Aunque ahora no esté estelarizando ninguna cinta de Pedro Almodóvar, Rossy de Palma parece estar en uno de sus mejores momentos mediáticos. Por una parte, su participación en el programa Bailando con las estrellas la ha metido, de nuevo, en los hogares españoles. Un proyecto que la ha llevado, junto con Santiago Granizal (su pareja en el programa) a ser pregonera de la Fiesta Mayor 2018 de la localidad catalana de Rubí.

De ahí que nuestra edición mexicana se sienta tan halagada (y nosotros también, de paso) de que una de nuestras actrices más queridas e icónicas haya sacado un hueco en su apretada agenda para posar frente a la lente de José Luis Beneyto y concederle una entrevista a Toni Salamanca, directora editorial de Grazia México, quien vivió una experiencia única con Rossy. Así la cuenta ella:

La primera sensación fue como si nos conociéramos de toda la vida, así de fuerte su calidez. Tomo aire y espero que esta chica Almodóvar disfrute el momento tanto como yo.

¿Cómo defines a una chica Almódovar?
Es algo que al principio se nos hacía un poco pesado a todas. Pero ahora, cuanto más grande te haces de edad, porque no de espíritu, mejor te sienta que te llamen chica, con lo cual estamos todas encantadas.

Ya se te quedó para siempre…
No tengo un problema con eso, yo encantada. Pedro es un orgullo y un honor. No me molesta ninguna definición, ni las buenas, ni las malas, ni las regulares. No me tomo nada personal y así se es muy feliz.

¿Imaginaste que esto te iba a dar fama mundial?
Eso no se sabe, yo era una inconsciente y nos divertíamos mucho. Yo tenía un grupo en Palma de Mallorca y con ese grupo me fui a Madrid y conocí a Pedro. Todo se fue hilando y tampoco te puedes imaginar una vida que no fue. Solo tenemos esta, no hay tiempo para hipótesis ni para pensar si hubiera sido esto o aquello. Debo reconocer que cuando hice La ley del deseo con él, la gente empezó a reconocerme mucho y ya no podía trabajar por mi cuenta. Tenía que esperar a que sonara el teléfono y esto de la fama es un poco una trampa. Al principio me sentía bien, son muchos años de trabajo, muchos reconocimientos, y la celebridad pues la llevas mejor porque todo empieza a tener sentido. Aquel boom que tuve con La ley del deseo fue una trampa y dependía del deseo de los demás; esperaba a que sonara el teléfono, no, no, no….

Menos mal que pasó en el momento y pude empezar a hacer teatro. Hoy puedo generar mi propio trabajo artístico, no necesito del deseo de nadie. Si hay un deseo pues bien, si es recíproco mejor, pero si nadie me desea no me preocupo por que yo me deseo a mí misma y me monto yo mi espectáculo, como uno que hice el año pasado para el Piccolo Teatro de Milán llamado Resilencia de amor. Trata de cómo el arte te ayuda a curar, habla sobre la terapia del arte en la vida, cómo te ayuda a hacer una resesiliencia. Eso lo creé yo sola a petición del Piccolo porque querían un espectáculo surrealista. Disfruté muchísimo de esa libertad escénica, lo haré en París este año y ojalá lo traigamos a México.

¿Qué te apetece hacer ahora?
Ahora me apetecen muchas cosas, pero nunca elegimos del todo. Me divido entre dos cosas, por un lado están mis sueños que siempre he proyectado. He tenido la suerte de que le he pedido cosas al universo y me han sucedido. Y la otra parte está en ser un poco dócil al destino, qué es lo que la vida pide de mí. Creo que hay que ser un poco humilde ante el destino. Hay que escuchar lo que el universo quiere de ti y  solo pedirle lo que tú quieres. Tengo esta dualidad, proyecto los deseos que tengo y sueños para que se cumplan, y por otro lado digo qué se pretende de mí, en qué puedo ser más útil, más eficaz, en qué puedo ayudar a dar más. Estos dos planos los llevo siempre ahí juntitos. Los dejo fluir, no me gusta forzar nada. Me gusta que las cosas se den naturalmente. Es como el amor. Me gusta como artista que soy desde pequeña, entre la poesía, la escultura, hago muchas cosas aunque soy más conocida como actriz, soy más poeta, artesana, artista, todas esas nomenclaturas. Todo viene desde una parte -aunque yo soy muy analítica , muy mental, muy cerebral- más inconsciente, más intuitiva.Todo funciona muy bien cuando no lo pienso mucho, cuando soy más vehículo, como cuando dejas pasar la corriente y tu misma eres espectadora del resultado que no has premeditado -no me gusta la premeditación ni la estrategia- me gusta sorpenderme, ser yo misma la primera sorprendida. Por ejemplo, cuando creas una escultura tus manos saben lo que tú no sabes. Creo que la vanidad y el ego no van con los artistas, porque no somos creadores de nada. El trabajo sí, eso nos pertenece, el esfuerzo la voluntad, la disciplina, lo que quieras. Pero si el arte es bueno o malo, no somos tampoco responsables porque si eres vehículo todo esta ahí. Uno puede tener una idea un día, la desarrollas, pero alguien más en otra parte del mundo va a tener la misma idea. No es que te copiara, es que está todo ahí. Todos somos artistas potenciales. Me gusta esa cosa inconsciente, intuitiva.También cuando interpreto a un personaje: no soy de estudiar al milímetro qué bestialidad voy a hacer, simplemente no. Me evado, desaparezco yo y dejo que el personaje aparezca. La vida es algo accidental, el error, me gusta que aparezca, es como una cosa mística, yo mismo me sorprendo de los resultados, muevo las manos como nunca lo haría. Me gusta esa cosa inconsciente, intuitiva. También cuando interpreto a un personaje: no soy de estudiarla milímetro qué gestualidad voy a hacer, simplemente no. Me evado, desaparezco yo y dejo que el personaje aparezca, es como una cosa mística, yo misma me sorprendo de los resultados, muevo las manos como nunca lo haría. Me gusta estar en esa inconsciencia. También me encanta lo accidental y la parte accidental en el arte también es muy importante, la dejo jugar.

El cariño que siente por México es recíproco para una de las actrices españolas más talentosas, modelo y artista nata que ha sabido darle al mundo un poco de su propia visión. ¡Bravo Rossy!

Entrevista: Toni Salamanca

Fotos: José Luis Beneyto

Styling: José Carlos de la Osa

Maquillaje y peinado: Pedro Cedeño

 

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