Las cifras marean, pero las posibilidades que vendrán incorporadas en los automóviles, aún más. Según la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), nueve de cada diez coches implementarán funciones de conectividad en 2020. Es decir, a la vuelta de la esquina.

Decir que la tecnología se ha hecho imprescindible suena ya a topicazo, pero si observamos los matices, nos daremos aún más cuenta de que los tópicos, habitualmente, tienen mucha razón. Porque, si bien es cierto que puede resultar incluso snob ver en el automóvil una prolongación del teléfono móvil, no lo es en absoluto considerar que esa tecnología, debidamente aplicada y relacionada con nuestro micromundo celular, podría servir para aumentar la seguridad al volante (mediante el aviso de colisiones en el camino), reducir el gasto (evitar las zonas congestionadas) o conducir de manera mucho más eficiente (a partir de una revisión exhaustiva y habitual de los niveles de todo tipo del coche), por ejemplo.

No, lo sentimos, el coche del 2020 (todavía) no volará. poco a poco.
No, lo sentimos, el coche del 2020 (todavía) no volará. poco a poco.

Más tecno, menos prestaciones

Se calcula que el mercado del coche conectado moverá 39.000 millones en cinco años. De ahí que los fabricantes se estén dando mucha prisa en hacer caso a lo que los conductores les venimos, al menos, dando a entender: queremos coches en los que primen especialmente las opciones tecnológicas –y ya veremos nosotros cuáles elegimos– más que las prestaciones habituales. Esto ocurre especialmente entre los conductores de ciudad, donde los trayectos son más cortos pero mucho más intensos, habitualmente de forma negativa, y que la tecnología podría aminorar.

Un ejemplo casi de película pero que también podría convertirse en realidad. En el último CES (Consumer Electronic Show, la mayor feria internacional de electrónica de consumo que se celebra todos los años en Las Vegas), se presentó un prototipo por parte de BMW que obedecía las órdenes dadas por el conductor para que, sin humano que lo manejara, condujera hasta donde se encontraba la persona para recogerlo y abrir la puerta: se acabaron los paseos hasta el parking o el buscar el coche como locas por las calles un sábado por la noche. ¿Pero desde dónde se transmitían esas órdenes? Desde un smartwatch o, lo que es lo mismo, un reloj inteligente. De esos que ya existen y para los que los móviles ya incorporan en sus actualizaciones una app para enlazar con él. ¿Te acuerdas de El coche fantástico? Pues eso.

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La tecnología se propone hacernos más llevaderos los atascos. A partir de ahora, ¿serán como si llevásemos a Britney en el asiento de al lado?

¡Espabila!

Este ejemplo es solo uno de todos los que se avecinan por parte de los fabricantes de automóviles, que parecían dormidos en los laureles. Tuvo que llegar san Google y anunciar su primer coche autónomo (el Android Auto) y, muy de cerca, el CarPlay de Apple para que los que hacen automóviles desde que existen vieran las orejas al lobo.

Por eso, quizá durante este año pero casi seguro que en el próximo, llegarán al mercado los primeros coches que hagan realidad el control de determinadas acciones a través de la voz –de la temperatura o de la luz en el interior, por ejemplo– pero, sobre todo, realizar ciertas gestiones sin tener que tocar ni un solo centímetro de la pantalla del móvil. Por ejemplo: si ahora nos vemos obligados a activar Google Maps para saber llegar a algún lado, los coches inteligentes permitirán activar el móvil, abrir la aplicación, introducir la dirección y cambiar en cualquier momento las órdenes dadas con solo la palabra. Un control que también derivará en aspectos como enviar correos electrónicos, dar la orden de llamar a alguien o seleccionar la música sin levantar las manos del volante.

El salpicadero será un
El salpicadero será una extensión de nuestros móviles.

¿Seguimos soñando?

Las posibilidades son tantas que la seguridad no se podía quedar atrás. Volvo trabaja, por ejemplo, en un prototipo que permitirá a los conductores conectarse a una nube para que todos los coches conectados compartan información, por ejemplo, de un derrumbamiento de un talud, un pavimento deslizante, un accidente a unos cientos de metros o de cualquier otro peligro.

Las incidencias, controladas y compartidas entre todos los vehículos.
Las incidencias, controladas y compartidas entre todos los vehículos.

Ya existen los coches conectados a Internet, pero por ahora, en las gamas altas. El reto está ahora, para muchos, en lograr que estos avances puedan ser accesibles a toda la sociedad, independientemente del coche que posean. Además de estas posibles desigualdades futuras, hay otro problema mucho más real por haberse comprobado no solo que existe, sino que sus consecuencias son nefastas: la seguridad ante ciberataques o contra la intimidad. Porque, ¿quién no ha puesto el grito en el cielo cuando ha descubierto que sus datos personales son usados arbitrariamente por determinadas redes sociales? Eso mismo podría ocurrir con aquellos datos que se muevan desde nuestros dispositivos hacia el coche, sea aquel una tableta, un reloj o un móvil.

Como en casi todo, las novedades irán llegando a cuentagotas para rentabilizar una tecnología tan atractiva como desarrollada. Sin embargo, solo pensar en que esa tecnología puede permitir la activación de visión nocturna para mejorar nuestra seguridad, o saber que, en breve, podremos escuchar nuestra música en streaming desde Internet o que una aplicación nos avisará de las visitas recomendadas o de los mejores restaurantes en nuestra ruta no deja de ser, cuanto menos, muy atractivo y gratificante.

¿Un futuro en e
¿Un futuro en en el que el coche pase a recogerte? Cada vez más cerca; BMW ya lo ha probado.