Jonathan Anderson es amante del arte contemporáneo —y todos lo sabemos—. De ahí vienen sus magníficas colecciones para su homónima firma y Loewe; crudas y visualmente satisfactorias. Los headquarters de la UNESCO fueron tomados para recrear una de las galerías más emblemáticas del Londres de los sesenta, Signals. Aunado, la curiosidad de Anderson de explorar el trabajo artesanal de distintos artistas alrededor del mundo. Es precisamente en la intersección de ambas investigaciones, que el diseñador concluyó con una colección fresca y elegante.

Junto a tres obras de arte —los cepillos de autolavado creados por la italiana Lara Favaretto, las cestas irlandesas de Joe Hogan y las piezas de cerámica sobrepuestas en tocadiscos de Ryoji Koie— la colección de Anderson para la firma española tocó distintos puntos artesanales. De ahí unos cuantos bolsos en crochet colorido, otros en raffia con cadenas como asa y los clásicos en cuero.

Los tropicales accesorios se antepusieron a las prendas que resaltaban la mujer nómada que busca empaparse de cultura. Siluetas holgadas en satin y alguno que otro power suit. Unos cuantos cuellos en cuero con aros perforados en las orillas y monederos como pulseras.

Quizá lo más atractivo fueron aquellas prendas en gamuza —desde las oversized shirts, hasta los vestidos en cortes limpios y rectos— que alcanzaron sublimes bloques de color. También las plumas con referencia a la obra de Favaretto, empatizaron con el uso rico de texturas. Sin embargo, un vestido en cuero confeccionado con una exquisita técnica y ojo al detalle, resaltó de entre la variedad. Y sí, esta fue la definición absoluta de la propuesta de Anderson y Loewe.

Fotos: Mondadori Photo