De la 70 edición del Festival de Cannes, que empieza mañana, se espera lo de siempre: buenas películas y mucho glamour. Durante los próximos 12 días, la diminuta ciudad de la Riviera francesa se convertirá en un hervidero de superlativos en el que todo (creedme, todo) parecerá recién salido de un filme. Este será mi séptimo año como periodista cubriendo el festival pero, desde entonces y para bien o para mal, este evento no ha dejado de sorprenderme.

El certamen se mueve, desde hace varias décadas, gracias a una maquinaria engrasada no solamente con excelentes filmes que darán mucho de qué hablar a lo largo de los próximos meses, sino también con la presencia de celebrities de todos los niveles que copan todos los flashes de la Croisette. Entre tanto, el espectáculo sigue adelante gracias a mucho (pero que mucho) dinero de por medio. Show must go on!

Todo listo en la Croisette. © Getty Images

Cannes fue en su día un pueblecito de pescadores pero, en las últimas décadas, ha aprendido a convivir con esta semana larga de festejos; sus lugareños parecen llevar en el ADN aquello de no perder la calma. Aunque quizá acaben hasta el gorro de foráneos (la población pasa estos días de 70.000 a más de 200.000 habitantes), ellos siguen jugando a la petanca a pocos metros del Palais des Festivals, donde se suceden las proyecciones y el desfile de celebrities sobre la red carpet.

Brigitte Bardot en una imagen mítica: su paseo a orillas del Mediterráneo en Cannes. © Getty Images
Brigitte Bardot en una imagen mítica: su paseo a orillas del Mediterráneo en Cannes. © Getty Images

La ciudad amanece en los puestos de frutas donde atienden con amabilidad y, a veces, hasta animándose a chapurrear algo de castellano. Sin embargo, el glamour y los muchos brillos de Cannes son más dormilones y se desperezan varias horas después lejos del mercado, a lo largo y ancho del Boulevard de La Croisette. Ese tan luminoso y fotogénico bañado por el Mediterráneo, donde se levantan las carpas blancas que albergarán a los ‘festivaleros’.

Impresionan aquí el Hotel Carlton (hoy con el prefijo InterContinental) con su fachada color crema a lo Belle Époque, lugar donde los abuelos de Carlota Casiraghi (la por aquel entonces actriz Grace Kelly y el príncipe Rainiero III de Mónaco) tuvieron su primera cita en 1955. Hoy en día sus habitaciones oscilan entre 700 y 6.500 euros la noche, aunque, si te lo preguntas, un pent-house puede rozar los 16.000…

Sorprender a más no poder

Detrás de todo lo que huele a cine en Cannes, siempre hay una marca de renombre. Algunas, asociadas al festival (L’Oréal, Swarovski, Bulgari, Chopard, Calvin Klein, Dior, Moët&Chandon…); otras, no. No importa. Todas ellas aportan luz de una forma u otra a la vez que, por supuesto, se nutren de la visibilidad que da un evento de esta magnitud a nivel mundial en forma de eventos y fiestas de noche por todo lo alto en las que se dejan correr las burbujas.

¿Por qué? ‘Sencillamente’ porque todos los ojos de la industria están puestos estos días en este reducto del Mediterráneo donde ha llegado a parar hasta el mismísimo Kanye West. La lista de invitados de renombre es casi tan larga como la de medios acreditados que llegan de todas partes del mundo. ¿Cómo no estar atentos?

© Getty Images
© Getty Images
© Getty Images
© Getty Images

“Se trata de un evento muy importante, y para nosotros es un escaparate increíble. En el mismo momento en el que acaba una edición, una parte del equipo ya está pensando en la siguiente. A medida que avanza el año, se van viendo con más calma las piezas de alta joyería que formarán parte de la red carpet, así como la lista de invitados por parte de la marca», cuenta Helena Bermúdez, responsable de Comunicación y RR.PP de Chopard en España y Portugal, refiriéndose a la minuciosa organización de estos días de mayo, que incluye desde la renegociación del alquiler de los espacios en el Hotel Martínez hasta ‘apalabrar’ con el imprescindible equipo de seguridad que vigila esas joyas con precios de más de seis cifras. “Así que, cada vez, es como empezar desde cero”, remata.

Precisamente aquí, en el séptimo piso del Martínez, se encuentra el que será el centro de operaciones de la firma durante los próximos días. Y es que Chopard es uno de los principales y más antiguos socios del Festival de Cannes, encargados de diseñar y elaborar la Palme d’ Or que se entrega al final de cada edición.

Léa Seydoux, Abdellatif Kechiche y Adèle Exarchopoulos recogieron su triple Palma de Oro en 2013 por 'La vida de Adele'. © Getty Images
Léa Seydoux, Abdellatif Kechiche y Adèle Exarchopoulos recogieron su triple Palma de Oro en 2013 por ‘La vida de Adele’. © Getty Images

Galas, cenas, almuerzos, encuentros con clientes, invitados y periodistas; la entrega del Trofeo Chopard a dos talentos prometedores (con festejo incluido, claro), presentación de colecciones… La lista de las actividades descritas por Bermúdez en nuestra conversación es extensa e intensa. Cuarenta personas se adueñan de varias suites de ese hotel de arquitectura art déco del ’29 para convertirlas en oficinas y, junto al personal contratado para trabajar en las locaciones elegidas y en los eventos, el objetivo es uno solo: sacar adelante todo el entramado comprometido a dar un óptimo resultado.

“Todo es importante”, añade la portavoz de la firma suiza tras enumerar las actividades, pero una de las cosas que más resaltan es la gran fiesta que la marca ofrece anualmente. Para esta edición repetirán en Port Pierre Canto (uno de los puertos de la ciudad) con unos 500 invitados (“¡exclusivos!”, aclara, dato importante). Pero no será Robbie Williams quien amenice la velada como en la edición anterior; esta vez, el escenario le pertenecerá a Diana Ross y al DJ Mark Ronson. “Siempre intentamos sorprender, por eso cada año nos ponemos el listón más alto”, concluye.

Emma Stone saluda al público en la escalerona del teatro. © Getty Images
Emma Stone saluda al público en la escalerona del teatro. © Getty Images

Y es que de eso trata Cannes para el mercado del lujo, de agasajar a los clientes más exclusivos mientras las marcas se posicionas entre una nube de allure y deseabilidad. Dicen los expertos en marketing que, para una firma, el estar relacionada con el Festival de Cannes, equivale a algo parecido a que llegue un hada madrina a tocarla con su varita mágica.

Entonces, ¿por qué no hay más firmas en esta cita? Primero de todo porque no son muchas las que se lo pueden permitir; segundo, y no menos importante, la organización del festival se cuida mucho de levantar el cordón rojo a cualquier nombre que no vaya a rodear el encuentro de un toque aspiracional. Cierto es que, quienes están presentes en la Costa Azul durante esos días, es porque se lo pueden permitir, y a ese club no pertenecen muchos. Lo que le cuesta a una firma, bien en su rol de socio o como patrocinador (de gift suites, agasajos o fiestones), es una inversión considerable, pero nunca comparable con los beneficios obtenidos. Así que, echa cuentas…

De sarao en sarao

En Cannes, no resulta raro ver desde la mañana a gente en traje de noche y esmoquin deambulando por las calles. ¿Vienen o se van? Una pregunta muy difícil de responder si se piensa que, después de los eventos vespertinos (¡y no me refiero a las proyecciones de los filmes!), al caer la tarde diariamente, se ponen en marcha más de 30 fiestas entre las afterparties de las películas, presentaciones diversas y saraos ofrecidos por las marcas presentes en el festival.

Las embajadoras de L'Oréal posan divertidas antes de la gala amfAR 2015 en Cannes. © Getty Images
Las embajadoras de L’Oréal posan divertidas antes de la gala amfAR 2015 en Cannes. © Getty Images

El cine (la excusa o la razón de todo esto), convive con la intensa movida fiestera como si fueran dos universos paralelos que se rozan de vez en cuando. Y que, por cierto, casan a la perfección.

Las locaciones donde celebrar son variadas, negociadas con muchos meses de antelación: bien a lo largo de la Croisette (en los chiringuitos playeros de lujo o a bordo de fabulosos yates como el de Roberto Cavalli, una de las fiestas más esperadas cada edición), en mansiones de ensueño enclavadas en las colinas de la ciudad, o en hoteles ‘lejos del mundanal ruido’ del certamen (como el Du Cap-Eden-Roc, ubicado en Cap D’Antibes, donde se celebra por ejemplo la gala anual de amfAR).

En todos ellos no faltan las pistas de baile y, a las más de 500 personas que suman entre invitados y espontáneos, se les ofrecen copiosos bufetes mientras fluyen ríos de champagne, vodka, ginebra, whisky o tequila (dependiendo de la nacionalidad del organizador, que a detallistas no hay quien les gane).

Francisco Costa, Lilly Donaldson y Joan Smalls en pleno selfie durante la fiesta de Calvin Klein en Cannes 2015. © Getty Images
Francisco Costa, Lilly Donaldson y Joan Smalls en pleno selfie durante la fiesta de Calvin Klein en Cannes 2015. © Getty Images

A estas alturas, ya podemos imaginarnos a muchos hambrientos de esas noches locas de Cannes, maquinando cómo conseguir una invitación regalada, falsificada o adquirida en el mercado negro, cuyos precios oscilan entre los 1.500 y los (ojo) 15.000€, según un sondeo de The Hollywood Reporter. Y sí: hay gente que lo paga.

¡Oye!, pero no nos desviemos: no olvidemos que todo esto es a propósito del cine, aunque muchos (tal vez demasiados) ni siquiera logren entrar en alguna proyección del Grand Théâtre Lumière. Sinceramente, un hecho que aún hoy no deja de sorprenderme…


Este artículo se publicó originalmente el 11 de mayo de 2016.