Volver al origen es, para Gucci, más que un gesto simbólico: es una declaración de identidad. En la presentación de su colección Cruise 2026, la icónica casa italiana regresa a Florencia, ciudad donde nació en 1921, para trazar un puente entre la tradición y el presente.

En este renacimiento creativo, Florencia no solo es un escenario, sino una fuente viva de inspiración, una ciudad que florece, como lo sugiere su etimología, en cada hilo, tejido y silueta de esta entrega.

El desfile tuvo lugar en el Palazzo Settimanni, un edificio del siglo XV que alberga el Archivo Gucci. Este espacio, lleno de historia y reinvención, funciona como una auténtica “máquina del tiempo” desde donde la firma navega libremente por décadas de estilo.

La colección resulta en una fusión osada entre lo minimalista y lo maximalista, donde se superponen encajes, brocados, terciopelos y jacquards en un homenaje textil a la herencia artesanal de la región.

Las siluetas juegan con los contrastes: hombros estructurados y exagerados que se equilibran con líneas largas y fluidas, adaptables tanto al día como a la noche. El emblema GG, omnipresente pero reimaginado, unifica la propuesta visual, mientras que la nueva bolsa Gucci Giglio rinde tributo al lirio, símbolo eterno de Florencia, y estará disponible inmediatamente tras el desfile.

En marroquinería, corazón histórico de la casa, destacan los diseños inspirados en los archivos y nuevas formas suaves como la media Horsebit. La propuesta se amplía con la colección de alta joyería Monili, desarrollada junto a Pomellato. Cuero, oro y diamantes pavé se fusionan en piezas únicas que celebran el legado común de ambas firmas italianas.

Gucci encarna la sprezzatura, esa perfección desenvuelta que nace de la sofisticación natural, en cada prenda, accesorio y detalle. Más allá de la moda, la colección captura un estilo de vida cinematográfico, profundamente enraizado en la estética renacentista y el espíritu libre de la marca.

El desfile culminó en la plaza exterior del palacio, donde las modelos se fundieron con la ciudad. En este gesto final, Gucci reafirma su vínculo indisoluble con Florencia. Una vez más, se demuestra que Gucci es Florencia, y Florencia, eternamente, es Gucci.

Este cierre al aire libre no fue solo un acto estético, sino una declaración emocional: la moda no está confinada a pasarelas privadas, sino que vive en las calles, entre la gente, en el pulso de la ciudad.

Gucci, al salir al encuentro de su cuna, renace junto a ella. Con Cruise 2026, la casa no solo presenta una colección, sino una visión. Una que mira al futuro con la convicción de que su alma, hecha de historia, arte y artesanía, sigue viva, reinventándose con cada paso por Florencia.

*Imágenes: cortesía