Anoche, Madrid fue capital de la moda con todas las letras. Carolina Herrera presentó su Primavera-Verano 2026 en la Plaza Mayor y, más que un desfile, vivimos un manifiesto: tradición española + teatralidad contemporánea, afinado por Wes Gordon con pulso alegre y emoción contenida. Hubo una pasarela larguísima en rosa Herrera, un mood que osciló entre el Siglo de Oro y la Movida, y una plaza entera vibrando al compás.

La escena: una plaza histórica y una pasarela rosa

La firma levantó una pasarela de unos 450 metros en su rosa icónico, abrazada por los soportales y balcones de la Plaza Mayor. El efecto fue cinematográfico: ciudad-escenario, moda-ritual, público pegado al corazón del show. Centenares de invitados asistieron al evento (el aforo oficial rondó los 1500) y la ciudad lo siguió en directo, con activaciones especiales y eco en redes.

El guion estético: del Prado a la Movida

Gordon articuló un diálogo entre el Siglo de Oro (el dramatismo, las proporciones, el negro solemne) y la Movida madrileña (color, música, desparpajo). Abrió con un gran vestido negro de tafetán, casi pictórico, y a partir de ahí se instaló en una silueta al tobillo que refrescó las faldas tipo “Menina”. La banda sonora y la actitud hicieron el resto: fiesta elegante, sin disfraz.

Fueron 77 looks: color saturado, volúmenes con nervio y flores con nombre y apellidorosa, clavel y violeta— bordadas o aplicadas en vestidos corsé, camisas y piezas joya finales en dorado. La colección se leyó joven, clara y muy llevable dentro de su teatralidad.

Colaboraciones con acento local

No fue solo “desfilar en Madrid”: se trabajó con artesanos y casas históricas. Hubo capas de Casa Seseña, accesorios de vidrio de Levens y flores cerámicas de Andrés Gallardo; además, dos guiños autorales que emocionaron: Sybilla firmó una serie de vestidos-túnica con paneles flotantes en rojo y negro, y Palomo Spain reinterpretó la blusa blanca icono de la casa con cuello levantado y manga generosa. Un Madrid real, no postal.

Madrid, parte del relato (no solo el telón)

La cita encajó con el idilio reciente de la firma con la ciudad: presentación fuera del calendario de Nueva York, seguimiento en vivo y un guiño cultural que incluyó el lanzamiento del perfume “La Bomba” como parte del fin de fiesta. La capital se sintió protagonista, no invitada.

Los 5 looks que resumen la colección Carolina Herrera SS26 en Madrid

El vestido negro de apertura

Tafetán con volumen controlado, largo al tobillo y dramatismo Siglo de Oro. Una declaración de intenciones en la primera salida.

La blusa blanca reinventada por Palomo Spain

Cuello subido, manga amplia y actitud desbordante. La prenda más icónica de la casa, filtrada por una nueva generación.

El vestido corsé con flores bordadas

Claveles y violetas en relieve, como si flotaran sobre la tela. Una pieza que conecta artesanía y sensualidad contemporánea.

La túnica de Sybilla

Paneles flotantes en rojo y negro, minimalismo español con carga poética. El guiño de una maestra al presente de la casa.

El final dorado

Vestidos metálicos y accesorios brillantes cerraron el desfile como un estallido de luz. El oro como promesa de celebración.

Colaboraciones con acento madrileño

  • Casa Seseña: Capas históricas reinterpretadas.
  • Levens: Accesorios de vidrio soplado.
  • Andrés Gallardo: Flores cerámicas como joya escultórica.

Carolina Herrera no vino a “hacer un desfile” en Madrid: vino a decir Madrid. Entre artesanía local, memoria cultural y un ojo puesto en la vida real, la casa firmó una colección emocionada y útil. La plaza se convirtió en pasarela y, por una noche, también en espejo: ese lugar donde la moda reconoce de dónde viene para contar mejor adónde va.

*Imágenes: cortesía