En la era del #contourning, el #baking, el #strobing, del #nomakeup, el #clowncontouring… ¡¿Alguna cosa más?! hacemos un llamamiento al uso de uno de los cosméticos más tradicionales pero de enorme importancia en el ritual de chapa y pintura: el corrector (y no precisamente el de tu teléfono, ese que solo busca dejarte mal en los momentos más inoportunos cambiando escrito por escroto, pelis por pelos o vecina por vagina).

© Lazzari Studio

El corrector es imprescindible “para ocultar imperfecciones o desterrar manchas y así lucir un acabado impecable”, explica Gilbert Soliz, Global Make Up Artist de Marc Jacobs Beauty. También para despedirse del tono desigual, los brillos, las rojeces, los granitos inoportunos o las ojeras.

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Bye, bye!

Pero el corrector no se acota solo en la gama de los nudes, todo lo contrario; cada imperfección se esconde mejor tras un tono distinto: del verde al lila, pasando por el azul o el amarillo. ¿La explicación? En la teoría del color que nos hace buscar el opuesto al tono que queremos neutralizar para ocultarlo.

Pero recuerda que antes debes preparar bien la piel y, como aconseja Soliz, aplicar «primero la base de maquillaje y después los correctores» e iluminadores. «Empieza con finas capas y poco a poco ves añadiendo más hasta conseguir el acabado deseado» recomienda el Global Make Up Artist de Marc Jacobs Beauty, quien también apunta que, como la base también iguala y corrige, «los correctores deben aplicarse encima y solo donde se necesita».

Por último, solo tendrás que difuminar muy bien (el único secreto para que el colour correcting funcione) y terminar con polvos sueltos. Bueno, esto según la textura que uses porque si te decides por fórmulas en crema (las cuales recomienda Soliz) no tienes porqué usar polvos, dependerá del acabado que busques. Dicho esto, he aquí el manual definitivo para el buen uso de los correctores de colores:

© Kiko Milano.
© Kiko Milano

Verde. Es el tono encargado de esconder las rojeces e imperfecciones derivadas del acné, irritaciones, capilares rotos, quemaduras solares y otros problemas cutáneos.  Aunque parezca una locura pintarse la cara de verde, cumple su función a la perfección porque calma el cutis y disimula este tipo de imperfecciones.

Blanco. Más que para corregir, su función se restringe a iluminar, para dar volumen. Por eso, tal y como nos aconseja Elena Merino, Retail Trainer de Kiko Milano, se debe aplicar “sobre el rictus, en el arco de la ceja y en la parte alta del pómulo”.

Amarillo. Es el corrector que debes usar si lo que pretendes es disimular la cara de cansancio en el trabajo, tras haber pasado la noche de terraza en terraza. El amarillo camufla las imperfecciones moradas, es decir, las ojeras. Útil, ¿verdad? Además ilumina rostros apagados y le da un suave brillo a las pieles rosadas.

Corrector de ojeras e imperfecciones HD © Nyx Cosmetics

Rosa. Es el color opuesto al verde por lo que se convierte en tu perfecto aliado si lo que buscas es matizar alguna venita o capilar de dicho tono; también ayuda en la lucha contra hematomas y ojeras.

Naranja. Al igual que el rosa, es el que debes usar para ocultar venas y hematomas pero, en este caso, cuando estas tiendan a un tono más azulado o cuando te encuentres con imperfecciones más marcadas.

Lila. Es el corrector más recurrente en los países asiáticos y Medio Oriente porque suaviza los tonos de piel amarillentos. Es conveniente fijarse bien en el tono amarillo a neutralizar porque si este tiende a verdoso, el morado deberá ser más claro y si el amarillo es muy vivo o tiende a naranja será mejor que escojas un tono más oscuro.

Azul. Son menos comunes ya que ocultan defectos naranjas (¿naranjas? Sí, has leído bien). Recurrirás a ellos a final de verano, cuando tras largas horas de sol necesites igualar el tono de las pieles más oscuras.

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