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Cuando hablamos de perder peso, solemos pensar en calorías, dietas estrictas o rutinas de ejercicio. Sin embargo, tal y como explica Salena Sainz, nutricionista, farmacéutica con postgrado en dermatología y fundadora de Naturae Nutrición, existe un actor silencioso que rara vez recibe la atención que merece: las enzimas antioxidantes endógenas. Estas moléculas, producidas por nuestras propias células, no solo protegen el daño oxidativo, sino que también influye en la inflamación, la sensibilidad a la insulina y el funcionamiento del metabolismo. En otras palabras, pueden marcar la diferencia entre un cuerpo que almacena grasa con facilidad y otro que la quema de forma eficiente.
¿En qué consisten?
“La función principal de estas moléculas que producen nuestras células es neutralizar los radicales libres y mantener el equilibrio interno”, expresa Sainz. Encontramos diferentes tipos de enzimas antioxidantes endógenas, entre ellas la nutricionista destaca:
- Superóxido dismutasa (SOD): “este tipo de enzima transforma los radicales superóxido en peróxido de hidrógeno que es menos dañino”, indica Salena.
- Catalasa (CAT): “a su vez, convierte el peróxido de hidrógeno en agua y oxígeno, evitando el daño celular”, agrega a su explicación.
- Glutatión peroxidasa (GPx): “protege las membranas celulares al utilizar glutatión para neutralizar peróxidos lipídicos”, menciona la experta.
¿Cómo influyen en nuestro peso corporal?
Según explica la fundadora de Naturae Nutrición, “cuando hay exceso de radicales libres por motivos como la mala alimentación, falta de sueño o sedentarismo, el estrés oxidativo se dispara. Esto afecta directamente a la regulación del peso”.
En primer lugar, esto influye a la inflamación crónica de bajo grado. “Cuando sucede esto en nuestro cuerpo favorecemos la acumulación de grasa visceral, la más peligrosa para nuestra salud porque aumenta el riesgo de hipertensión y riesgo vascular”, afirma la experta en nutrición. Después, también esta estrechamente relacionado con la resistencia a la insulina. “Esta facilita el almacenamiento de grasa y dificulta que la glucosa se transforme en energía”, agrega. “Además, el funcionamiento de las mitocondrias también puede verse afectado, haciendo que quememos menos calorías en reposo”, indica Sainz.
Aquí es donde entran en juego las enzimas antioxidantes, que como resalta la nutricionista, “ayudan a romper este círculo vicioso y favorecen un entorno metabólico más eficiente. No actúan como un truco de magia, pero sí crean el escenario ideal para que los esfuerzos de la dieta y el ejercicio sean más efectivos”.
Algunas de las razones por las que esto sucede son que “una buena actividad de SOD y GPx se relaciona con un mejor control glucémico y una mayor sensibilidad a la insulina; un sistema antioxidante potente facilita que la grasa se utilice como combustible; y que, al reducir la inflamación, se disminuya la tendencia del cuerpo a acumular grasa como defensa”, destaca Salena.
¿Cómo podemos potenciar las enzimas antioxidantes?
No existe una suplementación que nos aporte estas enzimas directamente, son proteínas grandes que se degradan en la digestión, pero sí podemos estimular su producción y actividad a través de nuestra alimentación y hábitos.
Lo más importante es la dieta, lo que nos recomienda la experta en nutrición es el consumo de polifenoles presentes en alimentos como los frutos rojos, el té verde o el cacao puro. “También es importante incluir en nuestra alimentación minerales como el zinc, cobre, selenio y magnesio que podemos adquirir a través de los frutos secos, las semillas, legumbres, mariscos o cereales integrales”, añade. Por el contrario, Sainz aconseja dejar de lado el tabaco, alcohol y ultraprocesados que reducen la capacidad antioxidante endógena.
Por supuesto, Salena recalca lo importante que es complementarlo con el ejercicio físico regular y un buen descanso. “De hecho, el deporte en dosis adecuadas aumenta la expresión de SOD y catalasa; y el descanso nocturno es esencial para la reparación antioxidante”.
*Imagen: cortesía