifer Saunders y Letitia Wright acompañan al triángulo amoroso formado por los recién casados en viaje de novios y la podríamos decir amiga pero diré tercera en discordia, Gal Gadot, Armie Hammer y Emma MacKay. Todos magníficamente vestidos para las distintas ocasiones, bailes y boda incluidos, ellas en gazares y muselinas, ellos, con trajes realizados con sastres formados en Savile Row, donde se hacen los mejores trajes masculinos en Londres, pero en este caso usando menos el formato tan armado de los ingleses para usar telas más mediterráneas con más movimiento. Ellas con vestidos realizados por un equipo de entre sesenta y ochenta personas, muy basados en los Vogue de la época, con reminiscencias de Carole Lombard, me insiste mucho Paco, e inspiraciones claras en Schiaparelli.

El trabajo, su trabajo, le apasiona a Paco, ganador de dos premios Goya y con un par de candidaturas a los Óscar. Escuchándole contar cómo había trabajado los cortes al bies, daban ganas de levantarse y ponerse a coser, tal era su pasión. Insistió en que era la forma de cortar de la época, que por cierto se sigue usando y bien realizada es maravillosa porque la tela se adapta al cuerpo con elegancia supina, sin necesidad de tejido elástico, que dicho sea de paso no existía en esa década. Delgado ha disfrutado de vestir a los 14 personajes principales, a razón de entre 12 y 16 cambios cada uno: “eran clases privilegiadas que se cambiaban de ropa tres veces al día”.

Da la cifra de un millón de  euros de presupuesto para el vestuario, que no le parece tanto, por cierto, y de ocho meses de trabajo para realizarlo. Y en nuestra conversación, saqué la carta de mi traje favorito, pero le insté también a él a elegir el suyo. Lo mío fue más fácil. Mis implicaciones eran igual a cero. Por eso elegí el rojo que luce Emma MacKay al comienzo del filme, en un primer baile que ríete tú del perreo. Me enamoró el color, pero especialmente las mangas con unos volantes, explicados por Paco, como “muy españoles, a modo de claveles”.

Él lo elegía también. Pero más aún se decantaba por los de la protagonista, Gal Gadot, especialmente el de su primera aparición, también en el baile, en lamé plateado, “porque en esos años se usaba mucho ese tejido, y después de habernos inclinado primero por un tono dorado”. Y prácticamente desde el primer momento en que comenzamos con este juego de elecciones habría apostado, sin perder, que nombraría el de Sophia Okonedo, en el papel de la cantante Salomé Otterbourne, cuyos lookazos son de quitar el hipo y con razón, ya que el diseñador asegura que todo el quedaba espectacular. Así es.

*Muerte en el Nilo se estrena mañana 18 de febrero. Aquí puedes ver el tráiler:

*Imágenes: ‘Muerte en el Nilo’