El museo dedica por primera vez una exposición monográfica a una artista española, Isabel Quintanilla (1938-2017), una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo.

Quintanilla vivió y trabajó en un momento de la historia de España en el que las mujeres artistas no tenían ni el peso ni el protagonismo de los artistas masculinos, aspecto que no pasaba por alto en sus declaraciones públicas para reivindicar el valor de su trabajo y el de sus compañeras. La pintora forma parte de un grupo de artistas que vivieron y trabajaron en Madrid desde mediados de la década de 1950, a los que unía tanto su formación y trayectoria como relaciones familiares y de amistad. Conocido como los realistas de Madrid, entre sus integrantes se encuentran Antonio López (1936), María Moreno (1933-2020), los hermanos Julio (1930-2018) y Francisco López Hernández (1932-2017), Esperanza Parada (1928-2011) y Amalia Avia (1930-2011).

‘Autorretrato’, 1962

La exposición, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, propone un recorrido por el universo de la pintora, protagonizado por sus objetos personales y por la intimidad de sus viviendas y talleres.

La pintura de Isabel Quintanilla es resultado de un dominio rotundo de la técnica y de un oficio adquirido en distintas escuelas, pero, sobre todo, de un trabajo continuado en el tiempo. La artista se refería siempre a la lucha constante que supone resolver los problemas que la pintura plantea a todo aquel que quiere valerse de ella para experimentar la realidad de otra manera.

‘Homenaje a mi madre’, 1971

La muestra reúne un centenar de obras de toda su carrera, incluyendo sus pinturas y dibujos más sobresalientes, muchas de ellas piezas nunca vistas en España por encontrarse principalmente en museos y colecciones de Alemania, país en el que tuvo un destacado reconocimiento en los años 1970 y 1980. Quintanilla vivió y trabajó en un momento de la historia de España en el que las mujeres artistas no tenían ni el peso ni el protagonismo del que disfrutaban los artistas masculinos, aspecto que no pasaba por alto en sus declaraciones públicas para reivindicar así el valor de su trabajo y el de sus compañeras.

La selección de obras abarca las seis décadas en las que Quintanilla estuvo en activo, desde La lamparilla (1956), la obra más antigua que se conserva, hasta Bodegón Siena (2017), la última que entregó a su galerista poco antes de fallecer, y se presentan a través de seis secciones temáticas y cronológicas en las que se suceden bodegones, interiores, paisajes y jardines.

’Verano’, 1992.

La selección de obras propone un recorrido evocador que nos sumerge en el “mundo Quintanilla”, protagonizado por sus objetos más personales, por la intimidad de las estancias de los diferentes domicilios y talleres donde vivió y trabajó, así como por su familia y sus compañeros. Un universo en el que el visitante va a reconocer ambientes y objetos que activarán sus emociones, objetivo que estuvo siempre presente en la autora. Como ella misma afirmó en numerosas ocasiones, la pintura era su vida y su vida era la pintura.

*Imágenes: cortesía Museo Thyssen